¿QUIÉN FUE EL MEJOR BOXEADOR ARGENTINO?

Por El Gráfico

“El mejor boxeador de la historia argentina es un negrito que vino de Caleta Olivia”, le dijo Jorge Locomotora Castro a El Gráfico. Después empezó a reírse, pero no se amedrentó. En todo caso, concedió: “También Matthysse”. Lejos del ego, otros colegas suyos y periodistas especializados en boxeo hablaron sobre quién fue para ellos el mejor o el que más les gustó en este deporte y por qué. De ahí se desprendió que la leyenda de Carlos Monzón, a poco de haberse cumplido veinte años de su muerte (el 8 de enero pasado), sigue intacta. Su figura emerge grandiosa no sólo por las victorias, sino por lo que significó más allá del ring. Para algunos, la elección tuvo que ver con una división entre “los de antes” y “los de ahora”. Para otros, bastó con la evidencia de los números. No faltaron quienes resaltaron que ser el más ganador no es lo mismo que ser el mejor. Hubo quienes aludieron que la elección es un todo: técnica, victorias, entrenamiento y personalidad. Y a otros les alcanzó con la nostalgia de lo que escucharon en su infancia, a la que pusieron nombre y apellido. Nicolino Locche, por ejemplo.

Poco antes de partir hacia la ciudad japonesa de Osaka, donde perdería su título supermosca de la OMB ante el local Naoya Inoue, Omar Narváez le contestó a esta revista: “El mejor es Lucas Matthysse. Porque tiene una mezcla de técnica, inteligencia y fuerza que lo destaca del resto. Es completo”. Y agregó: “Además, no se le puede pegar fácilmente”.

Para Narváez, “pocos son los boxeadores argentinos” que lo han impresionado. “En algún momento me gustaba mucho Pablo Chacón, porque era técnico y fuerte, algo parecido a Matthysse, pero no tan completo”, ejemplificó. Y después: “En nuestro país hubo y hay boxeadores muy diferentes. Algunos son buenos pegadores, otros tienen guapeza. Pero ninguno puede reunir todos los atributos que tiene Lucas”.

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El inolvidable Gustavo Ballas
“Carlos Monzón fue el que más trascendencia tuvo en nuestro país, pero el que más me gustó fue Gustavo Ballas”, sintetizó el ex campeón mundial Sergio Víctor Palma. Y remarcó: “Ballas, lejos. Tuvo la desgracia de las drogas, que le costó su campaña. Pero lo que hizo, lo hizo muy bien”.

Tras esto, comparó: “Gustavo tenía una defensa muy buena, muy lucida, pero además sabía atacar, y el boxeo es ataque. Era elegante en sus gestos, en todo lo que hacía. Eso tiene que ver con la etapa que le tocó. Monzón, no. Cuando Monzón hacía algún movimiento, con su cuerpo desgarbado, no se lucía. Por eso no tiene elogios como boxeador elegante. Simplemente porque no lo era. Pero era eficaz: tenía un objetivo concreto y hasta que no lo conseguía no paraba”.

Para Palma, “la elegancia de Ballas sólo era comparable con la de Uby Sacco”. Luego apelará a la historia y apostará al decir que “seguro que la mayoría también va a nombrar a Nicolino Locche, porque era el campeón de las abuelas y las tías y los niños”.

Por Uby Sacco también apostó el periodista especializado y socio de Uperbox, Oscar Cacho Lemos. “Dejando de lado el corazón, que me hace recordar la increíble historia del pesado Luís Angel Firpo como primer argentino que disputara un título del mundo; de la máquina de pegar que fue nuestro primer campeón, Pascual Pérez, del histriónico y ejemplar único como Nicolino Locche en sus recordados shows de entre casa de los sábados a la noche en el Luna, del frío, implacable y dueño de estadísticas supercontundentes, Carlos Monzón, o de guapos como Galíndez, Bonavena, o el Roña Castro, quienes dejaron historias que se recordarán por siempre, mi número uno es Ubaldo Néstor Sacco”, dijo. “Marplatense, ex campeón del mundo de los superligeros, lo tenía todo: talento, exquisitez, técnica, pegada justa y determinante, dominador de los tiempos y de las distancias para transitar los combates a su comodidad, o de decidir cuándo era necesario ser calculador o de ir al frente, demostrando ser práctico e ingenioso ante cualquier estilo de púgil al que le tocara enfrentar.

Un fenómeno, genuino espécimen de una estirpe de boxeador que parece extinguido en la Argentina. Claro que su poco afecto a las exigencias de un entrenamiento que requería su nivel de primerísima figura internacional, y su rebeldía para transitar su vida privada, con  excesos irreversibles, hicieron que derrochara sus posibilidades de un reconocimiento unánime. Tuvo vuelo alto, pero muy corto, aunque inolvidable”, sintetizó.

Sacco, un Maradona del boxeo
“El Maradona del boxeo”, sostuvo el periodista Walter Nelson al referir, también él, a Uby Sacco.

“Me gustó más que Monzón, que para la mayoría será el mejor porque se retiró campeón en una categoría tan importante como la mediana. Pero Sacco me llenaba los ojos. Era sensacional. Sobre el ring, sabía todo. Tenía mucho carisma, justeza en los golpes, gran manejo de la distancia. Pero lamentablemente tuvo una carrera corta por su adicción. Falleció a los 42 años. Fui muy amigo suyo. Era un tipo rebelde”, describió.

Luego agregó que “le faltó más profesionalidad, porque contaba con unas condiciones técnicas y físicas notables. Practicaba todos los deportes: era buen nadador y jugaba muy bien al fútbol. Además tenía un físico privilegiado. En algún punto también había un parecido con Maravilla Martínez, porque no era de la media, no venía de una familia marginal, vivía con sus padres, tenía una pinta bárbara… todas las condiciones como para ser ídolo. Creo que lo mató vivir en Mar del Plata, porque allá tenía una junta que no lo ayudaba. Su papá me decía que lo convenza para que se fuera de ahí. El recordado Horacio García Blanco era un enfermo fanático de Sacco”.

“El mejor boxeador argentino, sin dudas, fue Carlos Monzón: por jerarquía en el alto nivel. Es uno de los diez mejores peso mediano de todos los tiempos. Y eso lo dice todo”, resumió el periodista Walter Vargas. Pero enseguida habló de gustos. Y sin saberlo, hizo la misma comparación que su colega Walter Nelson: “El que más me gustó fue Gustavo Ballas. El Maradona del boxeo. Una maquinita de boxear, dominar, brillar y gustar. Tuve la dicha de verlo diez, quince veces en su esplendor. Después se malogró, por razones que ya sabemos”.

En la misma línea futbolera, Vargas añadió que “otro que se malogró, cuando tenía todo para ser crack, fue Walter Crücce. No tuvo ni determinación, ni disciplina, ni ganas, ni fuego. Un caso parecido a Borghi en el fútbol”.

“El más grande e indiscutible, y por sobre todo, emblemático, fue Monzón, porque ganó en una época en donde aún no se había ganado nada acá, casi. Fangio, y un par de boxeadores como Pascual Pérez, Locche y Accavallo, pero todos ‘chicos’, y en general, peleando mucho de local, como Nicolino. Monzón fue el primer campeón grande, el símbolo del boxeo fuerte, porque Pascualito era mosca. Monzón ganaba afuera, en Europa, aunque en ese entonces la gente no sabía que el nivel europeo era inferior al nuestro y que la meca era Estados Unidos. Bah, se sabía, pero la prensa no lo decía, sino que hacía creer que cada triunfo de Monzón era ante un monstruo, y no era así. Agarró la época más débil de la categoría mediano y la supo aprovechar, pero su imagen temeraria compensaba todo”, resumió otro periodista especializado, Gustavo Nigrelli. Y continuó, preparando la polémica: “Acá Monzón no era ídolo, y cuando viajó a pelear por el título mundial, pese a que tenía como 80 peleas, era un desconocido que aburría a todos, y ni a palos llenaba el Luna. Luego tampoco se convirtió en ídolo. Monzón fue más que nada temido, respetado, admirado, pero no ídolo. Era demasiado arisco como para serlo. Pero fue el más grande, más que nada por ser el primero que instaló presencia temida en los rings de afuera”.

Después Nigrelli fue hacia un perfil más  vinculado a lo personal: “El que a mí más me gustó, y con quien más me llegué a identificar, fue Alfredo Horacio Cabral, que murió en un accidente automovilístico antes de ser campeón mundial, cuando seguramente lo iba a ser. Un indio. Cuando él peleaba, yo sentía que el que estaba peleando era yo, porque ejecutaba las acciones que hubiera ejecutado yo. Y aunque si alguna vez tuve un ídolo, que era Bonavena, Cabral generaba en mí empatía sobre el ring como ningún otro”. Y luego: “El mejor, técnicamente, y resumiendo todos los conceptos boxísticos, pese a su perfil bajo, es sin dudas Omar Narváez. Numéricamente, como ejemplo, entrenamiento, profesionalidad, seriedad, inteligencia, sabiduría, todo. Es el resumen, aunque no pega, más que nada porque su mano fuerte, la izquierda, la tiene lesionada hace varios años por un accidente motociclístico, de sus pocos vicios”.

Imagen La Pantera Saldaño. "Ese llenaba el Luna Park" afirmó Castro.

La Pantera Saldaño. “Ese llenaba el Luna Park” afirmó Castro.

Demasiado ego

Su humorada inicial, Locomotora Castro la justificó diciendo que él “era guapo de verdad”. Después, a lo Riquelme, utilizó la tercera persona para hablar de sí mismo: “No vi a nadie como él. Matthysse también. Pero guapo como Locomotora no vi. Me gustan todos los boxeadores. No desmerezco a nadie. Pero más me gustan los que tienen guapeza. Igual que a los espectadores, que les gustan los guapos, los que van al frente. Hoy en día son más técnicos”.

“Yo no era un gran boxeador, pero era guapo, iba al frente. Me gustaba que me peguen. Hoy veo las peleas y hay cada uno… A mí me encanta cómo boxeaba yo. Todavía veo aquellas peleas del Negro Castro. Eso es amor propio”, aclaró.
En su memoria, sin embargo, hubo espacio para el elogio a otro colega: “Mi ídolo desde siempre era La Pantera Tucumana, Horacio Saldaño. Ese llenaba el Luna Park. Tenía técnica. Pegaba. Daba espectáculo. Cuando subía al ring, la gente se quedaba asombrada”.

“Yo te voy a decir quién fue el que más me gustó a mí, que tal vez no fue el mejor”, dijo en tono de suspenso el ex campeón mundial Marcelo Domínguez. “Porque Monzón, numéricamente, fue el mejor. También Narváez, pero no creo que esté a la altura de Monzón. A mí, quien más me gustó fue Santos Laciar. A ese no te lo ibas a llevar por delante. Pero depende de la época. Yo te hablo de lo que vi”.

“Sacco me gustaba por su desfachatez arriba del ring y porque, además, boxeaba bien. Me parecía muy completo. Pegaba, sabía esquivar los golpes. Y otro que también me encantaba era el zurdo Julio César Vásquez”, agregó.

Siempre Monzón
Para el ex campeón mundial de la AMB Raúl Balbi la leyenda de Monzón puede más. “Sin dudas, el mejor fue Monzón. Peleó con los mejores y en el auge del boxeo. Por eso es incomparable. Porque antes era boxeo de verdad, como el fútbol”, respondió. Y ejemplificó con nombres de otra pasión argentina: “Comparan a Messi con Maradona. Y Maradona era un monstruo. Ese era de verdad. Messi es el mejor hoy, pero Diego jugó en el fútbol de verdad, lesionado, con todos los monstruos. No hay comparación. En boxeo pasa lo mismo. Si hoy Monzón le llega a pegar a cualquiera que se le ponga enfrente, lo destruye. No lo podía aguantar cualquiera”.

“Monzón marcó una época. Porque, además, estaba metido en la farándula, con Susana Giménez. Estaba más allá del boxeo. Abarcaba todo. Fijate que todavía se sigue hablando de él. Y siempre se va a hablar de él. Imaginate si estuviese vivo lo que sería. Hay tipos que nacen para eso. ¿Te lo imaginás a Maradona boxeador? Un Durán, sería”, dijo.

Para Balbi, de todos modos, la grandeza no es sólo un producto del pasado. “Ahora también hay grandes boxeadores, que están a la altura de los mejores de todos los tiempos”, opinó. “En los últimos años aparecieron Lucas Matthysse, Sergio Maravilla Martínez y el Chino Maidana. Y marcaron la diferencia por encima de los demás. Simplemente porque son figuras internacionales y pelearon en los estadios más grandes de los Estados Unidos. En la meca misma del boxeo. No cualquiera pelea de fondo en el Madison Square Garden, como hizo Martínez”, ejemplificó.

Luís Carlos Abregú prefirió dividir la pregunta en épocas: los de antes y los de ahora. No dudó al elegir a Monzón y Maravilla Martínez: “En los viejos tiempos estaban todos los grandes. Y entre ellos se destacó, lejos, Monzón, porque peleó con todos y les ganó. Además, llenaba estadios y era ídolo tanto en la Argentina como en otros países. Inclusive, los argentinos viajaban para verlo. Tal vez las nuevas generaciones no estén tan al tanto de lo que significó Monzón”. Y enseguida: “De los de ahora, uno de los más grandes es Maravilla Martínez, porque ganó todo. A grandes campeones como Pavlik, Williams. Boxeadores difíciles. Y siguió ganando. Hasta que lo venció la edad”, explicó.

Imagen Locomotora Castro, principal sostenedor de su candidatura, ya que le encantaba su guapeza.

Locomotora Castro, principal sostenedor de su candidatura, ya que le encantaba su guapeza.

De Locche a Mattthysse y Narváez
Para Abregú, Locche podría también ser uno de los mejores de todos los tiempos de no ser por diversos factores: “Me gustaba mucho. Veo los videos de sus peleas en YouTube y es increíble cómo esquivaba los golpes. Nadie los esquivaba como él, que, además, era un gran showman. Si lo pienso otro poco, fue mejor que Monzón y Maravilla. Porque daba más espectáculo. No fue más grande porque tal vez no tuvo el apoyo suficiente, pero no hay dudas de que tenía talento como para llegar más lejos”.

Martín Coggi, hijo de quien fuera tricampeón mundial welter, se encolumnó entre los que mencionaron a Monzón. “Porque peleó siempre afuera. Me hubiese gustado verlo personalmente. Es, lejos, el más grande que tuvo la Argentina”, le comentó a El Gráfico. “Mi viejo siempre me habla de él. Me hubiese gustado que sea contemporáneo de, quizás, los mejores medianos de la historia, como Hearns, Hagler. También Martillo Roldán hubiese sido un excelente campeón del mundo y como le tocó contra los mejores, no pudo serlo”, añadió.

“Como me crié entre boxeadores, se me hace difícil separar el sentimiento al hablar de muchos a los que quiero. Como el Zurdo Vásquez, Marcelo Domínguez. Son campeones. El Zurdo peleó contra los mejores. Fue grande en una división difícil. Cuando sale campeón en diciembre del 92 yo tenía 9 años y era la mascota del grupo. Estaba en el hotel Cosmos con ellos. Eramos un gran equipo. Veía más a Vásquez, al Roña Castro y a Carlitos Salazar que a familiares directos. Siento nostalgia por aquella década hermosa”, recordó.

De todos modos, Coggi se aleja de la nostalgia y habla del presente: “De los de ahora, no hay que olvidarse de Maravilla Martínez, que se debería despedir a lo campeón. Porque fue él quien volvió a poner al boxeo argentino en un lugar que siempre tuvo que tener”.

La Joya Diego Chaves fue otro que se jugó por Monzón. “Por más que aún haya quienes lo nieguen, yo creo que no hay dudas de que fue el mejor”. Y explicó: “Porque manejaba la situación en el ring: lo caminaba como nadie y sabía tomar distancia del rival. Además, tenía una pegada tremenda ¡tremenda! Y su estampa, claro”.

Para Marcela La Tigresa Acuña también hay que dividir en etapas antes de hacer una apreciación semejante. “De una de ellas, Carlos Monzón. Por su gran boxeo, su capacidad y, obviamente, por lo que movía a su alrededor. Quedó en la gente para siempre. Traspasó lo deportivo, estuvo en todos lados, incluyendo la actuación y la farándula”, opinó. Como también cree que “de los actuales, el mejor es Omar Narváez, un ícono de estos tiempos para nuestro boxeo. Es casi una leyenda viviente del boxeo argentino”. Y sumó: “Hace muchos años que tiene vigencia. Su estilo es muy bueno. Pocos pudieron descifrarlo. Y la cantidad de defensas que cumplió hacen que haya dejado atrás hasta a los más grandes”.

No tardará La Tigresa en repartir méritos al realizar otras menciones: “Como argentina y amante del boxeo, trato de seguir a todos los campeones mundiales de nuestro país. Soy de apreciar las técnicas de cada uno. Maidana es, sin dudas, otro de los más nombrados de estos tiempos y conocidos por su gran pelea con Mayweather. Matthysse es otro gran boxeador, de quien no dudo que volverá a ser campeón mundial”.

¿Cómo elegir a uno si fueron tantos? Y buenos, además. ¿Por quién optar cuando se sabe que un boxeador es mucho más que lo que se ve sobre el ring? La historia de nuestro boxeo nos llena de certezas y de dudas a la vez. No sólo porque hubo grandes de verdad, sino porque cada vez son más quienes se suman al listado de esos elegidos.

Carlos Monzón sigue vivo. Simplemente porque el mundo del boxeo no lo olvida y aquel que escapa al olvido, dicen, vive para siempre. Los más jóvenes lo recuerdan o lo imaginan por lo que les contaron; los más veteranos –aquellos que lo vieron pelear– lo destacan por sus triunfos sobre el ring y su presencia en la vida diaria nacional. Fue actor, protagonista de las noticias del corazón y, como si fuera poco, tuvo una muerte trágica, algo que siempre engrandece los mitos. Nació el 7 de agosto del 42, empezó a boxear en los 60 y llegó a la cumbre mundial en los 70, sus años de oro. En los 80, vivió de lo que fue y terminó en la cárcel por el asesinato de su pareja, Alicia Muñiz. El año 1995 empezó conmoviendo a los argentinos con su fallecimiento en un accidente automovilístico en una ruta de Santa Fe, cuando gozaba de una salida transitoria. Nació la leyenda.

Pero el boxeo argentino tiene otros nombres relevantes. Palma, el Zurdo Vásquez, Locomotora Castro, Coggi, Sacco, Ballas, Laciar, Narváez, Maravilla Martínez, Maidana y Matthysse son algunos. Antes, Locche, Accavallo, Pascual Pérez, Firpo, Bonavena. Y más.

Lo interesante es que en el ambiente casi nadie se quedó atado a la nostalgia, algo que muchas veces se impone. Por el contrario, la mayoría de los consultados apostó por el presente y el futuro. Esa apuesta pone en evidencia que el boxeo no está muerto, sino todo lo contrario.

En tanto, la lista de grandes boxeadores es enorme. ¿Cómo elegir a uno solo?

Por Alejandro Duchini. Fotos: Archivo El Gráfico

Nota publicada en la edición de febrero de 2015 de El Gráfico

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