Maravilla Martínez: “La idea del campeón esconde mucha mentira”

Por Juan Cruz Guido* | Fotos: Elisa Alioni y Fabiana Montenegro

Sergio “Maravilla” Martínez nos recibe en el café del Hotel Savoy, histórico enclave en el centro porteño, a metros de la Avenida Corrientes, sobre Callao. Roberto Arlt, en sus Aguafuertes Porteñas, con motivo del ensanchamiento de la avenida, describe que, a partir de allí, de la intersección de Callao y Corrientes, comienza el alma de Buenos Aires. Y no es casualidad que termine en el Luna Park. Escenario de históricas veladas boxísticas que, entre otros, lo tuvieron a él como protagonista.

Héroe nacional, con una vida digna de un poema griego, Ulises o Aquiles de Quilmes, cultiva la poesía, el teatro y reniega de la fama del campeón. “Es mentira”, apunta, “simplemente sos campeón arriba del ring, en ese combate”. Para Sergio Martínez la vida está en otro lado.

Agencia Paco Urondo: ¿Volver a Argentina, después de tanto tiempo, te contacta con tu infancia? ¿Cuánto te acompaña, en el día a día, la memoria de aquellos años?

Sergio Martínez: Sí, total. Porque si bien el miércoles 9 harán ya 20 años que vivo en España o 20 años que me fui de Argentina. Tardé tres días en llegar. Llegue el 12 allá. Yo soy argentino hasta el tuétano. Y eso no se va, no se va. Siempre está presente. Aparte me pasa algo raro que está muy bueno con la gente, que tiene un cariño especial por mí y me lo demuestran. Soy como ídolo de muchos o de unos cuantos. Y la gente como que se apropia: el ídolo es nuestro. Entonces, ya está, lo tengo recontra aceptado. Me cuesta aceptarlo, pero digamos lo de sentirse argentino, sí al 100%.

APU: El mismo día del último combate jugó la selección de fútbol y sé que sos futbolero. Ese día entre amigos era comentar la pelea, mandarse audios, otros juntados. La sensación es que cuando pelea Maravilla, juega la Argentina, ¿lo sentís así?

SM: Claro, tardé unos años en darme cuenta. Ahora en esta última etapa no, pero no porque no lo sienta, sino porque es muy reciente. Cuando era campeón, allá por el año 2010-11-12. Pasaba que necesité llegar al 2014, 2015 para darme cuenta de eso. Pero por repetición. Por repetir como el pájaro loco por mi cabeza hasta que me terminó entrando. Lo terminé aceptando porque era de locos. Era recorrer la Argentina entera, ir a recovecos que no sabía ni siquiera que existían. Pueblitos pequeñitos y la gente contarme que se unía con su familia, que hacía años que no veía, que no quedaban, o sea que prácticamente llevaban años sin verse, pero que se juntaban para ver mi combate.

APU: ¿Dónde te tocó pasar los primeros meses de la pandemia, el confinamiento? ¿Cómo lo atravesaste?

SM: Todo en Madrid. Yo la verdad que tengo la fortuna de poder tener una casa cómoda y lo pasé muy bien. Lo pasé muy bien. Para mí fue unas vacaciones maravillosas. Yo sé que la gente por ahí pasó momentos feos. Tuve la fortuna de no perder a nadie cercano por el Covid. Y eso también es un puntazo a favor. Entonces sí que lo pasé. Me dio para aprender a tocar el piano o empezar, no terminé. Escribir una docena y pico de poesías para un libro que voy a publicar. Terminar de escribir dos obras de teatro y empezar a escribir otra. Entrenar como un animal, preparándome para un combate que terminé haciendo en agosto de 2020. Me dio aprender a cocinar unas cosas espectaculares también. O sea que me dio, me dio para mucho el confinamiento. Cuando fue confinamiento absoluto para mí fue genial. Aparte, yo soy muy casero, tengo patio en mi casa y todo. En Madrid tener patio es muy difícil. Mucha gente tiene departamentos. Hay muchos más departamentos que casas. Yo tengo una casa y no salía al patio. La gente salía, estaba desesperada por salir. Yo estaba tan tranquilo dentro de casa y me preparé porque sabía que era un año y medio de confinamiento. Desde el principio, yo ya sabía que era un año de confinamiento. Mucha gente no lo sabía y se pegó el golpe que fue doloroso.

