Un boxeador para noquear al clan Duterte: primer asalto de Pacquiao en Filipinas

Rodrigo Duterte, el malhablado presidente de Filipinas, no se anda con rodeos con sus adversarios políticos. Sin embargo, esta vez se ha metido con un rival popular que tiene una voz suave, pero que puede soltar un buen par de puñetazos: la superestrella del boxeo Manny Pacquiao. A menos de 10 meses de las elecciones presidenciales del próximo año, un reciente encontronazo público entre ambos podría dar lugar a una épica lucha por el cargo.

Pacman es inmensamente famoso en su país y en el extranjero. Se le considera el mejor boxeador de todos los tiempos tras haber ganado títulos de campeón del mundo en más categorías de peso que nadie. Además, Pacquiao es una fuerza unificadora poco común en Filipinas: los grupos guerrilleros y el Ejército suelen convocar una tregua y todo el país se paraliza para verle pelear. Tras salir de la pobreza más abyecta y convertirse en un icono mundial y una celebridad nacional, Pacquiao fue congresista durante dos legislaturas y en 2016 fue elegido senador.

De aliado de Duterte a enemigo. Hace apenas unas semanas, Duterte mencionaba a Pacquiao como posible sucesor, en parte porque apoyaba su polémica guerra contra las drogas y la ley antiterrorista del Gobierno. Pero a principios de junio, cuando empezaron a circular los rumores de una candidatura presidencial del boxeador, ambos tuvieron un enfrentamiento muy dramático.

Primero, Pacquiao acusó a Duterte de ser blando con China al preferir no enfrentarse a Xi Jinping por la presencia de la milicia marítima china en aguas reclamadas por Filipinas en el mar de China Meridional. Luego acusó al Gobierno de quedarse con más de 200 millones de dólares en fondos de ayuda para la pandemia. Duterte, como era de esperar, arremetió contra Pacquiao, instando al senador a estudiar política exterior y retándole a que mostrara pruebas de corrupción.

Duterte-Duterte contra Pacquiao. El fin de semana, Pacquiao fue destituido como líder del partido gobernante de Duterte, el PDP-Laban, como venganza por criticar al presidente. En la política filipina —donde la personalidad triunfa sobre la ideología y los partidos políticos sirven como meros vehículos para los candidatos— la destitución de Pacquiao no significa que no pueda presentarse a la presidencia. No obstante, si lo hace, será en contra de los deseos de poderosos políticos favorables a la administración que dominan ambas cámaras del parlamento.

En Filipinas, el único país del mundo que elige a un presidente y a un vicepresidente por separado para un solo mandato, los aliados del partido de Duterte quieren que se presente a vicepresidente junto a su hija Sara, actual alcaldesa de Davao, la ciudad natal de su padre. (Dato curioso: a Sara Duterte también le gusta una buena pelea a puñetazos).

Puntos fuertes y débiles. Para Aries Arugay, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Filipinas-Diliman, la fama y la prominencia de Pacquiao son sus mejores bazas como candidato presidencial. Su historia de ascenso y superación puede ser muy potente como campaña política porque “resuena bien [en] un país con una desigualdad socioeconómica generalizada y una política excluyente”.

“Al electorado filipino les gustan históricamente políticos con narrativas sólidas, auténticas y reconocibles que puedan convertirse en ‘elegibles’. Su debilidad es su relativa falta de experiencia política”, dice Arugay, quien advierte que el giro de 180º de Pacquiao con Duterte “puede ser una losa, ya que los filipinos podrían interpretarlo como un acto de ambición política y, por tanto, una traición”.

Las probabilidades de Pacquiao. Aunque en estos momentos la candidatura Duterte-Duterte lidera las encuestas, mientras que Pacquiao está en un solo dígito, es el único aspirante a la presidencia con suficiente patrimonio para costearse su campaña, y con el reconocimiento de su nombre para desafiar al temible equipo hija-padre. Pacquiao puede apelar a la base de votantes pobres de Duterte y, al ser de la misma región que el presidente, erosionar el fuerte apoyo que este tiene en Mindanao, una región rica en votos.

Además, Pacquiao se ha centrado recientemente en lo que Arugay denomina “fruta madura”: la animadversión hacia China y la lucha contra la corrupción. En primer lugar, la tasa de confianza neta hacia China entre los filipinos es actualmente de -36. En segundo lugar, los ciudadanos más pobres podrían volverse contra Duterte si Pacquiao ofrece pruebas creíbles de la supuesta implicación del presidente en el desvío de fondos destinados a ayudar a los más afectados por el hundimiento económico inducido por el covid-19.

Incluso podría aglutinar a la oposición, muy fragmentada y abrumadoramente liberal, a pesar de las opiniones profundamente conservadoras de Pacquiao en temas como los derechos LGBT o la pena de muerte. Aunque “apeste a desesperación”, señala Arugay, “ha habido compañeros de cama más extraños” en anteriores elecciones filipinas.

¿Qué nos dice su candidatura sobre el estado de la política filipina? Aunque no es de extrañar, dice Arugay, “el listón de las cualificaciones para la presidencia no solo sigue siendo bajo, sino que ha bajado aún más“. El país añade, está “atrapado en un infierno político, en el que los ciudadanos solo pueden elegir entre herederos (dinastías) que son incompetentes, y famosos que son políticamente ineptos”.

“El listón de las cualificaciones para la presidencia no solo sigue siendo bajo”

A Duterte le preocupa que Pacquiao gane. Como vicepresidente no tendrá inmunidad frente a las acusaciones (es habitual que los presidentes filipinos entrantes investiguen a sus predecesores a los pocos meses de tomar posesión). Solo su hija, presumiblemente (y si es elegida presidenta), podría pasar por alto la corrupción, las violaciones de los derechos humanos o los acuerdos turbios con China.

Estén atentos al 21 de agosto, cuando la leyenda del boxeo vuelva al ring por primera vez en dos años. Si Pacquiao, de 42 años, vence a un púgil estadounidense 11 años menor que él, no se sorprendan si los filipinos, desesperados por recibir buenas noticias en medio de la pandemia, dan al boxeador convertido en senador un gran impulso en las encuestas. Pacquiao podría aprovecharlo para llegar al Palacio de Malacañang el próximo año.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *