Por\u00a0Nahuel Gallotta | clarin.com<\/p>\n
Adri\u00e1n Torrez (28) sale del lugar al que no quiere volver. Sale como cualquier laburante: a las siete de la ma\u00f1ana, con fr\u00edo y con cara de dormido. Camina cien metros y se sienta a esperar la “Trafic” que lo llevar\u00e1 a Liniers. Al final del d\u00eda, a las 23:30, deber\u00e1 “reintegrarse”. Ese es el t\u00e9rmino en la jerga de uno de los dos ambientes de Adri\u00e1n. Uno es adentro; el otro, afuera.<\/p>\n
\u00bfDurante el d\u00eda pens\u00e1s que a la noche volv\u00e9s?<\/strong><\/p>\n -No, ni lo pienso. Es algo que no se me pasa por la cabeza de lo metido que estoy en lo m\u00edo. Subo a la camioneta, pago el boleto y se me cambia el chip.<\/p>\n \u00bfY c\u00f3mo es volver?<\/strong><\/p>\n -Es la parte m\u00e1s triste de mi d\u00eda. Yo salgo y estoy recontra agradecido con la oportunidad; la valoro mucho. Pero volver, solo, por voluntad propia a encerrarte, es muy dif\u00edcil, muy triste. La m\u00e1xima motivaci\u00f3n es que cada vez falta menos para dormir con mi familia todas las noches, y no volver nunca m\u00e1s a un lugar as\u00ed.<\/p>\n La de Adri\u00e1n, en parte, es una historia como la de cualquiera: se levanta temprano, viaja m\u00e1s de una hora para hacer su trabajo.\u00a0Es boxeador profesional.<\/strong>\u00a0Su r\u00e9cord es de cinco triunfos y dos derrotas. Despu\u00e9s de almorzar, descansa en el club. El doble turno comienza a las 16. Al terminar, se duchar\u00e1 y dar\u00e1 clases a alumnos, siempre en el mismo lugar. Y s\u00f3lo le faltar\u00e1 cenar y regresar. A la c\u00e1rcel. Adri\u00e1n se pasa el d\u00eda afuera y a la noche regresa a la Unidad 19 de Ezeiza.<\/p>\n Pero antes, para llegar a esta situaci\u00f3n, pasaron cosas, muchas cosas.<\/p>\n Desde que pap\u00e1 hab\u00eda ca\u00eddo preso, las cosas fueron de mal en peor. Como mam\u00e1 no pod\u00eda mantener a todos sus hijos en la casa de la Villa 20, decidi\u00f3 que lo mejor era dividirlos. Adri\u00e1n ten\u00eda 12 a\u00f1os y lo mandaron a vivir a la casa de su abuela, en Rafael Castillo.<\/p>\n Ya instalado en La Matanza, todas los d\u00edas sal\u00eda a pedir pan, verdura y lo que pudiera rescatar para comer. Las mejores cenas de aquel 2001 fueron con la comida que hab\u00eda alcanzado a traer de los saqueos a mercaditos. Por las tardes iba a boxeo, en una asociaci\u00f3n de fomento del barrio. Se entrenaba usando las zapatillas entregadas por el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Ten\u00edan la firma de Carlos Ruckauf en la leng\u00fceta, con la frase “Buenos Aires para todos”.<\/p>\n “Yo estaba sufriendo de ac\u00e1 -dice Adri\u00e1n y se toca la cabeza, en el viaje de la c\u00e1rcel al entrenamiento-. Mi pap\u00e1 estaba preso, yo no pod\u00eda estar con mi mam\u00e1 y mis otros hermanos y en lo de la abuela a veces\u00a0com\u00edamos sopa de hueso pelado…<\/strong>\u00a0En ese momento de mi vida, por primera vez, el boxeo me daba puertas de descargo”.<\/p>\n Su primera exhibici\u00f3n fue en Castillo, a los 12 a\u00f1os. Antes, hab\u00eda comenzado a pelear en la escuela de Villa Lugano. Se agarraba a trompadas cada vez le recriminaban ser un “villerito de la 20”. En la de Rafael Castillo, lo mismo, pero cuando le dec\u00edan “cheto”, por ser de Capital Federal.<\/p>\n -\u00bfY c\u00f3mo es tener 12 a\u00f1os y que tu pap\u00e1 est\u00e9 preso?