Una injusticia con Maravilla Martínez, el punto de partida de su histórica pelea con Chávez Jr.

El 20 de noviembre de 2010, Sergio Martínez dejó atónito al mundo del boxeo noqueando de una manera brutal al norteamericano Paul Williams en Atlantic City. Esa definición para retener el cinturón mediano del Consejo Mundial de Boxeo lo catapultó al podio de los mejores púgiles. Después de tanto batallar, recién a los 35 años el quilmeño conseguía un notable éxito deportivo que le permitiría recaudar buen dinero en los siguientes desafíos. Pero en la industria no tenían los mismos planes que Maravilla.

Semanas después de aquella resonante victoria, el Consejo Mundial lo nombró campeón Emérito y Embajador de Buena Voluntad y Paz. Un título pomposo que lo ascendía, supuestamente, a la consideración de “súper campeón” pero que en realidad ocultaba otras intenciones. La maniobra orquestada entre el organismo internacional y la cadena televisiva que por aquellos años dominaba las transmisiones del boxeo mundial buscaba instalar en los primeros planos a otro boxeador: Julio César Chávez Jr., hijo del boxeador mexicano más importante de la historia.

 

A Sergio Martínez le quitaron el tradicional cinturón verde esmeralda y el camino quedó liberado para que el protegido Chávez Jr. obtuviese el título oficial de una manera sencilla. Maravilla era el mejor arriba del ring, pero ya no era el campeón regular.

 

Maravilla Martinez

Tantas injusticias lo llevaron a sacar armas que hasta ese momento ni siquiera él sabía que tenía. Provocador, desafiante, se enojó y empezó a decir que no ante los dueños del deporte, involucrándose en una batalla que arrancó mucho antes de la pelea con Chávez Jr. del 15 de septiembre de 2012.

 

Otro aspecto determinante fue la construcción de un nuevo Maravilla, el mediático. Un plan llevado a cabo en innumerables entrevistas donde sobresalía el carisma, expresiones infrecuentes en otros deportistas y una historia de superación prolijamente relatada sobre su desconocido pasado en España. Sumado a su participación en el “Bailando por un sueño” de Tinelli, se formó un combo que llamaba la atención de todos y lo posicionó de la noche a la mañana en una figura popular de nuestro país.

El aspecto deportivo nunca estuvo descuidado. A la par de la lucha por obtener el duelo con el mexicano, Maravilla Martínez no dejó de someterse a entrenamientos muy exigentes, a veces sin tener en cuenta los riesgos de lesiones que fueron apareciendo. “El combate fue lo más liviano, lo duro fue lo anterior, todo lo previo para concretarlo”, recuerda Sergio de esos casi dos años de disputas legales, deportivas y mediáticas.

 

El 15 de septiembre se fijó en el calendario para dirimir todas las diferencias arriba del ring. En el Thomas and Mack Center, los 6 mil argentinos que invadieron Las Vegas le disputaron el sonido del estadio a la mayoría norteamericana. Lo que sucedió en los doce asaltos es más conocido.

El argentino, con un trabajo de demolición, minimizó a un boxeador que llegaba invicto en 47 peleas. Chávez no lograba entrar en pelea, fue un paseo, hasta que inició el último round. La electrizante duodécima vuelta, esa que le dio la épica a la contienda y un lugar en la memoria popular. Chávez Jr. lo puso al borde del nocaut. A Martínez se le apagaron las luces, pero no los recursos, fundamentalmente el corazón. Desoyó el recordado “salí de ahí Maravilla” del relator Walter Nelson y se prendió en el dar y recibir. Resistió hasta el final para ganar por puntos y volver a tener el cinturón entre sus manos.

La pelea fue un antes y un después para los dos. El declive de Chávez Jr. fue inmediato. Depresión, problemas para dormir, consumo de drogas e inconvenientes con el alcohol. Si bien continúa boxeando, su récord desde ahí acumula 5 caídas en 12 peleas, el hijo de la leyenda nunca recuperó un nivel destacado. Esa derrota fue el punto final de lo que se vislumbraba una exitosa carrera profesional.

 

Maravilla Martínez tampoco volvió a ser el mismo. Atravesó ese combate con una lesión en la mano y otra muy seria en su rodilla, limitándolo considerablemente en sus luchas posteriores y provocando ponerle fin a su carrera por varios años.

La revancha nunca se dio por más que se intentó en diferentes momentos. Y ya no habrá una segunda parte. Queda grabada esa lucha icónica para la historia del boxeo argentino.

El guión fue soñado. Tanto es así que, en su siguiente combate, el fenómeno Maravilla Martínez colmó el estadio de Vélez.

Pasaron 10 años del duelo ante Chávez Jr. y por más que le pidan que salga de ahí, el recuerdo de todos sigue estando muy presente.

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