Una Tigresa que ruge fuerte

Por: Catalina Sarrabayrouse | Diario Olé

“Mujer bonita es la que lucha”, dice una frase que el movimiento feminista ha empleado en varias oportunidades y la Tigresa Acuña no sólo luchó arriba del ring sino que también luchó contra el machismo, la desigualdad y la falta de oportunidades en el deporte.

A los 7 años, en Formosa, inició su camino en el mundo de la lucha mediante el full contact, pero al tiempo comenzó a boxear en un espacio donde sus rivales eran solamente hombres y en el país no había ni una sola boxeadora a quien admirar. No había reglamentaciones que le permitieran competir ni una mujer con la cual entrenarse. Estaba sola, pero no tuvo miedo y se animó a escribir la historia. “Yo entrenaba en gimnasios de hombres. No teníamos vestuario femenino, no había ni un lugarcito para la mujer y así comencé a luchar por la reglamentación. Hacían oídos sordos desde la federación, hoy los entiendo. Hacer una reglamentación de un deporte donde había una sola mujer que lo practicaba no tenía sentido. En esos cuatro años yo cumplí el sueño del pibe”, recuerda la Tigresa. Al hablar de ese sueño cumplido se refiere a la pelea del 5 de diciembre de 1997 cuando sin haberse enfrentado con ninguna mujer en su vida se animaba a hacerlo con Christy Martin, su ídola. El resultado parecerá anecdótico porque no fue el mejor, perdió por puntos, pero ella tiene la sensación de que si hubiera sido peor, el futuro del boxeo femenino hubiera sido completamente diferente: “El boxeo hubiese tardo mucho más en reglamentarse, pongo la firma. Lo hablé con Osvaldo Príncipi y se reía, pero en esa risa cómplice yo sé que sí. Seguramente ellos pensaban que yo me iba a cansar, pero seguí”.

La Tigresa divide su historia en dos grandes luchas y la reglamentación sería la más pequeña. “Mi gran lucha fue convencer a una sociedad mucho más machista que la de ahora que una mujer boxeadora no era necesariamente lesbiana y además que podía ser muy femenina. Imaginate cuando me invitaban a los canales a dar notas, yo me pintaba los labios, me ponía una minifalda, tacos altos y ellos se imaginaban una chica de short y zapatillas con cero maquillaje. Decían ¿y la Tigresa?”, recuerda entre risas.

“Mujer bonita es la que lucha”, dice una frase que el movimiento feminista ha empleado en varias oportunidades y la Tigresa Acuña no sólo luchó arriba del ring sino que también luchó contra el machismo, la desigualdad y la falta de oportunidades en el deporte.

A los 7 años, en Formosa, inició su camino en el mundo de la lucha mediante el full contact, pero al tiempo comenzó a boxear en un espacio donde sus rivales eran solamente hombres y en el país no había ni una sola boxeadora a quien admirar. No había reglamentaciones que le permitieran competir ni una mujer con la cual entrenarse. Estaba sola, pero no tuvo miedo y se animó a escribir la historia. “Yo entrenaba en gimnasios de hombres. No teníamos vestuario femenino, no había ni un lugarcito para la mujer y así comencé a luchar por la reglamentación. Hacían oídos sordos desde la federación, hoy los entiendo. Hacer una reglamentación de un deporte donde había una sola mujer que lo practicaba no tenía sentido. En esos cuatro años yo cumplí el sueño del pibe”, recuerda la Tigresa. Al hablar de ese sueño cumplido se refiere a la pelea del 5 de diciembre de 1997 cuando sin haberse enfrentado con ninguna mujer en su vida se animaba a hacerlo con Christy Martin, su ídola. El resultado parecerá anecdótico porque no fue el mejor, perdió por puntos, pero ella tiene la sensación de que si hubiera sido peor, el futuro del boxeo femenino hubiera sido completamente diferente: “El boxeo hubiese tardo mucho más en reglamentarse, pongo la firma. Lo hablé con Osvaldo Príncipi y se reía, pero en esa risa cómplice yo sé que sí. Seguramente ellos pensaban que yo me iba a cansar, pero seguí”.

La Tigresa divide su historia en dos grandes luchas y la reglamentación sería la más pequeña. “Mi gran lucha fue convencer a una sociedad mucho más machista que la de ahora que una mujer boxeadora no era necesariamente lesbiana y además que podía ser muy femenina. Imaginate cuando me invitaban a los canales a dar notas, yo me pintaba los labios, me ponía una minifalda, tacos altos y ellos se imaginaban una chica de short y zapatillas con cero maquillaje. Decían ¿y la Tigresa?”, recuerda entre risas.

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