APU: Ese año, 2020, volviste a combatir. ¿Cuánto trastocó la pandemia el regreso?

SM: Todo. La idea era hacer el combate entre mayo y junio tuvimos que modificar la fecha. Se complicó todo. La verdad que se complicó, pero por suerte salió Cantabria. Por suerte, en Cantabria nos dejaron en un estadio de fútbol y hubo 1.100 personas. Es una cifra buena para una velada de boxeo en España, pero el estadio tiene una capacidad de 25.000 personas y no nos permitieron meter más que esas. Entonces hicimos lo que pudimos, que no estuvo mal, pero sí que tuvimos que modificar todo por la pandemia.

APU: Otra particularidad en tu carrera, te tocó pelear en estadios de fútbol…

SM: Tremendo, ¿no? Sí, sí. Yo ya había combatido hacía muchos años, en el año 2002, cuando llegué a España. Yo no vivía en Madrid, viví en Madrid a partir de 2010. Combatí una vez en el estadio de fútbol de Parla, donde Javier Castillejo combatió contra Roman Karmazin, boxeador ruso, por el título Mundial Interino del Consejo Mundial del peso Super-Welter. Campeonato, que después tuve yo, pasados 6 años de todo ello. Pero, es decir, en ese momento había combatido en un estadio de fútbol. Después fue el de Vélez. Pedazo de diferencia. Se habla de 40.000 personas. En realidad, hubo 55.000 personas. Brutal. Explotaba.

APU: Haz dicho que sentías a esta etapa como una segunda carrera. ¿Cómo es eso?

SM: Claro, es como una segunda carrera. Yo sé que necesito hacer prácticamente de cero un recorrido hasta tratar de llegar a mi objetivo último máximo, que es disputar un Mundial y ganarlo. Pero para eso no podía, por ejemplo, volviendo en 2020. No puedo volver y decir bueno, quiero llegar, quiero disputar el título. No, porque pasaron seis años de mi último combate, seis años sin recibir un golpe. Sin la fricción de saber lo que es tener una competencia. Esa fricción dentro del ring. Sin la preparación iba a ser una locura. Entonces tengo que rehacer una carrera, rearmar mi yo, reconstruirme como boxeador. Ganarme la chance y después ir y disfrutarlo. Por eso, para todo eso se necesita hacer una carrera nueva.

APU: Se habla mucho de tu edad en términos de la diferencia de años con tus contrincantes, de lo físico, que es real, pero a la vez la edad te da una madurez que no muchos boxeadores pueden tener en su carrera a primer nivel. ¿Cómo lo vivís?

SM: Con un aplomo distinto. Pisando el ring con mucha más solidez que antes y con mucha más inteligencia. La experiencia es brutal. La experiencia hace cosas maravillosas y la experiencia solamente se gana con el paso del tiempo y la constancia. Así que para mí fue maravilloso. Combatir contra un muchacho joven que creyó que yo no iba a estar bien preparado. Pero bueno, eso es problema de él, mi trabajo yo lo hice a la perfección. Y fue fantástico ver los resultados con el mismo resultado propio, más allá del rival. Lo propio, fue excelente.

APU: Viendo peleas tuyas, desde tus inicios esta la guardia baja que incluso ya es una marca. ¿Te lo quisieron modificar en algún momento? ¿Tiene un sentido más profundo para vos?

SM: Es una estrategia de vida prácticamente. Sí, sí, no tiene nada que ver con el boxeo. En realidad, va con la personalidad y por suerte no llegaron a intentar cambiarme eso. Por suerte. Es más, al contrario, tenía entrenadores que me decían: “No, no, baja un poco más las manos, baja”. Porque lograron interpretar que cuando yo puedo bajar las manos es cuando más voy ganando detalles muy difíciles de ganar en el combate, que no es golpear al rival y superarlo, sino es ganar tiempo y distancia, manejo de tiempo y distancia. Ganar la percepción de las dimensiones del ring. El manejo, no sólo propio, sino el manejo también por sobre las decisiones que quiera tomar el rival, voy controlando. Cuando bajo las manos mi rival pierde el control de la pelea y puede tirar golpes y golpearme. Sí, que puede hacerlo, pero no lo hace. En realidad, si lo hacen, no pueden lograrlo. De verdad. En realidad, si tiran golpes no me pueden conectar, porque ese es el momento en que yo más estoy en alerta. Cuando yo bajó la guardia, estoy en alerta y tengo una percepción inmensa y una visión periférica brutal. Se amplía el panorama. Para mí, es espectacular. Aparte de cuestiones de personalidad, de sello propio personal. Es mirar: “ahora estoy yo acá delante tuyo, te bajo la guardia para demostrarte lo poco que aprendiste a boxear”. Así que bueno, esperemos que me siga funcionando.

APU: Seguido mencionas este concepto de que las cámaras, las luces, la fama no son la vida real. Eso es filosofía pura, porque aplica para todo. ¿Lo pensás así, como filosofía?

SM: Yo lo pensaba simplemente como cosas para mi vida. Pero nunca lo pensé como filosofía. Pero sí que como modo de vida. Sí que como modo de vida. Cuando me preguntan qué es ser campeón, digo “es mentira”. Tenía que definir el campeón con una palabra y dije “mentira”. Fue lo primero que se me ocurrió, pero es que viene acompañado de mucha mentira. El boxeo es verdad, porque hay puños, hay puñetazos, hay golpes, es verdad. Pero el ser campeón, la idea del campeón, esconde mucha mentira porque uno cree que es campeón de algo y simplemente sos campeón arriba del ring en ese combate. Y cuando lo defiendas después. Tampoco tiene más. Hay luces y hay difusión mediática, fama y esas cosas que vienen acompañadas. Que, por un ratito al día, puede que sea divertido, pero dos ratitos ya no, ya molesta. Poco gusta, mucho cansa y muy rápido se convierte en mucho. Entonces a mí me pasa que me di cuenta que lo de ser campeón, lo de las luces, las cámaras y todo es bastante pesado. Lo bueno es que me llegó eso con 37 años. Ya no era un chico para tomar conciencia, para pisar sobre la tierra y para darme cuenta que eso es efímero, pasajero y que como la pifies el golpe que te pegaste te lo estampas de frente.

APU: Y ahí aparece Bengala, la obra de teatro que, para mí, dialoga mucho con estas cosas…

SM: Bengala es brutal. Bengala es un tipo que está herido de muerte, antes de combatir, antes de boxear. Está herido de muerte y no se da cuenta. En fondo lo sabe, pero quiere disfrazar algo que ni siquiera él puede tapar y quiere demostrar algo que ni siquiera él se cree. Es un tipo que lucha con sus propios fantasmas. Cuando hago Bengala no me parezco a Bengala, soy Bengala porque tengo que serlo. Por eso es un estallido fuerte de emociones. Por eso pierdo un kilo y medio, mínimo, por función. Y es un kilo de transpiración y medio kilo de lágrimas. Porque soy Bengala y Bengala es un tipo que le explota la cabeza por la traición. Por la madre, por la mujer, por el amigo que le vende la droga, el amigo es el camello, o por el entrenador o por el doctor, se siente traicionado por todos. Entonces el estallido que tiene es tremendo y la lucha hace que se encuentre con que está llorando cada dos por tres.

APU: ¿Qué lugar ocupa la poesía en tu vida?

SM: La poesía mía es rara. Hablo sobre muchas cosas de la vida, sobre muchas cosas de la traición, la mentira. Le dedico muy poco al amor, pero no porque no crea en el amor, simplemente porque hay otras cosas que me atraen más para escribir. Y es que en la poesía encontré un cable a tierra también. Encontré una buena descarga de cómo con metáforas puedo decir cosas que siento y a veces si las digo tal como las siento, puede que suenen un poco agresivas, entonces las disfrazo con metáforas.