<\/strong><\/p>\n -Es algo que no se lo contaba a nadie. Me daba verg\u00fcenza. Crec\u00ed sintiendo la necesidad de afecto de mi viejo.<\/p>\n Pap\u00e1 estuvo dos a\u00f1os preso en Devoto.<\/p>\n “Hijos, los amo. Y les quiero pedir perd\u00f3n por lo que hice y por todo lo malo que ustedes tuvieron que pasar. Les prometo que no lo voy a hacer m\u00e1s”, les dijo arriba del rem\u00eds en el que lo hab\u00edan ido a buscar.<\/p>\n Adri\u00e1n regres\u00f3 a la Villa 20 y la familia volvi\u00f3 a estar unida. Su pap\u00e1 mont\u00f3 una carpinter\u00eda en el fondo y nunca m\u00e1s los dej\u00f3 solos. A Adri\u00e1n lo llevaba a todos lados: a comprar ropa de boxeo, al nutricionista, a los estudios m\u00e9dicos. Y lo acompa\u00f1aba, que era lo m\u00e1s importante. Pocos meses despu\u00e9s, con 15 a\u00f1os y 15 exhibiciones, sacar\u00eda la licencia como boxeador amateur.<\/p>\n En sus dos primeras peleas gan\u00f3 por KO. En la tercera, por puntos. En la cuarta, por abandono. Adri\u00e1n se entrenaba en un gimnasio de la villa y en la Federaci\u00f3n de boxeo. Adem\u00e1s, ayudaba a su pap\u00e1 en la carpinter\u00eda y se ganaba unos pesitos. Dos a\u00f1os despu\u00e9s alcanz\u00f3 las 35 peleas: 32 triunfos (5KO), 1 empate y 2 derrotas. El objetivo era llegar a 80 peleas y convertirse en boxeador profesional a los 21 a\u00f1os.<\/p>\n En el ambiente del boxeo se hablaba bien de \u00e9l. Pero las cosas nunca salen como uno las planea. A los 17 a\u00f1os sinti\u00f3 que con el boxeo no progresaba en lo econ\u00f3mico. Y la rutina cambi\u00f3: a la ma\u00f1ana corr\u00eda y hac\u00eda f\u00edsico y a la tarde practicaba la t\u00e9cnica y guanteaba. Pero\u00a0de noche, se rateaba de la escuela y con dos amigos se sub\u00eda a un colectivo y bajaba en alg\u00fan barrio de clase media o alta de la ciudad. A las horas volv\u00edan a la villa en un auto de alta gama<\/strong>.<\/p>\n Los robos no modificaron su vida deportiva. Se cuidaba igual que antes: dorm\u00eda ocho horas y no consum\u00eda alcohol, ni tabaco, ni drogas. Durante el a\u00f1o que se dedic\u00f3 a robar nunca falt\u00f3 a un entrenamiento. Los problemas que lo alejar\u00edan del boxeo surgir\u00edan en el barrio. En un enfrentamiento contra otra banda\u00a0recibir\u00eda un disparo en la espalda, a cent\u00edmetros del pulm\u00f3n<\/strong>. Desde ese d\u00eda no pudo volver a entrenarse. Y s\u00f3lo se dedic\u00f3 a los robos a mano armada.<\/p>\n A los 18 a\u00f1os ingres\u00f3 a la c\u00e1rcel de Ezeiza. En poco tiempo, y durante a\u00f1os, dice que fue un “chacal”. Aprendi\u00f3 a pelear con facas, comenz\u00f3 a fumar marihuana y vivi\u00f3 en los peores pabellones. En la celda individual hac\u00eda abdominales, flexiones de brazos y sombra. Pero en secreto; nunca dijo ser boxeador.<\/p>\n “Sinceramente, me pintaron los berretines y es como que me empec\u00e9 a curtir -dice Adri\u00e1n, ya cambiado para entrenarse-. Me olvid\u00e9 del boxeo. Ya pensaba como un delincuente. Pensaba en salir y volver a robar”.<\/p>\n Afuera de la celda individual, y a la vista de todos, lo \u00fanico que hac\u00eda era trotar en el patio y subir y bajar las escaleras del pabell\u00f3n. Eso le costar\u00eda caro.