Hace 23 años: así fue el último día en la vida de Carlos Monzón

Por Cherquis Bialo | Infobae

Dijo el locutor con excitación y dolor: “¡¡Último momento, urgente!!!: la agencia Télam acaba de confirmar que el ex campeón mundial de peso mediano Carlos Monzón perdió la vida a los 52 años tras un accidente automovilístico ocurrido en la ruta 1 cerca de Los Cerrillos, Departamento de Santa Rosa de Calchines a unos 35 kilómetros de la ciudad de Santa Fe. Monzón, condenado en julio de 1988 a 11 años de prisión por el homicidio de Alicia Muñiz, disfrutaba de una salida transitoria concedida por su buena conducta tras cumplir cinco años y seis meses de prisión –más de la mitad de la condena- en la cárcel santafecina de Las Flores. Según las primeras informaciones oficiales Monzón conducía un Renault 19 gris claro patente B 2705773 y habría perdido el control del vehículo al tocar este con su neumático trasero del lado derecho el borde la ruta. El ex campeón mundial entre los años 70′ y 77′, durante los cuales defendió exitosamente 14 veces su corona de peso mediano, no iba solo. Lo acompañaban su amigo Jerónimo Mottura de 63 años, jubilado -también fallecido- y la señora Alicia Fessia, cuñada de Monzón, con muy serias lesiones, quien lucha por su vida. Según ha trascendido, Monzón no llevaba puesto el cinturón de seguridad y tras el impacto de su auto contra un cañadón, su cuerpo, apenas cubierto por un pantaloncito corto de fútbol y una remera clara, fue despedido violentamente. Ampliaremos “.

Pueyrredon y Santa Fe no se parecían al cruce de dos avenidas habitualmente saturadas. Sus calzadas simulaban derretirse bajo el sol implacable de ese 8 enero del 95′. El alquitrán espejaba un lago negro y gomoso de petróleo calcinante. Nadie en las calles. Nadie o casi nadie en los bares. Los 35° a las cinco de la tarde obligaban al refugio de un techo celestial.

La Oral Deportiva llevaba más de cincuenta años en el aire de Rivadavia cuya vieja casona quedaba apenas a cien metros de Pueyrredon y Santa Fe en Arenales 2467. El programa fue inspiración del doctor Edmundo Campagnale en los 40′ y veinte años más tarde logró la audiencia casi total bajo la conducción del “Gordo” José María Muñoz quien habría de transformar la tira en un rito crepuscular de los argentinos. Iba de 19 a 22 horas y resultaba el sonido más trascendente del periodismo deportivo del país.

“Vamos al aire…silencio todo el mundo, vamos al aire”, dije una y otra vez, mientras iba la cortina. El histórico estudio principal de radio Rivadavia generaba emoción. En sus paredes sin pintura sobre su alfombra raída y surcada por las huellas del tiempo se percibían los duendes de la gloria radiofónica argentina. En ese leve espacio “espiaban” y “escuchaban” Antonio Carrizo (“La Vida y el Canto”), Cacho Fontana (“El Fontana Show”), Héctor Larrea (“Rapidísimo”), Santo Biasatti (“Contacto Directo”) y tantos otros grandes como José María Muñoz, Néstor Ibarra, Julio Ricardo, Horacio Garcia Blanco, Enrique Macaya Marquez, Marcelo Araujo, Mauro Viale, Juan Carlos Morales, Dante Zavatarelli, Juan José Lujambio, Bernardino Veiga, Osvaldo Caffarelli, Juan José Moro, Marcelo Tinelli… Decenas de enormes comunicadores inscriptos para siempre en la cultura de millones de hogares en todo el país.

Eran las 19:15 aproximadamente. Hacia varios minutos que la cortina musical resultaba el único sonido de la Oral Deportiva. Un brillo acuoso me nubló la vista. Me tomé las sienes para pensar. Debía hacer el programa que no quería cual sería recorrer la vida de Monzón apelando a la memoria evocativa..

Los periodistas podemos tener dos corazones: uno normal que regula los hechos con la lupa de la objetividad, y otro inmanejable que trepida ante lo inesperado. Cuando el corazón normal palpita frente al teclado la objetividad es un hecho factible que da respuesta al lector; en cambio cuando el corazón vibra se da algo más que una respuesta, se ofrece un homenaje, se abre el corazón Y este era el caso…

El estudio parecía moverse. Los periodistas que estaban ese día multiplicaron sus obligaciones. Eduardo Caimi, Nestor Centra, Hernán Ramazzoti, Ariel Nesci, Coco Casares, Fernando Novo, Guillermo Poggi, Carlos Azar, Daniel Giraldez, Javier Santos, Omar Cuello, Dario Olea, Esteban Sassi, Ruben Sagarzazu entre otros que se me van escapando de la memoria hicieron de la muerte de Monzón su propio desafío.

