¿Arte, Chaplin, delicadeza? Acusar de brutal al boxeo esgrimiendo la pancarta Nicolino Locche es moralina de escritorio. El boxeo no es una danza de entretenimiento ni los boxeadores un par de esgrimistas asépticos e inteligentes. Locche golpeaba, como buen boxeador que era, pero no al mentón ni al hígado ni al pecho. Era más sutil pero no por ello menos violento que otros, tan agresivo y brutal como Monzón, Galíndez o Acavallo. El tomar conciencia de la propia miseria es la peor herida que alguien puede producir en su rival, una lesión interna que crece en silencio, que se mezcla con el resentimiento, el odio y la impotencia (un tema bien conocido después de tanta ilustración freudeana, después de tanto Edipo y tanta teoría sobre la humillación). Eso es lo que intuía Locche, esa era toda su estrategia: el saber que cualquier hombre se derrumba y cae a la lona cuando puede verse a sí mismo como un fracasado.

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Publicado originalmente en el libro “La Argentina estrábica”, de ediciones Godot.

*Gustavo Varela es filósofo, ensayista y músico. Es profesor de filosofía; investigador y docente en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires; director académico del posgrado Historia social y política del tango argentino en FLACSO Argentina; profesor de Pensamiento contemporáneo en la Universidad del Cine y titular del seminario de Periodismo cultural en la UNRN. Fue presidente de la fundación Facultad Libre en el período 2005/2010. Es autor de los libros Mal de tango (Paidós, 2005), Nietzsche y la música (Ediciones del Zorzal, 2008) y Tango, una pasión ilustrada (Ediciones Lea, 2010).