«Tuve miedo y dolor»: a 31 años del Chávez-Taylor que sacudió al boxeo

En marzo de 1990, Julio César Chávez y Meldrick Taylor brindaron un combate que se robó todas las miradas y que incluso le quitó el cetro de mejor pelea de la década al Tyson-Douglas. Hasta el round once la victoria del estadounidense no entraba en discusión, pero a falta de escasos segundos el mexicano logró darle una vuelta al desenlace. Un final polémico que también contó, como ingrediente especial, con la intervención del árbitro Richard Steele.

Las Vegas, Nevada, sábado 17 de marzo de 1990, St. Patrick’s Day. «Trueno y Relámpago». La potencia descomunal de Julio César Chávez y las manos más rápidas del boxeo, cortesía de Meldrick Taylor, entraron en tierra derecha. El rostro de Chávez, montado duramente sobre sus huesos, denota prisa y acaso tensión: peligra su récord de 66 victorias (55 KO) y su status de mejor boxeador libra por libra del momento. Sabe, de hecho, que en los últimos once rounds, el curso del combate favoreció a su rival. Los datos de CompuBox respaldan lo que han visto todos: en los primeros ocho asaltos, Taylor anotó 269 golpes contra apenas 137 del mexicano. Y aunque desde el noveno «El César del boxeo» esbozó una reacción, no le alcanza.

Entonces el milagro, la épica personal, la fatalidad y también la fortuna:

Último round, ambos agotadísimos, 20 segundos para que suene por última vez la campana que coronará con total seguridad al estadounidense ganador de una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1984 y cuya única mancha en su récord es un empate en 1986, embestida de Chávez, Taylor arrinconado y la oportunidad que esperó toda la noche: 17 segundos, defensa torpe, ingenua, rostro descubierto, recto de derecha y a la lona.

Es el momento de Richard Steele, árbitro de la velada y considerado por muchos el tercer protagonista de la que fue luego proclamada mejor pelea del año y varios años después mejor pelea de la década por Ring Magazine: «¿Puedes seguir?», fue la pregunta de rigor. Pero no hubo respuesta a tiempo y a falta de dos segundos, sí: apenas dos segundos, puso fin al combate. La expresión desencajada de Taylor, que parecía no entender el dictamen de Steele, y la rápida reconvención desde la esquina del estadounidense, abrieron el debate: ¿tuvo que ver el referí en la decisión o fue una victoria limpia de Chávez?

Algunos días después, legitimando la polémica intervención de Steele, el médico que revisó a Taylor acusó que el rostro del púgil se encontraba gravemente hinchado, que sufrió una fractura facial que a su vez le produjo mareos durante la refriega, que estaba deshidratado y que incluso presentó sangre en su orina.

Chávez consiguió de esa manera retener su cinturón del Consejo Mundial del Boxeo en el peso superligero y además le sumó a su palmarés el cetro de la Federación Internacional de Boxeo en la misma división. Fue la pelea más dura de su exitosa carrera. Se lo dijo a Excélsior 20 años después:

«Solo le dije a mi hermano Rodolfo que me sacara, que quería irme del ring, fue la pelea más dura de mi vida, tuve miedo y dolor. La gente quería verme pero yo solo quería esconderme en el vestidor y alejarme de todo».

También a ESPN: «Fue la pelea más importante, difícil y dura de mi carrera porque me enfrenté a un campeón olímpico y campeón mundial invicto que supuestamente era el sucesor de Sugar Ray Leonard, pero no pudo ser porque lo noqueé».

Chávez se refiere a que Taylor nunca pudo recuperarse tras la derrota: en la revancha, cuatro años más tarde, cayó inapelablemente por nocaut técnico en el octavo round. La reliquia mexicana, por su parte, sufrió su primera derrota recién en 1994 cuando Frankie Randall finalizó su racha de 90 combates invicto.

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