Tito Lectoure, quien era el dueño del Luna Park y consiguió la pelea por el Campeonato del Mundo frente a Nino Benvenuti, se enteró al aire sobre la infausta noticia. También el doctor Roberto Paladino, quien lo acompañara como su médico personal en todas sus peleas. Ni ellos ni otros protagonistas de la vida de Monzón pudieron sobreponerse a la emoción y se quebraron. Cientos de llamados telefónicos de los oyentes. Testimonios conmovedores de grandes deportistas de todas las épocas, artistas y funcionarios. Todos dejaron su testimonio en aquella Oral Deportiva del domingo 8 de Enero de 1995.

Informamos entonces que Carlos Monzón había obtenido el beneficio de las salidas temporarias por 48 horas el 13 de Agosto de 1993. Siempre había cumplido con las obligaciones impuestas por la ley. El Director del Servicio Penitenciario de Santa Fé, Carlos Renna, le había leído los requisitos y éstos fueron siempre cumplidos minuciosamente.

Por cierto y tal como lo hacía siempre, Monzón cenó el sabado 7 de Enero de 1995 en “El Quincho de Chiquito” lugar que le resultaba familiar, contenedor y amistoso pues siempre estaba rodeado de buenos amigos.Allí Carlos pasó una noche serena y agradable lejana al presagio que se trataba de la víspera de su trágica muerte. Y decidió que si hiciere calor iría a pasar el día siguiente, domingo, a un lugar que él denominó Calacaya donde había un río, un recreo y poca gente que lo perturbara. Por lo general, esos domingos de verano solía ir al camping de la UPCN (Unión del Personal Civil de la Nación). Su Secretario General por entonces Emilio Maguid le tendió una mano solidaria en los tiempos oscuros de la cárcel: le propuso ser instructor de boxeo de los hijos de afiliados que iban a ese espacio. Esa función también la cumplía en días de semana con boxeadores amateurs y profesionales a quienes entrenaba bajo el régimen de salidas temporarias con obligación de regresar cada noche y dormir en el Penal.

No obstante, acaso abrumado por las siete mil personas que solían concurrir a ese camping cada domingo, y para evitar autógrafos, fotos, diálogos y alguna que otra provocación que nunca faltó en su vida, Monzón aceptó la propuesta de su amigo Jerónimo Mottura e invitó a su cuñada Alicia Fessia para hacer un asadito a la vera de un río. Estaban a unos 35 kilómetros de Santa Fé y Monzón debía presentarse en el Penal de Las Flores a las 20 horas.

Pasadas las 17 y como para que sobre tiempo emprendieron el regreso sin saber que iban al encuentro de la muerte. Quien por entonces era el Gobernador de la Provincia de Santa Fe, Carlos Reutemann, sostuvo que Monzón se infartó mientras manejaba. Para algunos testigos se desnucó a juzgar por la deformación y los hematomas en su rostro. Muchas versiones sucedieron al trágico hecho desde la distracción hasta el alcohol. Ninguna logró ser demostrada.

¿Quien había muerto trágicamente?. ¿Un hombre?, ¿un mito?, ¿una leyenda?, ¿un ente individual?, ¿un deportista célebre?, ¿un condenado?,¿un padre?, ¿un hijo?,¿una gloria del deporte argentino?,¿una criatura marginal?

Todos habían muerto porque él era todos ellos.

El adolescente que acompañó a su familia desde San Javier a Santa Fe a pié porque las inundaciones, una y otra vez, le llegaban hasta el techo de la modestísima vivienda con piso de tierra en San Javier.

El pibe marginal que se ganaba el mango diario lustrando zapatos, vendiendo diarios o haciendo de campana en alguna fulería y terminaba cobrando tremendas palizas en las comisarías.

El joven que encontró en el boxeo y en su maestro Amilcar Brusa la “salvación” hacia una vida digna.

El que después de ganarle a Jorge Fernández el titulo argentino levantó su casa ladrillo por ladrillo haciendo de constructor y albañil. Orgulloso y sonriente. Algo suyo, “de material” para que su familia tenga techo y piso de cemento.

El que llegó al Luna Park peleando los miércoles por el “Cinturón Eduardo Lausse”, reservado para los mejores medianos del país, y sorpresivamente les ganó a todos.

El que la noche del 7 de Noviembre del 70′ sorprendió a la cátedra poniendo nocaut a Nino Benvenuti en el Palazzo dello Sport de Roma logrando la corona mundial

El que el 7 de Agosto del 72′, en el club Sirio Libanés de Santa Fé invitó a más de doscientas personas, los fue recibiendo uno a uno en un lugar del salón junto a su esposa Beatriz y sus únicos hijos por entonces, Silvia y Abel. Emocionado al pasar por nuestra mesa confesó: “Es la primera vez en mi vida que puedo celebrar mi cumpleaños, esperé 32 años, de chico mis viejos no nos hacían cumpleaños, que cumpleaños nos iban a hacer si no teníamos para morfar…”.

