Naoya Inoue, el mejor boxeador del mundo

Por Daniel Guiñazu – Pagina 12

El japonés Naoya Inoue llenó, acaso, el último formulario que necesitaba para ser considerado como el mejor boxeador del mundo en la actualidad. Durante la mañana argentina y en Saitama (Japón), derrotó por nocaut técnico al minuto y 24 segundos del segundo round al filipino Nonito Donaire y se quedó con tres de las cuatro versiones del campeonato mundial de los gallos. Inoue ya era el monarca para la Asociación y la Federación y desde ahora, también concentra el título del Consejo. Pero no es eso lo que verdaderamente llama la atención.

Con 29 años de edad e invicto en 29 peleas con 23 triunfos antes del límite, por algo a Inoue lo llaman “el Monstruo”. Impacta su avasallante manera de estar sobre los rings. No les gana a sus adversarios, los tritura. Les pasa por encima con una mezcla imparable de determinación, agresividad, velocidad, precisión y contundenciaTodas estas virtudes le cayeron encima a Donaire, una leyenda del boxeo filipino de 39 años y 20 temporadas como profesional que quiso pelear de igual a igual y terminó arrasado en menos de 5 minutos. Como si fuera un novato y no un gran boxeador que se consagró campeón del mundo en cuatro divisiones diferentes (mosca, supermosca, gallo y supergallo).

Inoue y Donaire ya se habían enfrentado en noviembre de 2019. Hicieron un peleón que ganó Inoue con mucho sufrimiento. La pandemia dilató la concreción de la revancha y recién este martes volvieron a verse las caras. Se intuía otro combate parejo, de pronóstico reservado. Pero no hubo pelea. Inoue (53,524 kg) volteó a Donaire (53,410 kg) al final del primer asalto, le dio una paliza en el segundo y lo terminó noqueando con una izquierda cruzada. Donaire cayó de espaldas a la lona y cuando trató de incorporarse, el árbitro canadiense Michael Griffin se apiadó de él y le evitó la ejecución final.

En el primer nivel mundial, no hay un boxeador con el explosivo poder de definición que tiene Inoue. De sus últimos diez rivales, sólo Donaire aquella vez pudo terminar en pie. El resto fue barrido del mapa sin miramientos. En su octava salida profesional, el 30 de diciembre de 2014 se cruzó en su camino el chubutense Omar Narváez que fue a Japón a defender el tíitulo supermosca de la Organización. E Inoue lo partió al medio. Lo derribó dos veces en el primer round y dos más en el segundo antes que Narváez, sabiamente decidiera abandonar el pleito para proteger su integridad física.

El Monstruo japonés saltó en 2017 del peso supermosca al gallo para quedarse con los títulos de la Asociación y la Federación. Ahora tiene también el del Consejo y le apunta al de la Organización, que ostenta su compatriota John Riel Casimero. Pero sus manejadores no descartan llevarlo a supergallo (55, 524 kg) para desafiar al estadounidense Stephen Fulton, campeón del Consejo y la Organización o al uzbeco Murodjon Akmadaljev, que manda en la Asociación y la Federación. Inoue fue campeón mundial minimosca y supermosca, ahora lo es del peso gallo y puede subir de categoría sin perder velocidad y potencia. Es un portento físico y boxístico. 

Dos veces, en 2020 y 2021, defendió sus títulos en Las Vegas y en ambas ganó por fuera de combate. Pero a las grandes empresas promotoras y a los grandes jefazos de la industria de la televisión estadounidense no les interesa tanto las categorías chicas. A lo sumo, para darle cabida a los peleadores mexicanos. El negocio más rentable de los últimos tiempos es el azteca Saúl “Canelo” Alvarez que genera millones de dolares en cada presentación. Todos van a comer a sus manos. Pero Inoue no se hace problemas. Tiene de su lado a la poderosa televisión japonesa. Y desde ese plataforma irradia al mundo su grandeza.

Porque si “Canelo” Alvarez es el mas lucrativo, el ucraniano Vasily Lomachenko, el más hábil y talentoso y Terence Crawford, Errol Spence y Gervonta Davis los más destacados de los Estados Unidos, desde la mañana de este martes, Naoya Inoue ratificó que él es más que todos ellos: es el mejor del mundo. Hasta que aparezca alguien, no se sabe cuando, que demuestre todo lo contrario.

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