Carlos Monzón vs Mantequilla Nápoles, aquel duelo de época que hasta Julio Cortázar reconstruyó en su prosa

Por Luciano González – Clarín

París. El río Sena. Un estadio con capacidad para 11.000 espectadores montado para la ocasión bajo una gigantesca carpa emplazada en un parque público. Una estrella de cine que oficia como promotor de boxeo. La crema del jet set francés. Dos campeones frente a frente. Una pizca de fantasía condimenta ese combo de elementos. Y una pizca de realidad sazona ese cuento en el que Julio Cortázarreconstruyó el combate que Carlos Monzón y José Mantequilla Nápoles protagonizaron el 9 de febrero de 1974.

La novena defensa del santafesino del campeonato unificado de los medianos sirvió como telón de fondo en La noche de Mantequilla, que fue publicado en 1977 como parte del libro Alguien que anda por ahí. Permitiéndose algunas licencias temporales (la pelea ocurrió durante el tercer gobierno de Juan Domingo Perón y los hechos relatados parecen transcurrir durante la última dictadura cívico-militar), Cortázar narra el encuentro, durante esa velada, entre Estévez, un exiliado argentino en París, y Walter, presumiblemente otro expatriado, para la entrega de un paquete con dinero y documentos.

Esta no era la primera vez que el boxeo, una de sus grandes pasiones, se colaba en la narración del escritor nacido en Bruselas y por entonces radicado en París. Ya había sucedido en Circe (parte de Bestiario, su primer libro de cuentos, publicado en 1951), en Torito (1956) y en El noble arte (1967). Incluso, durante una visita a Buenos Aires en abril de 1973, había escrito para la revista El Gráfico una columna sobre la pelea entre el pampeano Miguel Ángel Castellini y el estadounidense Doc Hollyday en el Luna Park.

Tampoco la pelea ante Nápoles era la primera experiencia en Europa para Monzón, quien se había presentado ocho veces en el Viejo Continente desde la obtención de los títulos de la Asociación Mundial de Boxeo y el Consejo Mundial de Boxeo frente a Nino Benvenuti en Roma el 7 de noviembre de 1970. Dos de ellas, en suelo francés, donde había derrotado dos veces al local Jean Claude Bouttier.

Antes de enfrentar a Mantequilla Nápoles, Carlos Monzón había combatido dos veces en Francia ante Jean Claude Bouttier.

La segunda había sido en septiembre de 1973 en el estadio principal del complejo de Roland Garros, donde se disputa el Abierto de Francia de tenis. Esa noche, en una velada organizada por el actor Alain Delon, Monzón había tenido que remontar después de un comienzo dubitativo para imponerse por puntos luego de derribar al galo en los últimos tres asaltos.

Al regresar a Buenos Aires tras ese combate, el santafesino había asegurado que el siguiente sería el último de su carrera porque luego se dedicaría a la actuación. El adversario elegido para esa autoproclamada despedida fue el cubano José Ángel Nápoles, por entonces campeón mundial wélter de la AMB y el CMB.

Apodado Mantequilla en su infancia por su habilidad para escurrirse sin ser atrapado después de hurtar alguna fruta en el mercado de Santiago de Cuba, Nápoles se había radicado en México en 1961, luego de que el boxeo profesional fuera abolido en su país.

Allí, junto a su mánager y descubridor, Carlos Cuco Conde, y a su entrenador, Alfredo Chávez, conocido como Kid Rapidez, hizo gran parte de su carrera y también allí vivió hasta sus últimos días, adoptado como un mexicano más.

Nápoles ganó los títulos de la AMB y el CMB el 18 de abril de 1969, cuando venció por nocaut técnico en el 13° round al texano Curtis Cokes en el Forum de Inglewood. Perdió los cinturones el 3 de diciembre de 1970 en su cuarta defensa, ante Billy Backus, pero los recuperó seis meses después frente al mismo rival. Luego los defendió seis veces antes de subir de categoría para desafiar a Monzón.

Mantequilla Nápoles era campeón unificado wélter y tenía un récord de 77 victorias y 5 derrotas cuando enfrentó a Carlos Monzón.

El combate se pactó para el 8 de diciembre de 1973 y la organización quedó nuevamente en manos de Delon. Pero conseguir una sede se transformó en un problema.

Primero se pensó en Mónaco (allí el argentino había disputado la revancha con Benvenuti y había enfrentado a Emile Griffith), por las facilidades impositivas que el principado ofrecía, pero esa opción se desechó porque no resultaba apropiado planificar el evento en un estadio abierto, el Louis II, a días del inicio del invierno.

Luego se especuló con Lyon, Grenoble y Niza como destinos posibles, pero terminó acordándose que el pleito sería en el Palacio de Exposiciones de París, con capacidad para 14.000 espectadores. Sin embargo, el 26 de noviembre se anunció una postergación sin fecha debido a una angina que aquejaba a Monzón y le impedía entrenarse con normalidad.

Como si las dificultades para conseguir un espacio apropiado y los problemas de salud del campeón no fueran suficientes, la deficiente preparación de Nápoles también puso en riesgo la pelea. “No estoy en mi estado ideal, pero estoy trabajando duro para ponerme en las mejores condiciones”, reconoció a mediados de enero. Y explicó cuáles eran los motivos de su descuido: “Las fiestas de Navidad y Año Nuevo son sagradas para mí, son las únicas que me permito pasar con mi familia”.

Finalmente, el duelo se programó para el 9 de febrero de 1974 y, como el Palacio de Exposiciones no estaba disponible en esa fecha, se decidió que se llevaría a cabo en una carpa con capacidad para 11.000 espectadores que se montaría en la Place de La Défense de Puteaux, una suburbio parisino ubicado sobre la orilla izquierda del río Sena.

Si bien los problemas logísticos terminaron resolviéndose, la reprogramación representó un dolor de cabeza para Delon.

“La postergación me causó problemas enormes. Económicos y de tiempo. Yo había hecho una brecha en mis actividades para ocuparme del match en su primera fecha. Ahora me cae en medio de films previstos para febrero. Acabo de filmar Creezy, tengo un equipo que prepara Borsalino y empiezo a rodar bajo la dirección de Georges Lautner. Me acuesto a las 3 y estoy de pie a las 7”, se quejó el actor en la víspera de la velada.

Alain Delon, junto a Carlos Monzón y Mantequilla Nápoles.

El 24 de enero, cuando la sede del combate todavía era una incógnita, Monzón viajó a Roma para el penúltimo tramo de la preparación para la que se anunciaba como la función del adiós. Sin embargo, al llegar al aeropuerto de Fiumicino modificó su discurso.

“Jamás dije que después de pelear con Mantequilla abandonaría el boxeo”, sostuvo. E incluso sugirió que su siguiente rival sería el colombiano Rodrigo Valdés. En la capital italiana se entrenó hasta el 3 de febrero, cuando se trasladó a París, donde completó su acondicionamiento en la Salle des Sports de Neuilly.

Nápoles, en tanto, arribó a la Ciudad Luz el 25 de enero, todavía perseguido por las dudas acerca de su estado atlético y las dificultades para adaptarse al cambio de horario. “Es un gran boxeador, pero me da la impresión de que todavía le sobran algunos kilos”, sostuvo Delon tras verlo en una sesión de sparring.

Kid Rapidez había dicho que 69 kilos era el peso ideal para que su pupilo mantuviera su velocidad, que sería clave ante un adversario mucho más alto y potente. En el pesaje, realizado durante la mañana del combate, Nápoles registró 69,510 kilos. Monzón detuvo la balanza en 72,330 kilos, 230 gramos debajo del límite de la categoría mediano.

Tres horas antes de la pelea y bajo la lluvia comenzaron a llegar los primeros espectadores al improvisado estadio. “Vivo, Alain Delon: una carpa de circo montada en un terreno baldío al que se llegaba después de cruzar una pasarela y seguir unos caminos improvisados con tablones”, reflexionaba Estévez, el protagonista de La noche de Mantequilla.

Entre los presentes esa noche estarían los actores Jean Paul Belmondo,Anthony Quinn y Ryan O’Neal, el director Claude Lelouch y los diseñadores Pierre Cardin y Jean Cacharel.

Poco antes de las 22, la carpa quedó a oscuras. Enseguida un poderoso reflector comenzó a seguir el camino hacia el ring de Nápoles, quien lo recorrió acompañado por una ranchera y por el griterío de los mexicanos que habían llegado a alentar a su representante y también de la mayoría del público local.

Luego fue el turno de Monzón, quien transitó el sendero mientras en los parlantes sonaba la voz de Carlos Gardel interpretando Silencio, aunque en su versión en francés. Y enseguida llegó el tiempo de la acción.

Tanto su entrenador, Amílcar Brusa, como el promotor Juan Carlos Lectoure habían pronosticado que los primeros seis rounds serían los más complicados para Monzón y que luego el santafesino sacaría rédito de la merma de rendimiento que experimentaría su rival. Sin embargo, la contienda no llegó a ese segmento presumiblemente ventajoso.

Carlos Monzón conecta un derechazo en el rostro de Mantequilla Nápoles.

Desde el arranque, el campeón impuso la distancia que más le convenía, aprovechando el largo de sus brazos, y luego de un comienzo lento en el primer asalto, en el segundo conmovió a Nápoles con dos directos de derecha. En el tercer capítulo se vieron los últimos destellos del aspirante, que muy rápido empezó a evidenciar el cansancio y la falta de piernas.

Tras un cuarto round sin demasiada actividad, en el quinto Monzón comenzó la tarea de demolición. Una herida en el arco superciliar derecho del cubano-mexicano dio la primera señal. Desde entonces, para el retador todo fue cuesta arriba: una durísima seguidilla de impactos lo hizo flamear sobre el ring y llegar muy sentido al descanso. Para entonces, el público francés ya había mudado su favoritismo y ovacionaba al campeón.

En el sexto asalto resultaba evidente que las chances de Nápoles se habían extinguido y solo restaba saber cuánto más resistiría en acción. En esos tres minutos, recibió una continua descarga de golpes desde todos los ángulos y con una potencia difícil de soportar para un wélter como él. Cuando volvió a su esquina, la suerte estaba echada.

“Todo el mundo parado a la espera de la campana del séptimo round, un brusco silencio incrédulo y después el alarido unánime al ver la toalla en la lona, Nápoles siempre en su rincón y Monzón avanzando con los guantes en alto, más campeón que nunca, saludando antes de perderse en el torbellino de los abrazos y los flashes. Era un final sin belleza pero indiscutible”, narró Cortázar.

Efectivamente, luego de revisar a Mantequilla en ese descanso, sus asistentes decidieron sacarlo de pelea, aunque luego alegaron que lo habían hecho porque Monzón había introducido uno de sus pulgares en uno de los ojos de su rival.

“Nápoles estaba entero físicamente, pero no podía ver. Por eso decidimos el abandono”, argumentó Angelo Dundee, quien esa noche trabajó en el rincón del retador. “El asunto del pulgar en el ojo es completamente falso, una excusa”, rebatió el árbitro Raymond Baldayrou.

“Fue mucho más fácil de lo que pensaba. Estoy feliz, pero desilusionado por la pobre actuación de mi rival”, sostuvo el vencedor, quien cobró 250.000 dólares por esos seis asaltos de acción. Y, a contramano de lo dicho en Roma dos semanas antes, aseguró que esa había sido su última pelea profesional. “Tengo decidido retirarme. Quiero dedicarme a mi familia, a mis cosas. Esta decisión cuenta con el aval de Juan Carlos Lectoure y de Amílcar Brusa”, detalló.

