Alejandra Oliveras: la pobreza, el hambre y la gloria

Por Juan Carlos Haberkon – El Litoral

“Los hombres pasamos por la vida como piedras en una pendiente, a veces sin dejar un rastro, otras, provocando avalanchas de tal magnitud que toda la tierra cambia su relieve. Hay hombres que son como montañas y otros que son como ciénagas y muchísimos que son como la lluvia, de la cual no se siente su goteo, pero que termina por ahogar al pantano y desmoronar a la montaña. Pero por pequeño o grande que sean, todos dejan tras de sí la huella de su sombra”, texto de Alfredo Manuel González.

 

Con apenas un año y medio, Alejandra Oliveras se fue de su pueblo natal, El Carmen, Jujuy, a vivir a Alejandro Roca, una pequeña localidad de la provincia de Córdoba. Su padre, camionero, dejó la provincia jujeña para buscar una vida más digna para sus hijos. Es la cuarta de los siete hermanos que tienen una particularidad: se definen como “los siete mares” por el comienzo de sus nombres. Marcelo, Martín, Mariano, Marcos, María Dolores, María Sol y, ella, Marina Alejandra.

Su infancia fue atravesada por la pobreza y cercana al hambre pero en la escuela fue una excelente alumna, era la mejor de la primaria. De niña cosechó maní en el campo, manejó tractores y le cambiaba las ruedas cuando se rompían. Sin embargo, nada la detuvo a creer que de todo se puede salir.

“Mi casa es el mundo. La vida es un tuti fruti. A todos nos golpea la vida. Por eso no hay nada más lindo que compartir una comida, un mate, un abrazo y un montón de cosas más. No sé si la gente sabe que vivir es un milagro, la unión de un óvulo con un espermatozoide es maravilloso, los nueve meses de gestación son únicos y por eso vale la pena disfrutarlo. Si una persona está viva es porque tiene una misión, agradecer porque estás vivo, entonces, tenés la obligación de vivir con felicidad y no con amarguras. Yo estoy muy feliz, porque a pesar de todo lo que me pasó en la vida, lucho por seguir siendo feliz. Yo pasé hambre en mi niñez y eso es duro, muy duro. Hoy no pasaría hambre porque te golpeo la puerta y te pido para cortar el césped o te entreno, lo que sea, pero cuando sos niño, no sabés cómo hacer para poder comer, te duele la panza por falta de alimento y no entendés que está pasando”.

 

“Yo salí a trabajar cuando era niña y acompañaba a mis hermanos, éramos siete, junto a papá y mamá nos ganábamos el pan de cada día. No fue una condena ser pobre en una familia humilde y de trabajo. Era lo que había en el momento. Juntábamos maní en medio de los ratones que te mordían, era la época del mal de los rastrojos y después, parar la máquina a las 2 de la mañana para hacer un mate cocido, tomarlo en un tarro de arvejas y comer un sandwich de mortadela, que rico era. Hay gente que lo puede ver de diferente manera. ‘Mirá, pobres niñas, trabajando a esta hora’, pero también se lo puede tomar como un desafío de vida. Yo trabajaba en alpargatas y soñaba con usar zapatillas, algo que parecía imposible. Hoy, tengo mi casa, una camioneta, si bien tener un auto no estaba en mis planes, sin embargo voy consiguiendo lo que quiero. Se puede, claro que se puede. Todo es posible en la vida”.

 

“En mi gimnasio vienen mujeres golpeadas, les cambiamos la mente y les salvamos la vida todos los días.”

 

Volver a empezar

 

“En mi adolescencia changueaba. Iba casa por casa vendiendo empanadas, alfajores o si observaba el pasto alto en los domicilios me ofrecía para cortarlo. Hasta que en uno de esos recorridos paso por una radio, entro y pido trabajo para hacer lo que sea. Ser buena alumna en la primaria me dio la posibilidad de aprender a leer. Entonces me emplearon para leer el diario en un programa. Yo siempre admiré a Mike Tyson. Era mi ídolo de chiquita y quería ser una boxeadora como él. Un día leo en el diario que Tyson había salido de la cárcel, y dije al aire ‘cómo me gustaría ser boxeadora’. En ese momento estaba escuchando la radio un exboxeador que estaba en el pueblo. Fue hasta el estudio y preguntó ‘¿quién dijo que quiere boxear?’ Le dije: ‘¡yo quiero!’ Y me contestó que me iba a ‘hacer pelear’. Al mes armó un festival de boxeo con una chica del pueblo y ahí empezó mi carrera. Del miedo que tenía para ir al evento estuve a punto de decir que no. Lo llamé a mi papá y le dije ‘tengo miedo, me parece que metí la pata’. Tengo que pelear y si me cagan a palo después se van a reír toda la vida en el pueblo. Era miedo y vergüenza. Pero papá salió al cruce con una frase que me marcó: ‘Hija, si no lo hacés te vas a arrepentir toda tu vida de no haberlo intentado. Si es tu sueño, dale para delante. Pelea por tu sueño’, esas palabras fueron lo suficiente para comenzar con una carrera que me llevó a lograr grandes cosas”.

