Osvaldo Príncipi: El boxeo es el cielo o el infierno; no hay purgatorio

Por Jorge Luna Arrieta – Mundo D La Voz

Hay olor a boxeo. No a linimento y transpiración, sino a sapiencia y pasión por el arte del pugilismo. Osvaldo Príncipi sabe que las combinaciones resultan claves sobre el cuadrilátero. Abajo, también. El relator de mirada profunda y palabra justa supo hermanar el periodista especializado en boxeo con el personaje emparentado con el humor. Pero supo marcar el límite entre ambos y logró que el público los supiera distinguir.

Nacido en Mercedes (a 96 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires) hace 63 años, encontró libertad para enamorarse del boxeo en un hogar en el que solo se hablaba de fútbol y de Turismo de Carretera. De pibe, las fotos de boxeo del diario La Nación y las transmisiones radiales que se escuchaban de las peleas de Acavallo lo marcaron para toda la vida.

Sin formación periodística académica, Osvaldo le contó a Mundo D: “Fui descubriendo de a poquito cómo se cubría el boxeo. Locche-Fuji, en el ‘68, fue un gran envión y el nocaut de Monzón a Benvenutti fue decidir ‘bueno, vamos a descubrirlo’”.

Príncipi también tiene su historia sobre el ring: “Intenté con el boxeo. Hice cinco peleas y empaté una. Eran peleas en el amateurismo. En ese tiempo ya estaba yendo al Luna Park a hacer entrevistas y por ahí alguno me decía ‘¿vos no sos boxeador?’ y yo contestaba ‘no, no… usted se confunde’. Je. Pero estoy orgulloso. Es una hazaña haber boxeado. No importa no haber ganado; el triunfo es haber subido y haberlo intentado. Y como era muy malo boxeando pero tenía alguna cualidad para la cobertura del boxeo, empecé en la radio de Mercedes. Y acá estamos”.

Siente que esa experiencia sobre el ring le dio un plus: “Yo era un boxeador que sentía mucho nervio y que nunca tenía ganas de ganar. Quería que todo terminara lo antes posible. Esa es la visión que tiene el sobreviviente sobre el ring. En el boxeo está el que se mete para ser campeón del mundo, otro que se mete porque se cree bueno y otro que lo ve como una fuente de ingreso, aunque sabe que nunca va a ganar una pelea. Ese sobrevivir sobre el ring me dio la virtud de saber leer cada situación de un boxeador”.

Conoció como pocos ese templo del boxeo que fue el Luna Park: “Me dio el toque de horno final en los tiempos más difíciles que tiene un joven. Estuve ahí desde mis 16 hasta mis 56”. Asegura que no sólo le dio el saber boxístico, sino también el respeto por la veracidad informativa, un código ético y entender hasta dónde va la viveza: “El boxeo es el cielo o el infierno; no hay purgatorio. Todos los días era un examen de crecimiento personal, pero sin pisarle la cabeza a nadie porque eso significaba ser un traidor. Y en el Luna Park los traidores no entraban”.

Igual, asegura que aquel estadio hoy se perdió: “Lo vi morir cuando Esteban Livera, el sobrino de “Tito” Lectoure, se vio obligado a abandonarlo. Con la administración de la iglesia católica el Luna Park dejó de ser el Luna Park. Perdió el espíritu. Debió dejar de llamarse Luna Park. Ese estadio fue fundado en el ‘32 con un destino popular y bien pasional que no sé si hoy lo tiene”.

Hablando de lo popular, ¿es verdad que el boxeador proviene sólo de las clases más humildes? Príncipi analiza: “No creo que para ser boxeador haya que ser pobre, tener hambre o antecedentes penales. El boxeador ha venido de la pobreza digna del trabajador. Y hoy la pobreza digna del trabajador no existe. Hoy el joven no se mete tanto en el boxeo porque no está tan ligado al sacrificio como sí lo estaba el joven del siglo 20. El joven del siglo 20 se ‘rompía’ para salir de la pobreza. El joven del siglo 21 aprovecha la situación nacional para mostrarse quejoso y vivir del altruismo del Estado”.

