Romina Arroyo, la mujer que hizo historia al convertirse en árbitro de boxeo

Por Gabriela Origlia | La Nación

Si de abrir caminos se trata, la salteña Romina Arroyo lo hace desde hace tiempo. Desde que decidió convertirse en árbitro de boxeo y fue la primera mujer en dirigir peleas por títulos mundiales de hombres y de mujeres. Mamá de un nene de un año y medio, lo llevó a las dos últimas peleas que arbitró en el exterior porque le estaba dando la teta. “La maternidad no es un impedimento para hacer lo que uno ama y mi marido lo cuida y me ayuda”, dice a LA NACION.

Además de trabajar en el ring, Arroyo es concejal desde hace tres períodos en la ciudad de Salta (por Cambiemos País) y desde su banca promovió diferentes iniciativas para la igualdad de género. Estudió licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Córdoba y, en paralelo, se anotó en el curso de jueces y árbitros de boxeo de la Federación Cordobesa.

El “amor por el box” lo trae desde chica, cuando acompañaba a su papá a las veladas de boxeo en Salta. Con él hizo los primeros contactos con el deporte y hasta pasó los carteles entre los rounds. En Córdoba, con su hermano, siguieron yendo a ver peleas.

Tiene 34 años y hace unos 15 que comenzó su carrera en los cuadriláteros. “Empecé con peleas amateurs y después pasé a las profesionales. Al comienzo no fue fácil y sigue sin serlo. Nunca me imaginé llegar hasta donde estoy. El público miraba con cara de sorpresa, pero de parte de los boxeadores siempre sentí respeto”, asegura.

Cuenta que iba a los gimnasios a practicar y que veía peleas: “Empecé a formar parte del mundo del boxeo, y los deportistas veían que me capacitaba, que perseveraba. Para la gente era más difícil ver a una mujer separar a dos que se estaban fajando”.

Con el técnico Alberto Zacarías entrenó un año de alto rendimiento para conocer el deporte. “Creía que también tenía que pararme en ese lugar, aunque no boxeara”. Admite que muchas veces la mandan “a lavar los platos”, pero se entera cuando la pelea termina.

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