 

“Yo dije ‘esto no voy a dejar de hacerlo’, yo quiero ayudar a la gente, yo también pasé hambre y frío, en la política tiene que haber gente que haya pasado por eso y se haya superado porque es la manera de enseñarte a que salgas adelante”.

 

La lucha por los demás

 

“Yo me considero una luchadora por la igualdad, no sé si ponerle que soy feminista. Yo valoro y respeto al hombre pero hay que enseñarle que nosotras somos iguales. La cultura piensa que la mujer es el sexo débil pero si vos a una niña la mandás a un gimnasio de boxeo a entrenar ya sabe que puede defenderse, tiene fuerza, sabe cuándo viene una piña para esquivar. No digo que se transformen en boxeadoras profesionales pero que aprendan a defenderse. Yo soy de las que piensa que cualquier deporte te levanta la autoestima. Aprendés a cuidarte, a quererte”.

 

“Locomotora” armó su gimnasio en la vecina ciudad de Santo Tomé y está muy cerca de inaugurar su segundo lugar de entrenamiento en la ciudad de Santa Fe. “A mi gimnasio vienen mujeres golpeadas, les cambiamos la mente y les salvamos la vida todos los días. Nunca te confiesan que comienzan a entrenar porque sufren violencia de género pero con el tiempo lo terminan aceptando. Me dicen: ‘sufro violencia, por eso vengo’. Tienen tanto miedo que por eso no me cuentan de entrada. Tengo casos de mujeres que han sido violadas y que tienen ese dolor tan profundo. Acá aprenden a superarse, a respetarse y a valorarse. Vienen para defenderse, dejan platos en la casa, la mugre que limpian y dicen: ‘ahora pienso en mi, quiero verme linda, fuerte, hago algo por mí’.

 

Alejandra Oliveras trabaja con sus dos hijos: Alejandro de 26 años y Alexis de 23. Ambos son instructores en su gimnasio ubicado en la vecina ciudad de Santo Tomé. Los dos estudian. Alejandra trabaja, da charlas por todo el país, es madre y compañera. En su agenda casi no tuvo tiempo para esta entrevista porque la lucha no para.

Alejandra Oliveras, como boxeadora, sin dudas que ha marcado historia en el deporte de nuestro país y en el mundo. En 2015, entró en el Libro Guinness de los récords al ser la única mujer en ganar cuatro coronas mundiales en cuatro categorías diferentes. En aquella ocasión, fue recibida por la entonces presidenta Cristina Fernández en la Casa Rosada luego de aquel merecido logro que la puso en lo más alto del boxeo femenino. Pero incluso, este récord mencionado fue superado por ella misma, ya que volvió a consagrarse campeona mundial tiempo después igualando a Floyd Mayweather en conseguir seis cetros en seis divisiones distintas.

 

La pelea que se viene

La deportista jujeña reside hace muchos años en Santa Fe y aspira a representar a esa provincia en el Congreso por el espacio “Somos vida”. En su presentación dijo: “Yo quiero ayudar a la gente”. Si bien la deportista nació en Jujuy, vivió en un pequeño pueblo de Córdoba, reside hace muchos años en la provincia de Santa Fe y se dedica a la asistencia social ayudando a personas en situación de calle y a comedores infantiles en los barrios marginados de la ciudad capital y la vecina Santo Tomé. “Con el team Locomotora venimos recorriendo los barrios desde que arrancó la pandemia (de coronavirus), y no sabés lo feo que es irme a dormir sabiendo que hay niños descalzos, que hay abuelos y abuelas cagados de frío, que hay personas que se mueren de frío en el piso, que hay hambre y que se pueden hacer tantas cosas”, expresó Oliveras ante la prensa. Y agregó: “Yo dije ‘esto no voy a dejar de hacerlo’, yo quiero ayudar a la gente, yo también pasé hambre y frío, en la política tiene que haber gente que haya pasado por eso y se haya superado porque es la manera de enseñarte a que salgas adelante”.

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