Foreman, el boxeador de origen humilde que siempre entendió el valor de la educación pública

En el documental biográfico sobre George Foreman destaca un dato por encima de todos. Provenía de uno de los barrios más humildes de Estados Unidos, pero en las políticas de choque contra la pobreza del presidente Johnson, logró entrar en el Job Corps, un sistema de Educación pública. Nunca lo olvidó, dijo que siempre amó a su país por este motivo y trató de hacer, con su fortuna, algo como lo que el presidente había hecho por él en los 60: abrir más centros para jóvenes sin recursos.

En una de las primeras escenas sale su hijo diciendo que un día hizo un comentario inoportuno sobre el aspecto de un tipo y su padre lo metió en el coche y lo llevó al barrio donde nació. Fifth Ward, en Houston. Uno de los lugares más pobres de todo Estados Unidos. Un verdadero gueto. Le llevó ahí para que nunca jamás se le ocurriera frivolizar con la pobreza como un ricacho “hijo de”, curiosamente los más dados siempre a burlarse de los que tienen menos poder adquisitivo que ellos.

El quid de la cuestión es que Foreman llegó a ser Foreman gracias a que el presidente Johnson puso en marcha un ambicioso plan contra la pobreza que, entre otras medidas, tenía los llamados Job Corps, que eran un programa de educación gratuita para ayudar a encontrar trabajo a jóvenes entre 16 y 24 años. Dos millones de personas le han debido su formación y carrera posterior a estos programas.

Sí, Foreman fue campeón con cuarenta y tantos años. Campeón del mundo de los pesos pesados. Una de las hazañas del boxeo más importantes de la historia del deporte. Sin embargo, tras ver el documental biográfico que ha rodado Chris Perkel sobre él, hay otros datos de su vida que parecen mucho más reseñables y que quizá hayan pasado desapercibidos para los que los que solamente hayan disfrutado de este hombre por su capacidad para repartir y recibir golpes.

El Foreman adolescente se metió y la experiencia cambió su vida. Entre otras cosas porque experimentó sensaciones como comer tres veces al día, algo que, según cuenta, jamás le había pasado. En esta institución pronto vieron sus cualidades y talento y lo pusieron a boxear, afición con la cual logró llegar a ser campeón olímpico en México 1968. Solo tenía 19 años.

Hay mucho material interesante en el documental, pero hay palabras que, para ser una biografía sobre un deportista -que tampoco tiene por qué estar cargada de significado-, consiguen llegar a ser difíciles de olvidar. Foreman proclama que amaba a su país porque su presidente le había dado una educación. Son palabras, además, que pronuncia con sentimiento. Emocionado.

De hecho, cuando se retiró por primera vez, fue para montar un centro de menores. Luchó por ese local más que sobre el ring, pero al final vio que no podía mantenerlo. Es entonces cuando tomó la decisión más inteligente de su vida: Volver a pelear. Tenía 39 años y le pusieron a parir en todos los medios, pero su objetivo no era volver al boxeo por afición ni enriquecerse, solo para sacar dinero y poder mantener ese lugar que daba un servicio a la sociedad. Ahora mismo, el George Foreman Youth Center es un complejo de cinco edificios que sigue en funcionamiento.

Entretanto sí, hubo boxeo, y es en lo que más se detiene el documental, como es lógico. La pena es que la carrera del protagonista es más larga que el metraje disponible, porque hay episodios que requieren más ducha de imágenes. Cuando Foreman llegó a ser campeón por primera vez y empezó a disfrutar de la fama, de la que dice que le gustaba porque era admirado y temido a la vez, llevaba unas pintas espectaculares. Con lo mejor de la moda negra de los años 70. Sus gorras enormes, chaquetas de cuero y pantalones de campana.

Un estilo que, precisamente, era lo que quería derrotar, o eso se nos ha vendido, Mohamed Ali cuando se enfrentó a él en El Zaire en el que fue el combate de boxeo más importante de todos los tiempos, el del famoso Alí, bomba ye (Alí, mátalo). Todo el mundo tenía claro que Foreman iba a crujir al púgil de Kentucky, pero no fue así. Este desplegó una estrategia en la que no es que solo creyese él, es que, según explican, solo podía creer en ella alguien como él. Aguantó todos los asaltos recibiendo golpes con la intención de agotar a su rival mientras los daba. Le salió bien y al final lo tumbó. Las fotos del momento son historia del siglo XX y, por supuesto, Foreman se hundió.

Le dio por hacer inventos, como boxear contra cinco hombres uno detrás de otro, experimentos que salieron mal. Su prestigio se hundió y empezó a perder también los enfrentamiento serios que tuvo. Es ahí donde cortó por lo sano. Se hizo evangelista y se aisló del mundo. Estuvo diez años sin ver la televisión.

Su regreso fue por el mencionado deseo de mantener su centro para jóvenes. Le inspiraba el presidente Johnson, que le había dado educación, o eso entendía. Sin embargo, había engordado y la prensa le machacó. Tenía 39 años y se daba por hecho que nadie por esa edad podía volver a competir en la elite.

Perdió a los puntos con Holyfield, pero el combate había generado tanta expectación que ese hombre que había estado diez años sin ver la tele, se convirtió en una estrella de la misma. Protagonizaba anuncios de toda clase y llegó a tener una sitcom familiar con su gente. Chavales que, es digno reseñarlo, llevaban su nombre. A todos sus hijos varones les llamó George. Eran cinco George Foreman que se distinguían por el número ordinal que se ponían detrás del apellido.

El boxeo pasó a ser secundario para él, aunque siguió empeñándose en reconquistar el título. Salía entrenándose cortando leña en el bosque, en plan Rocky. Mucha parafernalia con la que logró, al menos, una cosa vital también en estos tiempos: el share.

Cuando Tommy Morrison ganó el título mundial, quiso hacer caja. Y eso solo se podía hacer de una manera, compitiendo contra Foreman, la estrella de la tele. Tenía 45 años y planteó el combate contra Morrison de forma similar a la que lo hizo Ali contra él. Es interesante escuchar sus comentarios, honestos y entre risas, mientras se repasa la pelea. Logró ganar zumbándole bien a su rival en los últimos asaltos e hizo época. No obstante, lo que uno nunca olvidará de esta película es la devoción con la que habla de un sistema de educación público que le salvó la vida. Un detalle a tener en cuenta en un país, el del paradigma neoliberal, que arrastra tantos problemas con la educación a día de hoy y sobre todo, de nuevo, en los guetos, como del que surgió este boxeador.

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