Minutos después del final del combate, Monzón y su comitiva abandonaron rápidamente las precarias instalaciones montadas en la Place de La Défense sin que el campeón se sometiera allí al control antidoping obligatorio. “Carlos se fue sin hacerse el examen, pero aclaramos que era por falta de comodidad y les dijimos que los esperábamos en el hotel. No vinieron. No fue nuestra culpa”, explicaría luego Lectoure.

Después del desplante en el estadio, los representantes de la Federación Francesa de Boxeo y del Consejo Mundial de Boxeo se trasladaron al hotel donde se alojaba el grupo argentino. Monzón no estaba: había sido invitado a cenar en el cabaret Lido. Regresó alrededor de las 3, entregó a Lectoure un vaso con orina, se retiró a su habitación y pidió no ser molestado.

Las autoridades no aceptaron un proceso tan irregular. Unas horas después, elevaron un informe a la sede del CMB. “¿Qué querían? ¿Que me quedara esperando sin poder bañarme? No, están equivocados. Además, ¿para qué quieren eso? ¿Acaso tienen dudas?”, protestó el campeón al día siguiente. Cuarenta y ocho horas más tarde, el Consejo le aplicó una multa de 10.000 dólares por el incumplimiento.

Al regresar al país, Monzón volvió otra vez sobre sus pasos y señaló que su retiro del deporte aún no era seguro. “Todavía tengo que pensarlo con detenimiento. Ahora solo quiero descansar con mi familia y ahí maduraré una decisión definitiva”, explicó en el aeropuerto de Ezeiza. Un par de semanas más tarde, comenzaría el rodaje de La Mary junto a Susana Giménez.

Carlos Monzón y Susana Giménez, durante el rodaje de La Mary.

La discusión alrededor del control antidoping en París había sido el comienzo de una disputa entre el santafesino y el CMB que terminaría estallando dos meses después. El 16 de abril, el presidente del organismo, Ramón Velazquez, emplazó a Monzón a confirmar su defensa ante Rodrigo Valdés en un plazo de 15 días bajo advertencia de que sería despojado de la corona en caso de no hacerlo. Un día después, Lectoure respondió que ese combate se realizaría el 20 de julio en el Luna Park y alegó que las incertidumbres provenían del equipo del retador.

Sin embargo, el 20 de abril el CMB le retiró el reconocimiento al santafesino y anunció que Valdés y el estadounidense Bennie Briscoe combatirían por el título vacante el 25 de mayo en Mónaco (el colombiano se impuso por nocaut técnico en el quinto asalto). Sin que entonces se supiera, la pelea con Nápoles había cerrado el primer ciclo de Monzón como campeón del Consejo, aunque no su carrera. En junio de 1976 recuperaría ese cinturón al batir a Valdés en el primer enfrentamiento entre ambos.

Luego de su revés en la Place de La Défense de Puteaux, Mantequilla se reinstaló en la división wélter y defendió con éxito otras cuatro veces los títulos que todavía le pertenecían (una de ellas, ante el tucumano Horacio Agustín Saldaño) antes de caer por nocaut técnico en el sexto round frente al británico John Stracey el 6 de diciembre de 1975 en la Monumental Plaza de Toros de la Ciudad de México, ante 60.000 espectadores. Esa fue la última pelea profesional de una campaña brillante que lo llevó a ser reconocido como uno de los mejores de la historia en las 147 libras.

Para Cortázar, La noche de Mantequillano fue la última excursión al universo del boxeo. En 1982 publicó Deshoras, su último libro de cuentos en vida (La otra orilla, de 1994, contiene textos escritos entre 1937 y 1945). Allí incluyó Segundo viaje, un relato en el que reconstruye la trayectoria del Ciclón Molina, un eterno preliminarista que finalmente consigue primero su lugar como fondista en el Luna Park y luego una chance por el título mundial ligero.

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