La curiosa historia de un bravo campeón de Kirguistán, fanático de Natalia Oreiro y que busca el reconocimiento del boxeo mundial

Por Osvaldo Principi – La Nación

Siempre hubo muy buenos boxeadores con títulos mundiales en su haber y ponderables logros estadísticos que necesitaron imperiosamente de una gran victoria para hacerse conocer. Y una vez conseguido ese objetivo, debieron esforzarse constantemente para llamar la atención. Muchas veces quedaron a mitad de camino en cuanto a sus “amoríos” con la tribuna y los expertos del pugilismo.

Nadie aceptó al inglés Randy Turpin cuando batió al notable campeón norteamericano Ray “Sugar” Robinson en 1951 y meteóricamente fue presionado a otorgarle una revancha, que perdió ese mismo año. Agobiado por las deudas y el olvido, Randy se suicidó en 1966, dos años después de su retiro.

Dmitry Bivol expondrá la corona ante el mexicano Gilberto Ramírez, en Abu Dhabi
Dmitry Bivol expondrá la corona ante el mexicano Gilberto Ramírez, en Abu Dhabi

Ken Norton, un marino mercante de San Diego (California), fracturó la mandíbula de Muhammad Alí al batirlo por puntos en 1973 y fue obligado a volver a pelear con “El más grande” en 1973 y en 1976, perdiendo por puntos en polémicos veredictos. Nunca fue elegido como protagonista. Siempre fue designado como oponente. Por eso. perdió con George Foreman, Larry Holmes y Ernie Shavers, careciendo de “protección” y padrinos para armar una carrera popular.

Hay decenas de ejemplos. Y uno de ellos es Dmitry Bivol, nacido en Kirguistán, con familia rusa y radicado en Indio (California), quien desde 2016 posee la corona mundial semipesado (AMB). Bivol representa esa raza constituida por muy buenos boxeadores carentes de elogios pomposos y poco relacionado con la fama. Necesitó una decena de victorias titulares para alcanzar su noche soñada y batir al divo de estos días: el mexicano Saúl “Canelo” Álvarez, en mayo último. Sin embargo, su “gloria” no despertó mayor interés.

Esta noche expondrá el cetro en un desafío trascendente, pero sigue sin seducir a la gran industria de este espectáculo. Peleará con Gilberto Ramírez, mexicano, invicto ex campeón de los supermedianos y una de las atracciones máximas del boxeo latino. Invicto, con 44 victorias (30 KO) y una temible pegada en su mano izquierda. La pelea de 12 rounds se llevará a cabo en el Etihad Arena, de Abu Dhabi, Emiratos Arabes, en donde el boxeo dejó de ser novedad, y será emitida por el sistema de streaming pago DAZN desde las 14.30 de la Argentina.

En caso de ganar –es favorito según el criterio de LA NACION–, deberá volver a enfrentar a “Canelo” Alvarez cuando éste lo decida tras la recuperación de su mano operada. El mexicano ostenta una marca de 58 victorias (39 KO), dos empates y dos derrotas.

Dmitry Bivol al ataque en su victoria sobre Canelo Alvarez
Dmitry Bivol al ataque en su victoria sobre Canelo Alvarez

Bivol, extremadamente serio y de sonrisa difícil, de 31 años y con 23 victorias consecutivas (12 KO), nos comentó lo siguiente sobre Argentina: “Sé de la violencia en las calles de Buenos Aires y soy fanático de Natalia Oreiro (modelo, actriz y cantante uruguaya). Vi todas sus novelas con mi familia en Rusia y la admiramos. Es mi referente sobre su país”.

Hoy afrontará un match inquietante. Recomendable. De los mejores del momento. Boxea muy bien. Prolijo y de estilo clásico. Es efectivo y anuló por completo a Canelo cuando lo derrotó amplia e inobjetablemente. Sin embargo, su estatus de emblema deportivo ruso no lo eyecta a la velocidad que merece. Está lleno de objeciones en estos tiempos reservados para otro tipo de pugilistas. Tan talentosos como él, pero mucho más comerciales. Amenazantes, parlanchines y pronosticadores de KO no siempre exactos.

La historia repite estos personajes y Bivol asumirá un protagónico merecedor de mayor atención, luces y propaganda. Justificó todo lo logrado sin recibir ayuda alguna para vencer a los mejores en su peso. No necesitó de fallos localistas ni de favores reglamentarios. Todo ha sido por mérito propio. Por eso, el cotejo de hoy ennoblece la valía que realmente tiene su campaña.

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