Ese ‘jovencito en ascenso’ llamado Carlos Monzón: el día que se quebró la mano en Río Gallegos

Por Carlos Zapico – La Opinión Austral

El boxeo fue para los boxinguistas un incentivo importante a partir de los años 60/70 con la presencia de grandes figuras del pugilismo argentino.

Hasta estos lares llegaron boxeadores de la talla del mismísimo campeón mundial Pascualito Pérez.

O también se recuerdan las peleas protagonizadas por Gregorio “Goyo” PeraltaFederico ThompsonHoracio AcavalloCarlos CañeteAdolfo TomaselliJorge RamosElías VargasManuel HernándezPedro Bonelli, y más.

Sin contar la presencia del gran Nicolino Locche, que en el piso superior del Boxing de San Martín se presentó de manera más que notable ante una masiva concurrencia. Tanto fue el interés que despertó que los dirigentes se convencieron de que había que traer, de nuevo, al gran campeón.

Había que trabajar rápido para tener de vuelta la presencia de Locche, ya que la pelea había dejado muy buenos dividendos a las arcas del club. Para eso Emilio “Pichón” Guatti viajó a Buenos Aires para entrevistarse con el promotor Juan Carlos “Tito” Lectoure, gerente general del estadio Luna Park, para ver si esta idea podía concretarse, dado que éste manejaba a la mayoría de los grandes de la cartelera boxística nacional.

Pero en la reunión, –cuenta el propio Pichón Guatti– el manager le planteó que para posibilitar una nueva visita de Locche a Río Gallegos necesitaba que “antes” se organizara una pelea en la ciudad austral, de “este muchacho santafecino, que viene en ascenso”, señalando que era quien “ganó el Guante de Oro de los miércoles acá en el Luna”. ¿Su nombre? “Se llama Carlos Monzón!”.

Sin siquiera imaginar lo que sería, tiempo después, la figura del santafesino, Emilio Guatti intentó evitar la imposición, dando a entender, de manera insistente, que lo que se necesitaba era la presencia de Locche. Pero Tito Lectoure lo convenció. Le aseguró que de darse lo de “este chico Monzón”, a continuación Locche volvería a Río Gallegos.

Así, sólo restaba definir con quién pelearía el jovencito santafecino. Lectoure le ofreció a Carlos Bustos, un mendocino que venía muy bien en el ranking y que daría un buen espectáculo.

El costo de la pelea era bastante caro para el club, por lo que se debió trabajar mucho para lograr salvar lo económico. “Salimos todos a tratar de vender entradas anticipadas con Cacho, (Sancho) Mario (Braccalenti) y los de la comisión de boxeo, porque el tema era tratar de salvar lo invertido”, recordó Guatti.

En el afán de publicitar el combate, y de esa forma lograr la mayor cantidad de público posible, se buscó que Monzón, apenas llegado a la ciudad, diera entrevistas tanto a LU12 como a LU14. Pero se lo notaba “medio duro para responder”, enfatizó el dirigente del ABC. Eso, claro, “no ayudaba mucho”.

Y llegó la noche del combate. Era el 3 de junio de 1966.

El primer round fue de “estudio”, aseguran los entendidos. En el segundo Bustos tomó la ofensiva del combate y de allí en más, el pupilo de Amílcar Brussa no embocaba una y el público se inclinó por el mendocino que estaba haciendo una pelea espectacular. Así lo traducía, tiempo después, un reconocido hombre del boxeo como Lorenzo Pérez Prieto, quien aseguró que “esa vez no nos gustó a nadie”.

Parecía que el santafecino del Barrio Barranquitas (uno de los barrios más humildes de la ciudad de Santa Fe donde Carlos Monzón creció) estaba como apagado y no tomaba iniciativas. Sólo atinaba a defenderse de su contricante que lo buscó por todo el ring hasta el final del combate.

Cuando terminó la pelea, quizás por la fama de Brussa o por la influencia de la publicidad, los jurados declararon un empate cuando, en realidad, si hubo un ganador fue Bustos.

La verdad de la situación de Monzón llegaría apagadas las luces del cuadrilátero. Cuando le retiraron los guantes y las vendas. El recordado conserje del club albiverde, el “Gordo” Blanco, contó de la gran cantidad de baldes de hielo que se fueron reuniendo para que el boxeador pudiera meter su mano izquierda.

Carlitos tenía un quebradura notable, casi expuesta. Por lo que, desde el mismo momento en que se bajó del ring, se lo atendió para que el boxeador no sufriera tanto, hasta recibir atención.

Fue trasladado al Hospital local. Ahí el traumatólogo le colocó el yeso correspondiente, con el cual regresó a Buenos Aires. Dicen que el momento fue “todo un prolegómeno para el club y sus dirigentes”.

Según se supo después, el boxeador se había quebrado la mano, apenas comenzando el combate. Y eso llevó a que poco pudiera hacer para lucirse. Apenas tuvo fuerza para defenderse del aguerrido oponente que tenía enfrente. A las postres, el peleador había hecho mucho, pero no se notó para nada.

La quebradura tuvo a Carlos Monzón muchos meses fuera del ring. Debió enfocarse durante ese tiempo en su recuperación. Un tiempo después, las noticias dirían que “ese jovencito” viajaría a Italia para noquear a Benvenutti y lograr el título mundial que lo llevaría a la gran fama.

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