APU: Estas organizando combates y eventos, como el espectáculo del otro día. Hay boxeadores jóvenes, mucho nivel. Pero si pensaras en tu carrera, en tus inicios, ¿hay algo que te duele por cómo se dio, en términos de la industria del boxeo, del negocio y demás? Que no te gustaría que le sucediera a un joven hoy.

SM: Claro, sabes qué pasa, en su momento me dolieron un montón. Y hoy me doy cuenta que ese es el camino, que no son las piedras del camino. Uno a veces cuando cree que tiene piedras en el camino, no se da cuenta que ese es el camino. Y ese es el crecimiento, que hay que saber enfrentarlo. Y aunque no lo superes, pero ya lo enfrentaste, vas a ser otra persona cuando salgas de ese problema. Superado o no, vas a ser otro. Y ahí eso ya es crecimiento.

Yo, en el año 1998, tuve cerca de 30 suspensiones, aplazamientos de combates y antes del año 2000 el pesaje oficial de combate se hacía el mismo día de combate. Y yo, como era preliminarista, me pesaba entre la una y las dos de la tarde y mi combate iba a entre las ocho y las nueve de la noche, es decir, muy poco tiempo de recuperación. Combatía en peso welter. Me costaba horrores dar el peso. Treinta veces que me dijeron “vení el sábado que viene, que tu rival viene”. Y era mentira, no iba a venir el rival. Yo me di cuenta de eso, que era tremendamente doloroso.

Muchas veces creí que no era necesario. Y hoy me doy cuenta de que digo “uf, cómo me ayudó eso”. Porque después, cuando fui campeón del mundo, cuando estaba buscando campeonatos, me di cuenta de que la lucha arriba es mucho más dura. Y hay veces que tampoco depende de uno, tampoco depende de uno… Uno tiene que aceptar que si viene un camión te va a chocar. Y lo ves venir y decís “vale, lo acepto, viene el camión” y me tiene que chocar y trato de que no me mate. En todo caso, trato de que no extermine lo que yo soy como deportista. Y claro, me di cuenta de que si no tenía lo que me pasó al principio no iba a ser lo que soy hoy. Es como uno cuando es niño, cuando aprende a caminar. Se cae una vez, dos o tres, se cae mil veces y se golpea mil veces. Pero uno no se cuestiona. Cuando uno es bebé, niño pequeño, no se cuestiona el no. Voy a intentar caminar, aunque me caiga mil veces más. Lo mismo tiene que pasar con el boxeo.

Me golpeo, me golpean, me dan palos, pierdo, me toca perder. Y si yo aprendo a capitalizar eso y a saber canalizar eso. Bueno, lo hago. Entreno más duro, perdí. Entrenaré más duro para ser en la próxima pelea una mejor versión de lo que soy hoy. Todo eso te termina ayudando, o sea que a los jóvenes si les caen palos, lamento decirles que lo tienen que agradecer, porque si no tienen ningún inconveniente, si no tienen ningún problema en la vida, es porque no les pasa nada. Y cuando no te pasa nada no vas a crecer jamás.

APU: ¿Cómo ves las peleas que se están dando entre youtubers y boxeadores o inclusive figuras públicas?

SM: Me parece espectáculo, pero necesario. Muy bueno. Es positivo. La gente sigue muchísimo más a un youtuber que a muchos boxeadores. Te estoy hablando de campeones, súper campeones. No sé cuántos seguidores puede tener Yao Cabrera, pero estoy seguro que tiene más que Tyson Fury, que es campeón mundial de los pesos pesados y es uno de los tipos más exitosos del boxeo. Estoy seguro. Tranquilamente puede tenerlos. Entonces eso es difusión mediática para el boxeo. Es promoción. No deja de ser más que eso. Hay que darle la bienvenida, porque si no le damos la bienvenida nos vamos a enojar y se nos va a atragantar. Así que más vale darle la bienvenida, aceptar como viene y tratemos de acoplarnos a lo que hay.

Por Agencia Paco Urondo

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