Furia en Las Vegas

Por Carlos Irusta – ESPN

Ya pasó todo. Sin embargo, todavía continúan los ecos de una batalla impresionante, durísima y de dramático final. Fue sin dudas uno de los combates más épicos de los últimos tiempos. Una pelea, así de sencillo. Una pelea entre dos voluntades, más allá de cualquier detallismo técnico: una pelea abierta y salvaje.

Los dos cumplieron.

Es una forma de decir, tal vez. Pero todos aquellos que sosteníamos que Deontay Wilder (42-2-1, 41 KO) era peligroso por su temible derecha, estuvimos cerca, tan cerca como el propio “The Bronze Bomber” cuando lo tuvo por el suelo a Tyson Fury en el cuarto asalto. Dio la sensación, en ese momento, que esa derecha iba por la buena senda. Y aunque “The Gypsy King” cayó dos veces, fue en realidad la primera de las caídas la que impactó como la más peligrosa para la integridad del campeón pesado WBC.

Tyson Fury con el cinurón tras su victoria.Tom Hogan/Anadolu Agency via Getty Images

Es que apenas en el round anterior, Tyson Fury (31-0-1, 22 KO) lo había tenido por el suelo a Deontay Wilder y todo parecía encaminarse hacia la lógica, que lo tenía al inglés de Manchester como claro favorito. Sí, era una cuestión de tiempo, o al menos eso fue lo que pareció…

Por eso decimos que los dos cumplieron. Wilder –quien cumplirá 36 el 22 de octubre-, porque demostró, parcialmente, que la tremenda fortaleza de su derecha le podía dar una victoria. Fury (33) porque cuando predijo que iba a retirar del boxeo a su rival, posiblemente acertó en el pronóstico. Es que Wilder, además de haber caído también en los rounds 10 y 11, que marcaron el final del combate, recibió un castigo tremendo. Tanto, que si se hubiera detenido antes la pelea, nadie podría haberse quejado.

Si sumamos el tremendo castigo recibido en este encuentro a lo que sucedió en el último, el segundo de la trilogía, debería pensarse seriamente (millones de dólares aparte si hay otras ofertas para él) si Wilder debería realmente seguir peleando.

Si el norteamericano cambió de esquina justamente porque en el segundo encuentro Jay Deas y Mark Breland decidieron retirarlo, es posible que su nuevo second, amigo y ex rival Malik Scott haya recibido la orden de no tirar la toalla en ningún momento. La imagen de un hombre inseguro sobre sus piernas, muy castigado y permeable a cada envío de Fury fue estremecedora. ¿Cuál es el límite que separa el coraje de la locura? ¿Y cuál es la verdadera frontera entre el espectáculo y la salud? La Ley del Ring, es cierto, suele ser despiadada. Hasta cruel. Son muchos los boxeadores que prefieren perder a su manera, cueste lo que cueste. El tema es el límite, que muchas veces, nadie distingue, porque el show debe continuar.

Bob Arum calificó el combate como “El más excitante que vi entre pesos pesados desde la tercera pelea entre Muhammad Ali y Joe Frazier en Manila”. No fue Tyson Fury el de otros combates, tal vez porque prefirió hacerlo más físico, empujando y enmarañando, poniendo sus 125,645 kilos encima de Wilder (107,955 kilos, o sea 17,700 kilos menos).

“Como dijo el gran John Wayne, estoy hecho de hierro y acero”, declaró el ganador. Tuvo tiempo además para agradecerle a Dios, cantar una canción y quejarse porque, después de todo, “Wilder debió darme la mano, reconociendo la derrota, pero no lo hizo”.

Nos parece que por la cabeza de Wilder pasaron demasiados nubarrones como para darse cuenta de lo que pasaba. Se lo vio endeble a los golpes, muy permeable y no está de más recordar –aunque sea una redundancia-, que los golpes no alimentan. Bastaba ver su expresión ausente cuando llegaba a su esquina, para darse cuenta de que ese hombre no estaba en condiciones. Cada golpe de Fury lo estremecía, aunque no llegara con exactitud.

Asistieron 15.820 espectadores. Según CompuBox Fury conectó 150 golpes de los 385 que lanzó, mientras Wilder pegó 72 de los 355 que envió. Las tarjetas lo tenían arriba al campeón por 95-92 (Steve Weisfeld), 94-92 (Tim Cheatham) y 95-91 (Dave Moretti), diferencias demasiado exiguas.

En la transmisión de ESPN Knock Out, que contó con la narración de Renato Bermúdez y los comentarios de Salvador Chava Rodríguez, la tarjeta de Fernando Barbosa le daba un holgado 96-90. En la transmisión con relato alternativo, a cargo de Julius Julianis y este periodista, nuestra tarjeta favorecía a Fury 96-89.

La pelea terminó al minuto y 10 segundos del round número 11, cuando el referí Rusell Mora determinó el final.

Oleksandr Usyk, flamante campeón WBA, IBF y WBO, invicto con 19 peleas, todas ganadas, 13 nocauts, podría ser el gran objetivo de Fury para adueñarse de todos los cinturones.

Detrás de los números y las estadísticas, queda una pelea de electrizante desarrollo, con un derrotado que entregó hasta la última gota de salud y sangre y con un ganador que, una vez más, ha demostrado todo su potencial. No fue su mejor actuación, pero una vez más fue grande no solamente en los momentos favorables, sino también cuando le tocó sufrir.

Una noche de furia en Las Vegas, una noche inolvidable.

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