Siempre presente

La foto de perfil de WhatsApp de Príncipi lo muestra joven, acompañado por Carlos Monzón. Fueron amigos. Y vale la pena saber qué significa el excampeón mundial para Osvaldo: “Trabajé en su época de campeón como un simple cronista y me trató muy bien. Y en su tiempo de retiro y en su tiempo de desgracia las vueltas de la vida me acercaron a él. El tema Monzón no admite ningún tipo de salida ni de defensa. Lo que pasó es un tema condenable y condenado, repudiable y repudiado. Me pregunto qué puede pasar con uno cuando cree que maneja su raciocinio en cualquier circunstancia límite. Y tengo mucho miedo de algún día fallar. Creo que a Monzón le pasó eso. El día que le falló, murió su mujer y, en vida, ese día también empezó a morir él”.

Sobre el presente del boxeo argentino se mostró confiado con la camada que representan a nivel internacional Brian Castaño, Agustín Gauto y Jeremías Ponce. “El recambio lleva su tiempo. Y en el fútbol también pasa. ¿Cuánto tiempo pasó en Instituto entre Dertycia y Dybala? Nadie sabe palpar el proceso de recomposición del boxeo en un país que sólo tiene lugar para el fútbol. La información deportiva está enferma de fútbol, que se publica por kilos y no por calidad”.

Hoy disfruta de la recopilación de material boxístico y de las entrevistas que realiza en su programa Artistas del nocaut (TNT Sports). Pero su relato es marca registrada: “Me dio eso de meterle misterio y tensión. El relator tiene que involucrarse y pelear al lado de los boxeadores”.

Además, fue parte del universo de Marcelo Tinelli, integrando el original VideoMatch. Ese que comenzó como un programa deportivo, pero que fue mutando hacia el humor. Príncipi recuerda con cariño aquella época: Yo me brindaba cien por cien a lo informal, pero en el fondo lo sufría y no lo disfrutaba. Sólo tenía un código con Tinelli y los muchachos del programa: cuando viene el bloque de boxeo, nadie se ríe y todos se callan. Pasábamos videos de boxeo de Tailandia, de Corea y de otros lugares de Asia con nombres raros, que eran para reirse. Pero lo hacía marcando quién era el campeón, hacia dónde iba. Instruía a la gente y la gente valoró eso”.

Por último, consultado sobre con quién que ya no está en este mundo le gustaría volver a tomar un café, Príncipi definió: “Julio Ernesto Vila. Cuando murió, murió la parte de consulta de mi carrera. Vila me enseñó a ver el detalle. Fue mi mentor, mi mejor orientador. Hoy lo entiendo. Parecía ácido, pero el mejor ejemplo es “la Mole” Moli. No hubo peleas, hoy que se prepara todo falso entre panelistas, no hubo peleas sentidas y reales como las de Vila y “la Mole”. Cuando Moli peleó con Dáscola entramos a Juniors con una guardia de policías y nos tiraron de todo. Y yo me las ligaba por Vila. Pero, con el paso del tiempo, “la Mole” reconoció a su viejo adversario como un gran consejero. Vila era fantástico. Con él vivías al límite, pero tenía un humor que no tenía nada que ver con esa cara que ponía cuando salía al aire. Yo le escribí una carta, cuando tenía 14 años. Con él entré al Luna Park y, a los pocos días, lo declararon persona no grata en el Luna Park. Esa relación me anticipaba lo que iba a ser la carrera periodística. Disfruté mucho a mis padres y a mi hermano, que ya no están. Pero cuando disfrutaste tanto de las personas, al pasado no hay que tocarlo, hay que dejarlo como está. Pero elegiría a Vila para una charla más”.

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