\u00a0En la jerga de la tumba “hacer gimnasia” implica que uno se est\u00e1 preparando para pelear<\/strong>. El efecto, es que los dem\u00e1s se “persigan”. Y antes de ser v\u00edctimas, prefieren atacar. Siempre en grupo, y Adri\u00e1n los sufri\u00f3. Pero las peores palizas que recibi\u00f3 fueron de los penitenciarios.<\/p>\n Esa condena dur\u00f3 m\u00e1s de tres a\u00f1os. Sali\u00f3 en libertad y dur\u00f3 quince d\u00edas libre. Ingres\u00f3 a Devoto y le unificaron las penas y lo condenaron a nueve a\u00f1os. Al tiempo lo trasladaron a la Unidad 9 de Neuqu\u00e9n, despu\u00e9s a la 5 de R\u00edo Negro. La esperanza aparecer\u00eda tras otro traslado. Al llegar, en 2012, a la Unidad 4 de La Pampa, Adri\u00e1n se encontr\u00f3 con un taller de boxeo.<\/p>\n Empez\u00f3 a pegarle a las bolsas, a hacer soga y a las pocos clases guante\u00f3 con un pampeano que en libertad hab\u00eda sido boxeador profesional. M\u00e1s adelante, el profesor y el director del penal organizaron una exhibici\u00f3n. Como ninguno de los internos quer\u00eda guantear con Adri\u00e1n, salieron a buscarle un rival “de la calle”. Y el d\u00eda de la velada, en la otra esquina, estaba Sergio Gil. Adri\u00e1n no sab\u00eda que su rival en el patio de la c\u00e1rcel ten\u00eda 12 KO y fecha para pelear por el t\u00edtulo argentino. Lo que s\u00ed sab\u00eda era que su pap\u00e1 estaba en camino. Se hab\u00eda subido a un micro solo para volver a ver pelear a su hijo.<\/p>\n A los d\u00edas, el director lo cit\u00f3 en su despacho. Le dijo que un promotor de boxeo lo hab\u00eda visto en la exhibici\u00f3n y quer\u00eda tramitar los permisos para hacerlo pelear afuera. La calificaci\u00f3n en conducta y concepto dentro de la c\u00e1rcel no se lo permitir\u00edan. Ten\u00eda que comenzar a portarse mejor.<\/p>\n “Entrenaba todos los d\u00edas y sent\u00ed que estaba teniendo vida de nuevo; que no era tarde para cambiar y llegar a algo. Por suerte me saqu\u00e9 los berretines de la c\u00e1rcel y dije ‘ac\u00e1 me quedo’. Sent\u00ed una inspiraci\u00f3n. Desde ese momento la condena se me pas\u00f3 volando”.<\/p>\n En La Pampa pas\u00f3 tres a\u00f1os. Y cuando lleg\u00f3 a cumplir con todos los requisitos para salir a boxear, prefiri\u00f3 que lo trasladaran a Buenos Aires. Lo enviaron a la Unidad 19 de Ezeiza,\u00a0una c\u00e1rcel semi abierta, de la que es f\u00e1cil fugarse.\u00a0<\/strong>Y desde donde comenzar\u00eda a concretarse su proyecto de convertirse en boxeador profesional.<\/p>\n Adri\u00e1n se saca el protector bucal para hablar. Acaba de terminar una serie de manoplas y se sienta a estirar. Kiyoshi Hatano, su entrenador, se acerca a ayudarlo: dice que Adri\u00e1n ayer hizo 12 rounds de guanteo con un profesional, y que la pr\u00f3xima pelea, en tres semanas, es a 8 rounds. Son las 11 de la ma\u00f1ana en El Boch\u00edn, un club de Liniers, y Adri\u00e1n recuerda c\u00f3mo empez\u00f3 este regreso.<\/p>\n En un principio, a mediados de 2015, su entrenador s\u00f3lo pod\u00eda visitarlo los martes y jueves en la c\u00e1rcel. Hac\u00edan manopla y practicaban la t\u00e9cnica. A la noche, y por tel\u00e9fono, le pasaba la rutina f\u00edsica del d\u00eda siguiente. Adri\u00e1n\u00a0hac\u00eda pesas con dos latas de mermeladas, repletas de material, atadas a un palo de escoba<\/strong>. Hasta las tres primeras peleas, se entren\u00f3 en la c\u00e1rcel: sus compa\u00f1eros de pabell\u00f3n lo ayudaban, tom\u00e1ndole el tiempo y haci\u00e9ndole compa\u00f1\u00eda. Uno de ellos, bien morrudo, se animaba a poner el cuerpo para que guanteara.