Carlos Monzón-Mantequilla Napoles: la pelea que quedó en la memoria de todos y en la imaginación de Cortázar

Por Sergio Chiarito | TN.com.ar

Pasaron 45 años de este hito deportivo. Que de tan grande se mantuvo inalterable a través del tiempo. Por lo que significó social y deportivamente y, también, por el recuerdo infinito que logró la imaginación del escritor Julio Cortázar en su recomendable cuento “La noche de Mantequilla”.

“Los franceses de atrás discutían sobre técnicas, pero a Estévez lo divirtió ver que una de las mujeres abrazaba a su amigo o su marido, gritándole vaya a saber qué al oído lo abrazaba y lo besaba en la boca y en el cuello. Salvo que el tipo sea un idiota, pensó Estévez, tiene que darse cuenta de que ella lo está besando a Monzón”. Esta escena tiene lugar en el ringside de la pelea y forma parte del cuento que nos regala un sinfín de sensaciones del genial Cortázar, que deliraba al ritmo de algunas de sus pasiones, la literatura y el boxeo. Y, lógicamente, se rendía ante la figura del brillante Carlos Monzón.

El combate por el título mundial mediano, un 9 de febrero de 1974, fue montado en una carpa gigante en la Villa de Puteaux, un lugar buscado por los parisinos para pasarla bien. Un cartel luminoso destacaba que este gran duelo boxístico era promocionado por el famoso Alain Delon, una gran figura del mundo del espectáculo que apostaba por esta pelea, y especialmente por el púgil argentino.

Los mexicanos eran mayoría. Los aztecas fueron a apoyar a su hijo adoptivo. Porque Mantequilla Nápoles nació en Cuba, pero su corazón siempre estuvo en México.

En el análisis previo de los expertos, el combate no era accesible para el santafesino, que a pesar de que estaba afirmado como campeón era opacado por la figura de José Nápoles, que ostentaba el récord de 35 victorias y 2 derrotas. En la previa, Mantequilla le quitaba por momentos chapa a Monzón, verdugo nada más y nada menos que de Nino Benvenuti y de Jean Claude Bouttier.

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Lo cierto es que Mantequilla, a pesar de presentarse como retador, era un gran campeón. ¿Cómo es esto? Muy simple. El mexicano era un sólido monarca en la división welter, pero ganarle a Monzón y quedarse con el cinturón mediano era un sueño irresistible para él. Por ello decidió asumir un gran riesgo y subir de categoría, es decir, pasar de los 66,600 kg a los 72,500 kg.

Amilcar Brusa (entrenador de Monzón) tenía una premisa clara. El sabio de los rincones entendía que el camino del triunfo se allanaría si Mantequilla a medida que avanzaba el combate regulaba el ritmo. Porque un Napoles rápido y efectivo se iba a transformar en una presa complicada de agarrar.

Por eso Monzón salió a desgastarlo. Cada impacto del santafesino le quemaba energías a un Nápoles que se mantuvo en combate hasta el quinto round. Antes de lo previsto por el equipo argentino (Brusa, Lectoure, el profesor Russo), Monzón había resuelto el problema. Napoles extenuado tuvo que aminorar su ritmo y no pudo absorber el castigo que le estaba dando el campeón en el sexto round.

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“No veo nada”, eso es lo que le marcaba Mantequilla a su entrenador Angelo Dundee. El campeón welter se quedó sentado mientras el legendario entrenador de Ali le informaba al árbitro Raymond Baldeyrou que su pupilo había plantado bandera.

Carlos Monzón plasmaba su novena defensa. Y abría unos de los capítulos mas lindos de su carrera mundialista. Porque Mantequilla no había sido un rival de ocasión. Es más, luego siguió defendiendo su corona welter en cuatro ocasiones, donde en una de ellas le ganó por nocaut en tres rounds a la Pantera tucumana Horacio Agustín Saldaño.

Lo risueño fue una respuesta de Nápoles, cuando le preguntaron dónde iba a destinar sus dolares muy bien ganados. “En lo mejor, a vivirlos” respondió el moreno nacido en Santiago de Cuba. Mientras que Monzón afirmaba que se alejaba del boxeo. Cosa que no paso. Porque ocho meses después lo esperaba el australiano Anthony Mundine en un Luna Park colmado.

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Lo que sí fue cierto es que aceptó el ofrecimiento para filmar una película. Monzón contaba: “Voy a descansar y grabar con Susana Giménez”. Pero esa es otra historia. Como tantas en la vida del boxeador más importante de la Argentina.

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