Brian Castaño: el campeón mundial explica cómo noqueó a los ataques de pánico

Por Juan Manuel Trenado y Andres Vasquez | La Nación

Una docena de bolsas se balancea al ritmo del repiqueteo de los puñetazos. Pstch, pstch, pstch. Y entre esos veinte chicos y chicas que bailotean como atraídos por esos imanes pendulares en el gimnasio, se escucha una voz que imita como un eco: “Pstch, pstch, pstch”. Es Brian Castaño, que replica con un chistido la música que escuchó toda su vida en el club Villa Alida de San Justo. Charla, hace bromas y se ríe. Hay gente grande, pero también nenes de seis o siete años, tan menuditos que parece que se van a caer por el peso de los guantes. No se puede decir que Castaño sea uno más entre ellos. Está claro que es el campeón del mundo. Esos chiquitos lo miran con devoción. Ven que tiene la prioridad en el cuadrilátero con su papá, Carlos, que lleva las manoplas, o para castigarse durante un buen rato con el exboxeador Ariel Isa, que le sirve de sparring al único argentino que todavía conserva un cinturón en la actualidad.

En la puerta del club hay un pasacalle que resalta al “orgullo matancero”. Las instalaciones son humildes, con paredes descascaradas por los años y humedad. La gente está de buen ánimo, alegre. Una canchita de fútbol reducido, un salón para la danza, el bufet y la salita de la secretaría donde un grupo de jubilados busca una mesa para sentarse a jugar a las cartas. Brian conoce a todos y bromea: “Quiero que me inviten, pero ustedes juegan a la casita robada. Yo quiero jugar al truco”, los desafía.

“Entrené toda la vida acá -cuenta-. Si bien empecé en Nueve de Julio, que está a tres cuadras de Almirante Brown, enseguida vine acá. No tenemos toda la comodidad de un gimnasio equipado, pero hay un ring de seis por seis, un par de bolsitas. La gente es macanuda, buena onda. Esta es mi casa, una segunda familia. Disfruto, acompaño a los chicos en el merendero que llegan a las seis de la tarde. Tratamos de estar en el club, dar una mano y ayudar a la gente que viene”.

Hasta recuerda que ahí fue su primera pelea, cuando tenía 11 años. Algo promocional, dos rounds de dos minutos. “Estaba mi viejo en el rincón, desde el primer día. Subí y tiré todo. Era una máquina de tirar piñas. Fue todo muy revoltoso”.

Castaño tiene 29, pero recién está empezando a desandar su carrera profesional después de un largo recorrido en el ámbito amateur y semiamateur. En estos primeros pasos ya se vislumbró el perfil de un hombre arriesgado, que va al frente cuando pelea y que no se incomoda a la hora de elegir rivales encumbrados, como lo fue su enfrentamiento con el jerarquizado cubano Erislandy Lara (resultó ser un empate), hace un par de meses. Con él que quiere una revancha.

Hay, en la manera de ver su profesión, un perfil distinto al de la mayoría de los boxeadores. Muchos eluden hablar del miedo. Como si se tratara de un mandato histórico, para mostrarse intimidante u ocultar debilidades. Esas poses no existen para Brian Castaño, que sufrió mucho y supo recuperarse de un mal muy común de estos tiempos, los ataques de pánico. Como suele pasar en estos casos, es difícil distinguir qué fue lo que originó los problemas. ¿Habrán sido los cambios de hábitos por empezar a ser una figura conocida? Tal vez. La ayuda de la psicología fue fundamental.

“Uno trata de ser bueno, pero no hay que ser buenudo. Yo antes decía a todo que sí -recuerda-. Cada tanto hay que aprender a decir que no. Lo podés pasar mal en el momento, pero después te das cuenta de lo que te ahorras. Antes decía que sí a muchas cosas y después andaba con una angustia tremenda (lo dice y se lleva las manos al pecho). Y me reprochaba por no haber dicho ‘no’. Me lo enseñó el psicólogo Marcelo Bivort, que trabajó también con el Chino Marcos Maidana. ‘Te va a cambiar la vida’, me dijo. Me ayudó también con los ataques de pánico”.

-¿Cómo te dio el primer ataque de pánico?

-Cuando estaba bajando de peso para una pelea, tuve una descompensación, una lipotimia grave. Me asusté, pensé que me moría. Fui al hospital, empecé con los estudios y me detectaron una arritmia. Me dijeron que no iba a boxear más. Me tomé descanso por tres meses, pero no sabíamos lo que pasaba. Me hacía la cabeza. Al tiempo me empecé a sentir raro otra vez. Tenía miedo de que me pase lo mismo, estaba ansioso. Sentía que me iba a morir. Revivía los mismos síntomas de la deshidratación. No podía ni hablar, me doblaba todo. Después de un par de peleas en los Estados Unidos me volvió a pasar. Creo que hasta antes de la pelea con Michel Soro estuve así (fue en julio de 2017, cuando retuvo su corona en Francia).

-¿Cómo fue la experiencia con el psicólogo?

-Empezamos con trabajos de concentración. Una de las cosas que más me gustó fue un juego muy loco. Tenía una vincha y me controlaban las pulsaciones y la respiración. Si yo estaba enfocado y me controlaba, el auto avanzaba. Tenía que tratar de mejorar el tiempo de la carrera, pero para eso necesitaba estar tranquilo.

-¿Cuál era tu mayor angustia en esos momentos?

-Pensar que no podía volver a boxear y no saber por qué me pasaba lo que me estaba pasando. Es una cagada. Rompía las paredes con la cabeza. Loco, la mente puede ser una mierda. Te hace fuerte, pero a la vez te puede quebrar. “¿Qué mierda tengo?”, me preguntaba. Pensaba que me iba a morir. Me maquinaba. Pensaba “tengo cáncer, tengo mal el corazón”. Me ponía sensible. ¡Y no tenía una mierda!

-¿En qué momento rompiste ese miedo?

-Me empecé a plantear internamente: “¿Qué miedo tenés?” Vamos a hacer un estudio. Lo hacés. Listo, no tenés nada. “¿Qué otra cosa?” Otro estudio. No tenés nada. Listo. “¿Otro más?” ¡Loco, no tenés nada! ¡Mandale mecha! No podés estar toda la vida escondido. La vida es una sola y tenés que disfrutarla.

-¿Es lo que pensás cuando subís ahora al ring?

-Tal cual. Trato de pensar siempre en todo lo que pasé. Dejé tantas cosas. Tengo la oportunidad que quiero, las que busqué toda mi vida. No las puedo dejar pasar.

Muy por fuera de lo que fue la enfermedad, Castaño también repasa otro tipo de miedos, los deportivos. ¿Existe esa sensación arriba del cuadrilátero? “No lo creo. Uno está ansioso, o podés sentir cagazo un rato nomás, pero en lo que más pensás es en cómo se sentirá la gente que te quiere. Mi familia. Yo me recago a palos tres meses afuera con unas máquinas terribles. Campeones mundiales, campeones olímpicos. Así que sé lo que es. Subo confiado. Uno es consciente de lo que dan los rivales y tus rivales también saben lo que das vos. Nadie te regala nada. Si estás ahí es porque podés estar. No respetás al rival en el momento de la pelea, porque sino no le podés ganar. Pero sí hay un respeto mutuo por el trabajo con el que llegaste ahí. Pero nada más. El miedo en realidad pasa por no defraudar a tantas personas que te siguen”.

El sostén familiar

Dice que una de las claves para sostenerse es su papá. “Si no fuera por mi viejo no hubiera llegado acá. Es el que me sacó de la esquina”. Otro punto importante, su novia, Carolina. “Estoy con ella hace seis años y medio, es un pilar importante en mi vida. La conocí por Fotolog. Y era la época en la que teníamos Nextel. Nos pasamos el número y hablábamos. Un día fui a hacerme el turro (sic) al shopping de San Justo y nos conocimos. Ella ahora trabaja en un kiosco, ocho horas por día”.

-¿Qué hiciste con tu primera gran bolsa?

-No la gasté, la guardé. No tuve tiempo de invertirla. Quiero hacer algo, acomodarme, comprar un terreno y hacer unos duplex, o un buen gimnasio. Me tengo que activar.

-¿No tenés tu casa todavía?

-Mi viejo vive adelante, yo estoy atrás. Era un galpón abandonado. Fui comprando cemento, ladrillos. Cuando podía les pagaba a los albañiles. Empezamos con la losa, después las divisiones. Un baño arriba, uno abajo. Por ahora sigo ahí.

-¿Cómo es tener a tu viejo como entrenador?

-Me ayuda porque está todo el tiempo atrás mío. Chocamos mucho, pero me rompe las pelotas para que haga las cosas como las tengo que hacer.

-¿Se pelean mucho?

-Sí. Y seguimos chocando. Más cuando estoy dando el peso. A mí me molesta todo. Pero es algo del momento. Después pasa. Nos puteamos, nos revoleamos un guante, una manopla. Él se va enojado, no viene un par de días, y después vuelve.

-Cuando estás en el exterior, ¿te piden que dejes a tu papá y que busques un entrenador de renombre?

-Y sí, te tiran eso de “para estar en primer nivel, tenés que tener entrenador de primer nivel”. Para mí eso de los técnicos de primera línea es comparable con un técnico de fútbol. Si contratás a Messi y a Agüero, vas a tener un equipazo. Lo interesante es sacar un boxeador de cero y llevarlo a ser campeón.

-Pero cuando te vaya mal, es lo primero que te van a reprochar.

