Los guantes con los que Muhammad Alí humilló a Patterson: 1.100.000 dólares

Eempresario estadounidense afincado en Las Vegas Lorenzo Fertitta, propietario de una cadena de hoteles y casinos, desembolsó en 2012 un millón cien mil dólares para hacerse con los guantes con los que Muhammad Ali derrotó a Floyd Petterson en un combate celebrado en 1965, precisamente en Las Vegas. Fue una pelea singular por muchas cosas: las expectativas creadas de antemano, una promoción antológica de la velada basada en rencillas ancestrales y lo que ocurrió en el ring, que fue épico y mezquino, de verdad y de mentira. Fue una batalla de más de 12 rounds que dividió a un país entero, el Estados Unidos convulso y polarizado de los 60, en el segundo aniversario del asesinato de JFK.

La del 23 de noviembre de 1965 no solo fue una lucha entre dos grandes boxeadores con el título mundial de los pesos pesados en juego. Aquella pelea enfrentaba dos visiones antagónicas de la realidad americana de aquellos días, dos perspectivas opuestas de lo que significaba ser negro en la América de la época, meses después del asesinato de Malcom X. Defendían dos activismos diferentes, uno de corte pacífica y el otro más radical y vehemente.

Patterson era católico, el ‘negro bueno’ que la América blanca toleraba. Ali, educado por su padre en la creencia de que todos los hombres blancos buscaban hacerle daño o aprovecharse de él, se había convertido al Islam, precisamente para renegar de su “pasado como esclavo”, para proclamar la supremacía de la raza afroamericana, para oponerse sencillamente a todo lo que defendía Floyd, al que calificaba de bufón. Bravucón, bocazas, irreverente, el boxeador subversivo antes conocido como Cassius Clay había venido “a ser el héroe que enseñaría a los negros que ser negro es hermoso”.

Floyd Patterson, que pasó a la historia como un boxeador elegante, el señor del ring que se levantó una y mil veces después de sus derrotas, fue el campeón del mundo más joven de la historia (21 años) y también el primero en recuperar el título tras perderlo, de ahí su leyenda. “Muchas veces me ganaron, otras tantas me puse en pie”. Floyd había entrado en el juego previo de Ali, el gran provocador. Modelo para Kennedy, defensor de los derechos civiles y con enorme predicamento por su talante, fue arropado por algunos famosos, como Frank Sinatra, que se implicó emocionalmente en la pelea y estuvo en primera fila. Patterson acusó a Ali de dañar a la causa de los negros, prometió devolver a Estados Unidos el título mundial, “porque es humillante para este país un negro musulmán como campeón del mundo”, y se negó a llamarle por su nombre.

Nada era más irritante para Ali, que convertía las ofensas en combustible. Se lo tomó tan mal que llamó a Patterson, “Tío Tom”, el peor insulto entre negros. El Tío Tom era un negro del antiguo régimen, acomodaticio y poco reivindicativo. También intentó menospreciarle diciendo que era un “conejo”, y se presentó en el gimnasio donde entrenaba con unas zanahorias. Le acusó de pertenecer a la “América blanca”. Antes del pesaje, una frase lapidaria. “Si Floyd soñara con ganar, se disculparía”.

Con ese clima arrancó la pelea en el Convention Center de Las Vegas. Ali, que gozaba como villano, fue abucheado en la presentación. El público le odiaba. Los periodistas tampoco le amaban. Era desconsiderado. No se dijo entonces, pero Patterson peleó lesionado. Tenía una hernia discal. Meses antes había perdido a su mentor Dan Florio. No parecía en las mejores condiciones. El combate fue un escarnio para Floyd. Ali le torturó. Se burló de él. Le golpeaba y daba un paso para atrás mientras repetía “¿cuál es mi nombre, tonto?”

El árbitro Harry Krause le llamó la atención en el séptimo asalto, le dijo que se callara. Un periodista dijo que aquello fue ver como un ser humano le arranca las alas a una delicada mariposa. Patterson marchaba cojeando a la esquina tras sonar la campana. Allí le recomponían con varios golpes en la espalda. En el 12º asalto, se paró la pelea. “Podría haber noqueado a Patterson cuando quisiera, pero seamos sinceros, Clay es egoísta y cruel”, dijo después Joe Louis. Esos guantes de Ali valieron 1,1 millones de dólares en una subasta benéfica celebrada con motivo del 70 cumpleaños de la leyenda al que todos llamaban ya Ali.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *