Las Sánchez, una historia de oro y plata en los Panamericanos

“¡Una hija mía va a ser cualquier cosa menos boxeadora!”, espetó Sánchez padre. Menos mal que ellas desobedecieron el mandato paterno. Leonela, la Sánchez menor (25 años), ganó el último jueves la medalla de oro del peso gallo (57 kilos) de los Juegos Panamericanos de Lima 2019 al derrotar en la final a la brasileña Jucielen Cerqueira en el Coliseo Miguel Grau del Callao. Un día después, Dayana, la Sánchez mayor (26), se colgó la presea de plata en peso ligero, al caer con la también brasileña Beatriz Soares en la pelea definitoria. Luego de 20 años, Argentina volvió a obtener una medalla dorada en la categoría. La última vez había sido en los Juegos de Winnipeg 1999 (Canadá), donde se consagraron Omar Narváez y Víctor Castro.

Mientras crecían en Los Alamos, un barrio popular en la provincia de Córdoba, Dayana y Leonela tenían una visión opuesta sobre el boxeo. “A ella siempre le gustó el boxeo; a mí, no”, relata la mayor de las hermanas. Un día, su padre le pidió que la acompañara al gimnasio. Un par de jóvenes guanteaban en el cuadrilátero. De pronto, una mano pesó más de la cuenta y uno de ellos, con la nariz rota, empezó a sangrar con violencia. La imagen la impactó: quería subir al ring y ver si era capaz de hacer lo mismo. “Dije: ¡guau! Me impactó la sangre… Quería ver si eso se podía hacer o no podía”, asegura Dayana, quien solía meterse en peleas para defender a Leonela. Aquellos pleitos son cosas del pasado: los puños solamente quedaron para ser lanzados dentro de los cuerdas. Y el éxito, no tardó en llegar.

Leonela y Dayana Sánchez muestran sus medallas panamericanas.

Dayana recuerda bien el disgusto de su padre, Hugo, cuando le comentó durante una cena familiar que quería ser boxeadora. “¿Vos estás loca? ¡Una hija mía va a ser cualquier cosa menos boxeadora! Estudiá, terminá el colegio, vas a ser modelo, profesora, cualquier otra cosa, pero boxeadora no“, soltó, en vano esfuerzo. Una vez iniciada la aventura de su hermana, no pasó mucho tiempo para que Leonela, más hiperactiva y apodada por ello como La Monita, le siguiera los pasos.

Boxeador durante la década de 1990, Hugo fue una influencia enorme para las hermanas Sánchez, pero lamentablemente su historia terminó mal. Hace una década rompieron su relación con él, por problemas de adicción a las drogas y al alcohol. Las hermanas buscaron por todos los medios ayudarlo, pero la relación fue deteriorándose.

“Se terminó la relación y nunca más volvimos a hablar”, lamenta con tristeza Dayana. Las dos se apoyaron en su madre, María Rosa. Aunque a ella tampoco le gustaba mucho la idea de ver a sus niñas boxeando, no le quedó otra que terminar apoyándolas. Incluso fue ella el impulso final que, una semanas antes, encontró Leonela. Cansada de viajes, concentraciones y entrenamientos lejos de la familia, La Monita se planteó bajarse de los rings. “Me dijo que no fuese tonta, que me podía llegar a arrepentir, que no importaba lo que pasara, que viniera y luchara y que si mi sueño era ser campeona panamericana, que lo cumpliera. Y acá estoy”, relató con la medalla de oro en sus manos.

Volver del exilio

Cordobés como las Sánchez, Fabricio Nieva, entrenador de la Selección Argentina de boxeo, les tiene fe ciega: “Tienen capacidad para ganarle a cualquiera”. Cuando las vio por primera vez, ni siquiera hubiese imaginado que terminaría compartiendo con ellas el camino hacia medallas panamericanas.

Nieva nació en Córdoba, pero se crió en Suecia, pues su padre huyó de Argentina perseguido por la dictadura militar (1976-1983). Volvió, ya adulto, y compitió por su país natal en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996.

Una noche se alistaba para pelear en Cosquín, una ciudad de Córdoba, y le sorprendió lo que vio en uno de los combates. “Un tal Hugo Sánchez”, relató a la prensa argentina, ganó su pelea y “festejó arriba del ring con sus dos hijas en brazos”. Era el 9 de noviembre de 1996. Más de dos décadas después, esas dos niñas siguen celebrando, pero ahora, con sus propios combates.

Por pagina12.com.ar

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