-Siempre van a decir eso. Cada uno sabe lo que tiene que hacer. Tenés que laburar. Esto es uno-dos, cross, gancho, uppercut. No es otra cosa. Dos tres turnos por día y listo. El técnico te dice lo que hay que hacer. Tenés que ser bicho y después estás vos arriba.

-¿Y en la estrategia?, ¿Cómo reaccionás cuando te dicen que podías haber hecho las cosas de otra manera?

-Yo escucho, pero después. Por ejemplo, viene alguien que te dice “Yo leí el libro de (Pernell) Whitaker”. Bueno. gracias por el consejo, pero no es lo mismo un libro que subir a boxear. Yo tengo un plan, una estrategia y después pasa otra cosa. Vos tenés una idea de lo que querés, pero después el otro también hace lo suyo. Tenés que estar preparado para responder ante esas cosas y las tenés que resolver arriba del ring.

Casi una metáfora del día a día para Castaño, que quiere estar preparado para lo que venga. Así en el ring como en la vida.

Soro, el desquite con Lara y Munguía

En la cabeza de Brian Castaño, el pasado reciente y el futuro boxístico lo enfocan en un nombre: Erislandy Lara. Aunque la Asociación Mundial de Boxeo (entidad en la que es campeón superwelter), ya indicó que su retador obligatorio debe ser Michel Soro. Los franceses ofrecieron 810.000 dólares y presionaron para hacer el desquite el próximo 20 de julio, en Marsella. Pero el argentino ya dijo que por ahora está dispuesto a dejar su cinturón antes que volver a pelear con Soro. “Ya tuvimos nuestra pelea y le gané. Es un rival fuerte, pero en EE.UU. no lo conocen. Tal vez algún día se haga una revancha, pero hoy yo necesito vivir. No voy a ir a pelear de nuevo a Francia por menos plata de lo que cobré la primera vez. Creo que lo que sigue es una revancha con Lara, para el 31 de agosto o el 21 de septiembre”.

El cubano, de 36 años, fue el primer rival al que no pudo vencer en un combate profesional. Fue un empate.

-¿Qué fue lo más difícil de Lara?

-Me tenía que cuidar de a la contra. Tiraba, quedaba regalado y me metía manos. Cada vez que lo atacaba, él hacía medio paso para atrás y me hacía sentir regalado. No me iba a noquear, pero te va machucando. ¡No sabés cómo llega!

-¿Con qué te complicó?

-Tenía unos guantes asesinos. Cuando los revisamos le dije a Contursi (N. de la R.: Sebastián, su representante): ‘este tiene guantes más chicos’. Y no te miento, era como un pan lactal de finito. Los míos eran enormes. Se hizo guantes a medida. Pesan diez onzas, pero son más angostos. Le pedí que me dejen probar los guantes y ellos no querían. Me decían: “Pesan diez onzas, hermano” (lo dice con tonada cubana). A mí no me entraban. Después en el pesaje le vi las manos a Lara y claro, son chiquititas. Pero con esos guantes y el vendaje las manos son una roca. ¿Sabés cómo duele? Pero bueno, él tiene peso, tiene un nombre y ya lo conocen en EE.UU. Yo recién estoy empezando.

-Cómo ves una posible revancha.

-Me dijeron que Lara era mucho para mí, que me apuraba. Que me iba a hacer pasar vergüenza. Demostré que estoy para esto. Me faltó tirar manos. Metí presión, pero no encontré la distancia. Miro de nuevo la pelea y digo: ‘por qué no tiré esa mano’. Pero si tengo una revancha. del primero al sexto. Más de ahí no pasa.

-¿Por qué no Soro otra vez?

-Significaría un retroceso en mi carrera. Lo que se gana en EE.UU. no me lo pueden dar en Francia. La idea es seguir afianzándome en Estados Unidos. Es ahí donde están las mejores bolsas y los mejores combates.

Con 29 años y un récord de 16 triunfos (12KO), Castaño es un fanático del boxeo. Dice que se pasa horas en YouTube viendo peleas de Sugar Ray Leonard, Oscar de la Hoya, Roy Jones… También sigue a los campeones mundiales argentinos: el Zurdo Vásquez, Roña Castro, Pepe Balbi y Narváez. O con los históricos: “Me gusta mirar las peleas de Ringo Bonavena, Monzón, Galíndez… Cuando mi señora me encuentra mirando boxeo me reclama: ‘¿Siempre boxeo? Vamos a ver una película de vez en cuando'”.

-En los últimos días surgieron los nombres de Austin Trout o Terrell Gausha. De todos los superwelter, ¿a quién te gustaría enfrentar?

-A todos. Me gustaría unificar los títulos algún día. Hay muchos. Pero por cómo le gusta la guerra, quiero pelear con Munguía (Jaime, campeón de la OMB). Tony Harrison (campeón del consejo) y Jermell Charlo son buenos también.

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