El del glamour de “La Mary” junto a Susana Giménez, o el de Alain Delon, su empresario de tres peleas en Francia, o el admirado por su amigo Michael Rourke, tal vez el de la Princesa Carolina de Mónaco, o el amante furtivo de “carteleras completas” con las mejores vedettes del Maipo y del Nacional (los dos principales teatros de las revistas porteñas), o el de Natalie Delón o el de decenas de bellas y exitosas mujeres muchas de ellas hoy en plenitud profesional que enloquecían por él.

El que sobrevivió con una bala alojada en su omoplato derecho disparada por su primera mujer, Beatriz “Pelusa” García, tras una de las tantas discusiones por desavenencias matrimoniales. Carlos realizó más de doce peleas con ese proyectil en su cuerpo ya que no se halló el orificio de salida.

El que conquistó Europa con sus triunfos memorables ante Jean Claude Bouttier, Emile Griffith, Mantequilla Nápoles o Rodrigo Valdez, entre tantos.

El noble y brutal símbolo de la sinceridad a quien después de ganarle a Gratien Tonná en Paris, subí al ring para reportearlo: “Felicitaciones Carlos, ofreciste un gran nocaut, el país espera tu saludo por Canal 11”, le dije con poca originalidad. Me respondió: “Se tiró, es un cagón, ¿no viste cómo se tiró…? “. Para Monzón no dar todo sobre el ring o faltar a la palabra resultaba definitivamente descalificador.

El deportista que supera la extenuación pensando en su significante como campeón para su gente. Los últimos cuatro asaltos contra Emile Griffith en Montecarlo fueron un suplicio. “Pensá en el Abel, en los argentinos que te están viendo, como vas a perder , regula, aguanta”, le exigía Brusa. Llegó al final de los 15 asaltos y ganó por decisión unánime. Lo mismo que después del cross de Benny Briscoe en el Luna Park. Se le nublo la vista, el ring comenzó a girar sobre sus pies, Briscoe era algo inasible, lejano, se iba la corona del Mundo. Reaccionó. Miró el reloj. Se tomó de su rival hasta pasar la crisis y ganó a lo grande. Eso es ser campeón. Sobreponerse al cansancio, al ahogo o al dolor…

El que se unió a Alicia Muñiz con la esperanza de ser dichoso y disfrutar de su hijo Maxi “porque va a ir a un colegio donde va a aprender de todo y en inglés, no va a ser un ignorante como yo”.

El que no logró lo que mas busco: ser feliz.. Y ante los jueces que lo sentenciaron como culpable del homicidio de Alicia Muñiz a once años de prisión, jamás se defendió contando toda la verdad. No admitió como atenuante legitimo haber ingerido ni drogas ni alcohol. Ni él, ni nadie que hubiera estado en ese chalet de Mar del Plata. Nunca habló de quienes lo asesoraron en los primeros momentos, ni quienes participaron del fraude de la caída del balcón, el lavaje de estómago y la declaración ante el secretario del juez, en el hospital y sin la asistencia de un abogado.

El que realizó más “peleas” en las cárceles de Batan, Junín y Las Flores donde paso los últimos cinco largos años de su vida peleando más que en todos los rings del mundo para impedir que los demás presos lo sometan. “Ya está”, me dijo una vez en Batán. Y me agregó durante una visita particular: ” Tengo 140.000 dólares ahorrados que me debe José “Cacho” Steinberg, y hay un “boga” que me manga 120 mil por sacarme. Si le garpo salgo seco y ¿qué hago después con mi vida?. ¿Quién me va a dar laburo a mí?, ¿quién me va a dar bola?. Prefiero comerme el garrón completo y salir con canuto, así puedo tirar, ¿te das cuenta?. Esta me la como completa y de pechito”.

.- Carlos, decime la verdad , ¿es garrón?.

.- De punta a punta. Pero fui gil. Cuando el Maxi sea grande te la cuento toda. Ahora no. –

Los tiempos futuros sostendrán su grandeza. Será una cifra asombrosa o una anécdota mística. Sonará en los oídos de los hombres sin edad. Cuando se lo mencione se tratara de algo epopéyico o apocalíptico. O no se dirá nada más que Monzón como si un suspiro vibrante resumiera el concepto absoluto del todo, del siempre, hasta homenajear con simpleza la anchura del campeón.

Todos esos Monzones fueron uno: el que no supo ser feliz.

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