Cuando Nicolino boxeó con un solo brazo

Un genuino portento en el arte de defender, al punto que para más de cuatro especialistas ha sido la máxima expresión en ese indicador, libra por libra y de todos los tiempos, el mendocino Locche fue uno de los boxeadores que mayor fascinación promovió en el público porteño o acaso el destinatario de una idolatría sin par.

En el contexto de esa inquebrantable fidelidad, el sábado 3 de abril de 1971 el Intocable (tal lo había bautizado el periodista Piri García), afrontó la cuarta defensa de la corona de peso superligero que había obtenido el 10 de diciembre del 68, en el Kuramae Sumo de Tokio, ante el hawaiano Paul Fujii, en su noche más inspirada en clave de sinfonía.

Tras salir airoso en sus compromisos con el noqueador venezolano Carlos Morocho Hernández, el brasileño Joao Henrique y el estadounidense Adolph Pruitt, el español Barrera Corpas asomaba como un adversario de escaso riesgo, pero en el octavo asalto Locche sufrió una grave lesión en el hombro izquierdo.

Más temprano que tarde los espectadores registraron que algo no funcionaba bien y conforme transcurrió el combate se multiplicaron las voces de aliento.

Así describió esas circunstancias Héctor Vega Onésime en la revista El Gráfico: “El Luna Park era un murmullo anhelante que repiqueteaba en miles de cigarrillos encendidos”… (Barrera Corpas) era el rival para la medida exacta de tu estilo. Era para el show. Y apenas ganaste (según nuestra tarjeta) por tres puntos, con una luz que nada tiene que ver con la diferencia inmensa que hay entre tu sabiduría y la rústica profesionalidad del español”.

El zurdo tinerfeño Barrera Corpas, que llegaba con una foja de 36 victorias y cuatro derrotas, persistió en una ofensiva tosca y productiva por momentos, que, de hecho, redundó en que uno de los tres miembros del jurado, Franchini, lo viera ganador por 148-146.

Los otros dos, en cambio, premiaron las destrezas de Locche, sus esquives y sus esporádicos golpes con el puño derecho: Sívori vio 12 vueltas empatadas y tres para el cuyano (150-147) y Casas estableció un ajustado 148-146.

 

No bien terminada la pelea el español se creyó campeón (“gané yo, Rogelio, lo has podido ver”, le dijo a su entrenador, Rogelio Alberto) y también la prensa especializada de España, que pese a no haber tenido presencia en el Luna Park construyó el mito del despojo y “la paliza” (sic de un diario de las Islas Canarias).

La corona que esa noche defendió de manera airosa en condiciones muy desfavorables, Locche la perdió en marzo de 1972 a manos del panameño Alfonso Frazer y al cabo de un fallido intento de reconquista colgó los guantes en agosto del 76 con un excepcional palmarés de 135 combates, 117 triunfos, 4 reveses y 14 empates.

El entrañable e inolvidable Nicolino marchó al otro lado de las cosas cinco días después de haber cumplido 66 años, el 7 de septiembre de 2005 en General Las Heras, Mendoza

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