<\/p>\n Llegaba a las veladas box\u00edsticas esposado, en un cami\u00f3n del Servicio Penitenciario Federal. Dos guardias lo acompa\u00f1aban al vestuario y se quedaban abajo del ring.\u00a0Despu\u00e9s de ducharse, otra vez las esposas.\u00a0<\/strong>Sub\u00eda al cami\u00f3n y volv\u00eda a la c\u00e1rcel. Sus compa\u00f1eros lo esperaban despiertos, siempre, para preguntarle c\u00f3mo le hab\u00eda ido. Cuando la pelea era televisada, lo recib\u00edan con una ovaci\u00f3n.<\/p>\n El primer permiso para salir a entrenarse fue de seis horas, tres veces a la semana. Adri\u00e1n llevaba un a\u00f1o saliendo a su casa un fin de semana de cada mes. Lo llevaban en cami\u00f3n y pasaban por \u00e9l a las 48 horas. Como siempre regres\u00f3 a horario, y mantiene su conducta, el juez le permiti\u00f3 salir todos los d\u00edas a entrenarse.<\/p>\n “Reci\u00e9n ahora est\u00e1 en igualdad de condiciones f\u00edsicas que cualquier rival -dice su t\u00e9cnico-. Y creo que en lo malo de su situaci\u00f3n, tiene una ventaja: no sufre las presiones que padecemos los de afuera, como pagar un alquiler. Su cabeza est\u00e1 limpia y solo piensa en el boxeo”.<\/p>\n Salir y pasarse el d\u00eda afuera implica gastos. S\u00f3lo el ir al gimnasio y volver en camioneta le representan 500 pesos semanales. A eso hay que sumarles almuerzos, meriendas y los gastos en estudios y en m\u00e9dicos, cada vez que se lesiona. Hasta hace dos semanas no se preocupaba: Quique Antequera, organizador de una de las ferias de La Salada, le pagaba todos los gastos a cambio de publicidad en el pantal\u00f3n y la remera con la que sub\u00eda al ring. Pero Antequera fue detenido el 10 de agosto y ahora a Adri\u00e1n se le complica: el dinero que gana en las peleas (menos que el salario m\u00ednimo) lo destina a los gastos de su hija, y es su mam\u00e1 la que lo ayuda.<\/p>\n A esta altura, ser\u00e1 una dificultad m\u00e1s, que no modifica las aspiraciones de Adri\u00e1n y Kiyoshi: “Salir a pelear salen muchos -dice el entrenador, que conoci\u00f3 a Adri\u00e1n por uno de sus hermanos-. Nosotros\u00a0queremos ser los primeros en ganar un t\u00edtulo argentino<\/strong>. Creemos que estamos a tres o cuatro peleas de intentarlo”.<\/p>\n Adri\u00e1n lo mira en silencio. Como si se estuviera imaginando la imagen: \u00e9l con el cintur\u00f3n, y teniendo que regresar a dormir a la c\u00e1rcel.<\/p>\n -\u00bfTe pon\u00e9s a pensar mucho en c\u00f3mo hubiera sido tu carrera si no te dedicabas al delito?<\/strong><\/p>\n -Pff, todos los d\u00edas lo pienso y me arrepiento -responde, ya apoyado sobre las cuerdas-. Fui un gil. Tengo de referentes a Brian Casta\u00f1o y a Jesus Cuellar. Yo guanteaba con ellos, en la Federaci\u00f3n. Los dos fueron campeones el mundo, y yo estoy ac\u00e1… Pero bueno: me falta un a\u00f1o m\u00e1s volviendo a la c\u00e1rcel. Me aferro a que mi familia ahora s\u00ed est\u00e1 orgullosa de m\u00ed, a que le estoy demostrando a mucha gente que mi cambio es sincero, y que todav\u00eda estoy a tiempo de cumplir todos mis sue\u00f1os.<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" Por\u00a0Nahuel Gallotta | clarin.com Adri\u00e1n Torrez (28) sale del lugar al que no quiere volver. 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