Tokio 2020: el boxeo argentino y su apuesta al futuro

Por Carlos Irusta – ESPN

Dayana Sánchez (de azul) fue la primera boxeadora argentino en los JJOOAP

¿Empezará otra historia? Por supuesto que sí, aunque seguramente no en todos los casos con los mismos protagonistas. En el caso de Brian Arregui, en los 69 kilogramos y de Francisco “Bebu” Verón, los dos ya han debutado como profesionales para Chino Promotions, para ESPN KnockOut. Y seguramente continuarán en esa línea, ya que hasta los próximos Juegos falta mucho. El entrerriano Arregui viajó casi a último momento, llegó un dìa antes y frente al norteamericano Delante Johnson, en su única pelea en Tokio, hizo lo que pudo y un poco más. Pero perdió por puntos.

“No estoy conforme, no hice una buena pelea, más allá del resultado”, dijo. Es que Arregui perdió a pesar de haberlo tenido por el suelo a su adversario. Visto con ojos de boxeo profesional, esa caída hubiera sido un 10-8 para el argentino, pero los reglamentos del boxeo olímpico, iguales a los de AIBA aunque esta entidad no figuró en los juegos, no “premian” la caída, sino que ésta es, para decirlo en pocas palabras, “un golpe bien colocado”.

Lo cierto del caso es que, discusiones aparte sobre un reglamento que a veces suena caprichoso, el argentino –una de las máximas promesas del boxeo nacional- perdió y que, con 21 años, seguramente ya se lanzará del todo a una carrera profesional que luce más que promisoria. Ya suma 3-0, todas ganadas por nocaut y el deseo es que la ansiedad no hacerlo figura no le gane al sentido común.

Francisco “Bebu” Verón, en los 75 kilos, también es profesional y está en las huestes de Chino Maidana Promotions. Lo suyo es, también, más que auspicioso. Primero le ganó al sueco Adam Chartoi, por 5 votos a cero y se tomó desquite de una derrota anterior. Y luego vino el choque con un candidato a medalla, el dominicano Euri Cedeño, de brazos largos, zurdo, fuerte pegada y apenas 21 años. Perdió Verón, en una muy buena pelea, en la que dejó todo, pero que no le alcanzó. Demostró que tiene muy buena madera y temperamento. Tiene 22 años y seguramente, un gran futuro por delante.

En los 52 kilos, el salteño Ramón Quiroga (23 años) no pudo ante el español Gabriel Escobar, campeón europeo y de mucho fogueo. El “Hormiga”, con medallas de bronce en Cochabamba (2018) y Lima (2019) se encontró con un rival superior. Siendo uno de los menos experimentados del grupo, tiene por eso mismo mucho por aprender y progresar.

Mirco Cuello, en los 57 kilos y a los 20 años, empezó ganándole a Hamsat Shadalov, de Alemania, 36 años y dos juegos olímpicos encima (Londres y Rio). Pero en su segunda presentación fue superado por el tailandés Chatchai Decha Butdee, ante quien tuvo problemas tácticos que no pudo resolver, incluyendo un corte que le modificó en gran parte el plan de pelea.

Dayana Sánchez (60) a los 28 se convirtió en la primera mujer argentina en competir en boxeo olímpico y cayó en el debut ante la turca Esra Yildiz, luego de haber superado la primera prueba por no presentación de su rival. Viajó, al igual que Arregui, en una dura pelea contra el reloj y el jet lag, y hasta de preparación, porque reemplazó, también a última hora, a su hermana Leonela, que por razones de maternidad tuvo que declinar la invitación.

Fabricio Nieva y el profesor Daniel González estuvieron asistiendo al equipo, tarea que también cumplieron en la parte final, realizada en Santa Teresita, con el ex campeón mundial Mariano Carrera y el preparador físico Ruperto Ruiz, con la supervisión de Lautaro Moreno.

Antes de la partida a Tokio, el equipo dijo: “Hemos hecho bien los deberes”. Y fue así, contando por supuesto con todo lo que trajo el Covid 19. Se puede ver el vaso lleno o vacío por la mitad. Preferimos la primera versión.

Nos da la sensación de que más que nunca es necesario barajar, dar de nuevo, repasar errores, pensar en los aciertos y saber que estos trabajos, a largo plazo, requieren tiempo y esfuerzo.

Se hizo lo que se pudo y sería injusto no otorgarle a todo el grupo el crédito de la confianza y la seguridad de que, en el futuro, como todo trabajo bien hecho, se verán los frutos. Ojalá así sea.

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