Muhammad Alí, “desertor”: el día que le quitaron el título y la licencia de boxeador por no querer ir a Vietnam

A Malcom X le dispararon en el pecho con una escopeta recortada el 21 de febrero de 1965.

Ya no tenía relación con Muhammad Alí , que había elegido tomar distancia. Tanto que ni siquiera asistió a su funeral. Más tarde, se arrepintió de aquello.

Alí todavía era Cassius Clay en 1963 cuando comenzó su relación con Malcom X. Fue, dicen, el que lo convirtió. Por supuesto que no fue sólo un cambio de nombre. Lo encandiló su discurso. Antes de aquella relación, el campeón olímpico en Roma 60 era considerado por la sociedad norteamericana como un “negro bueno”. Arrogante, sí. Pero divertido para declarar sobre boxeo, que se enfocaba en lo suyo y trataba de sonar contemporizador cuando de disputas raciales se hablaba.

Algunos miembros de la Nación del Islam habían dicho que el boxeo era otro mecanismo para esclavizar a los negros. Malcom X observó en Clay un hombre que desmentía ese axioma. A esa altura, el líder negro ya estaba enfrentado con los hermanos musulmanes. Lo habían amenazado. Habían atentado contra él. Eligió apoyar a Clay en la preparación para su primer combate por el título mundial, en 1964, ante Sonny Liston, el protegido de la mafia.

La mezcla de elementos religiosos, raciales y mafiosos hicieron de aquel combate un cóctel explosivo y con mala prensa. Clay, presionado por los organizadores, le pidió a Malcom X que se fuera de su lado. Su presencia atentaba contra la venta de entradas. El activista se fue y sólo volvió para el día de la pelea, el 25 de febrero, pero eso no evitó el fracaso económico. Apenas se vendieron 8927 entradas de las 15.744 que se pusieron a la venta en el Convention Center de Miami.

El joven Clay, de 22 años, sorprendió a todos con su triunfo ante Liston. La fama deportiva coincidió con el cambio. Dos semanas después fue Alí y abrió, también, una puerta para que aquel charlatán vanidoso fuera, desde una posición de privilegio, una voz de protesta en la lucha de los derechos civiles de los negros.

Martin Luther King le disparó en la cabeza un francotirador el 4 de abril de 1968.

Es conocida la anécdota de junio de 1961, cuando el joven boxeador recibió un telegrama. “Su buen humor juvenil, destreza física y encanto impertinente lo han convertido en un ídolo para muchos jóvenes estadounidenses”, le escribió King a Clay.

Pero luego, con Alí, la relación pasó a ser distante. El nuevo hombre no se alineaba con su postura pacifista. Prefería el estilo de Malcom X, que pregonaba el derecho a rebelarse y contestar a las agresiones blancas. Martin Luther King llegó a decir: “Cuando Cassius Clay se unió a los musulmanes negros se convirtió en un defensor de la segregación racial”.

“Los blancos no lo quieren, los musulmanes no lo quieren. No me uno a las marchas de integración”, contestaba Alí.

En realidad, los métodos que pregonaban eran distintos, pero conceptualmente perseguían el mismo objetivo.

En 1966, Alí fue convocado para sumarse al ejército para viajar a Vietnam pero se negó a ir. Alegó la objeción de conciencia por motivos religiosos. No fue sutil para hacerlo, claro. “Pueden preguntarme lo que quieran sobre la guerra de Vietnam y siempre me escucharán decir lo mismo: no tengo problemas con los vietcong. Ningún vietcong me ha llamado nigger “. No hizo más que enojar a los más altos círculos del poder norteamericano.

Martin Luther King, por supuesto, lo defendió. Incluso manteniendo cierta distancia, para no sonar contradictorio con sus dichos del pasado. “No importa lo que piense de la religión del señor Muhammad Alí. Ciertamente debemos admirar su coraje. Todos somos negros, marrones, pobres y víctimas del mismo sistema de opresión”.

El acercamiento pasó de las palabras a los hechos. Se reunieron en 1967. Hay una breve grabación con ambos en la que Alí, desafiante, contesta con poco humor la primera pregunta de un periodista: “Los blancos pueden reunirse y discutir sobre ciertos temas, pero cuando nosotros lo hacemos el mundo se escandaliza”. King, más sereno, agregó: “Tuvimos una buena discusión de muchos aspectos, problemas en común y preocupaciones en común. Somos víctimas del mismo sistema”.

El 28 de abril de 1967, tras un año de intimaciones, apelaciones y postergaciones por su negativa a alistarse en el ejército, Alí finalmente se presentó en un centro de entrenamiento en Houston . Lo hizo porque fue obligado. Pero no aceptó órdenes. No respondió a su nombre ni al anterior, el de Cassius Clay. Resistió inerte incluso en contra de su naturaleza movediza, esa de flotar como mariposa y picar como una abeja. Esa de dejar que sus palabras, sediciosas y provocadoras, sean escuchadas por todos. No se movió ni emitió sonido. Lo amenazaron, le advirtieron que iba a ser condenado por desertor. Pero ya había elegido la forma en la que iba a jugar sus cartas.

La comisión atlética del Estado de Nueva York le quitó el título mundial y la licencia de boxeador. Su carrera estaba terminada. Pero lo más grave era que lo condenaban a cinco años de prisión y 10.000 dólares de multa.

Resistió la sentencia entre apelaciones. Sin ingresos por su actividad, en esos años cobraba para participar en conferencias en universidades, donde explicaba su posición sobre la guerra de Vietnam y exigía derechos para su gente. Trataba de hacer entender que no importaba si uno reclamaba de manera violenta o pacífica. Los negros que lideraban ese pedido seguían siendo asesinados.

En 1970 la comisión de Nevada consideró que el fallo de Nueva York era arbitrario y que la suspensión no tenía razón de ser. Entre su combate del 22 de marzo de 1967, ante Zora Folley, y el del 26 de noviembre de 1970, contra Jerry Quarray, pasaron más de tres años y medio sin boxear , en el mejor momento de su carrera. Y no pudo recuperar su cetro mundial hasta el recordado combate de 1974, cuando le ganó a George Foreman en Kinshasa (antes, perdió una oportunidad con Joe Frazier, en 1971).

En abril de 1971, mientras la guerra de Vietnam sumaba cada vez más rechazo en el pueblo norteamericano, la Corte Suprema falló en favor de Alí y dejó sin efecto la sentencia de cárcel.

Siguió sumando opiniones contrarias, por supuesto. Lo acusaron de exagerar la cuestión religiosa por miedo a ir a la guerra. En 2016 el FBI desclasificó archivos en los que se reconoció que Alí fue perseguido e investigado. Creían que podía tener vínculos con el terrorismo musulmán, pero también por sus reuniones con Martin Luther King.

Miedo. Hay muchas formas de rebelarse. Tantas que es injusto que todas se definan con la misma palabra. Cuestionar la ley impuesta puede ser apenas una queja en determinado tiempo y espacio. Pero hay segmentos de la historia en los que hacerlo es poner en juego la vida. Cuando los propios mueren alrededor.

No existen los héroes perfectos. Es difícil ser la voz de la furia ante el abuso y lucir alineado en ese contexto. No hay blindaje inmaculado para tanta exposición. Muhammad Alí fue apenas un boxeador Tal vez el mejor de todos los tiempos. Consideración que le otorgan por su gracia, brillantez y contundencia en el ring. Aunque no estaría mal si algunos piensan que la merece por no haber elegido jamás el camino más sencillo.

Por: Juan Manuel Trenado | La Nación

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