La historia de la última foto de Monzón con vida

—Carlos, ¿nos podemos sacar una foto con vos?

—¡Nooooo! Para la familia, si nunca te tuvimos tan cerca…

—Bueno, dale.

Juan Carlos Fernández nació en Santa Fe el 28 de enero de 1952. Hace 25 años, cuando tenía 42, el destino quiso que una foto que su hija Vanina tomó cerca de las 15 del caluroso domingo 8 de enero de 1995 en el camping de Cayastá –unos 80 kilómetros al norte de la capital de la provincia–, diera la vuelta al mundo. Claro, con Fernández y su hijo homónimo (NdeR: que por entonces tenía 10 años, ya que nació el 11 de noviembre de 1983) está Carlos Monzón, el más grande boxeador profesional de nuestra historia, uno de los más admirados, respetados y reconocidos del mundo y que, pocas horas después, perdería la vida en un trágico accidente automovilístico.

“La de esta foto es historia real, vivida… Ese día, podría haber ido a Cayastá, encontrarme con Monzón, y no haber llevado la máquina de fotos. Él accedió de la mejor manera, y no tuvo ningún problema, porque vio que la foto era para una familia. Incluso lo agarró a mi hijo y le puso su brazo sobre su hombro. Abrió el corazón para que nosotros nos demos el gusto de sacarnos una foto con él”, le dijo Fernández a Aire Digital al recordar los pormenores de la que fue la última imagen de Escopeta antes de su desaparición física.

Los designios del destino

Poco antes de las 12 del que sería el último día de su vida, Carlos Monzón se trasladó hacia Cayastá con su amigo Gerónimo Domingo Mottura, de 63 años –ex jugador de Colón, a quien Carlos conocía desde la infancia y con el que había compartido muchos momentos en el club Los Cuarenta, ubicado en el norte de nuestra ciudad–, y su cuñada, Alicia Guadalupe Fessia, de 36 años, viuda de Víctor Hugo Monzón, el hermano de Escopeta fallecido en 1990.

 

Tras degustar el cordero asado que preparó Mingo Mottura –quien ofició de anfitrión, ya que almorzaron en la quinta de este– fueron al camping y balneario de dicha localidad, a la vera del río San Javier, donde Monzón accedería a sacarse una foto con una persona que se lo pidió.

 

“Ese domingo, estábamos con mi familia pasando el día en el camping de Cayastá. Yo siempre tuve la costumbre de ir a la Costa; allí tuve una casa quinta, y tengo una lancha, porque es un lugar que me encanta. Las chicas estaban jugando con la hija de un amigo. A la siesta, veo que viene Monzón, y se metió al río a refrescarse. Le dije a mi señora: «Mirá, ahí está Monzón», y es curioso porque, siendo santafesino, no había tenido la oportunidad de verlo personalmente. Una media hora después, aproximadamente, salió del agua y, casualmente, lo hizo a pocos metros de nosotros. Me dirigí a mi hijo, y le dije: «Mirá quién está ahí, Nene» y, a mi hija mayor, Vanina: «¿te queda alguna foto en el rollo?»”, rememoró Fernández.

 

Y prosiguió: “El rollo de la cámara estaba casi terminado y, por eso, fue la pregunta que le hice. Como estaba muy cerca de nosotros, mi idea fue sacarme una foto con él. Me arrimo y, con Monzón, estaban su amigo, Gerónimo Mottura, y su cuñada, que estaba a su cargo por las salidas transitorias que tenía. Me acerco bien y le pregunto: «¿Carlos, nos podemos sacar una foto con vos?» Y él me respondió: «¿Para quién es? ¿Para el periodismo?» «¡Nooooo! Para la familia, si nunca te tuvimos tan cerca», le aclaré y, como dijo que sí, mi hija mayor, Vanina, la sacó”.

 

Fernández continuó con el relato: “Normalmente, los rollos tenían una foto más y, por eso, le dije que por las dudas se fijara si quedaba otra, porque en los rollos de 36 fotos, a veces salían 37. El marcador indicaba 35. Sacó una y, ahí le pedí que hiciera otra. Incluso, Monzón me dijo: «siempre hay una foto más». Y así fue, porque salieron las dos. En la segunda, mi hijo sale con los brazos en otra posición. Y le agradecí a Carlos por dejar sacarnos la foto con él. «Nunca te tuve tan cerca, un ídolo mundial como vos», le dije, y él sonrió”, recordó.

 

“Lo vi a Monzón, nada menos –abundó–, «el» campeón, conocido en todo el mundo, y me parecía mentira que se había estado bañando ahí, a pocos metros… En ese momento, por una cuestión generacional, mi hijo no lo conocía tanto como yo pero, con el tiempo, él también contaría varias veces esta anécdota a quienes le preguntaban por la misma. Y ya pasaron 25 años… Gracias a la foto, es lo más cerca que estuvimos de él”, expresó.

 

En la estación de servicio Esso, cercana a las ruinas de Santa Fe La Vieja (el sitio donde el domingo 15 de noviembre de 1573 Juan de Garay fundó la misma), Monzón cargó combustible para el Renault 19 gris metalizado patente B 2705773 que conducía, y que no estaba a su nombre, como muchos sostuvieron erróneamente. El importe fue de 42 pesos –según consta en la factura Nº 00002082, emitida por pedido de Carlos a nombre de la UPCN, ya que posteriormente debería rendirla en la entidad gremial para la que trabajaba– y, antes de retirarse y dirigirse hacia nuestra ciudad, el sanjavierino –con el torso desnudo, gorra naranja, alpargatas acordonadas blancas y un short azul– les firmó dos autógrafos a los playeros, Antonio Delgado y Héctor Torres. Faltaban casi 20 minutos para las 18 y, menos de diez después, su nombre se convertiría en leyenda…

Carlos gozaba de un régimen especial de salidas –debía presentarse en Las Flores a las 20–mientras purgaba una condena de 11 años de prisión por homicidio simple, que recibió el lunes 3 de julio de 1989, por la muerte de su última esposa, la uruguaya Alicia Muñiz. Tras haber estado detenido en los penales de Batán, Mar del Plata, y Junín, el sanjavierino había sido trasladado hacia nuestra ciudad el 23 de diciembre de 1992.

 

“Cuando nos volvíamos a Santa Fe, a Monzón lo vimos en la estación de servicio cargando nafta y, después, él tuvo el accidente, que no lo vimos porque, con la camioneta, pasamos antes por ese lugar”, acotó Fernández.

El accidente de Escopeta

En la zona del Paraje Los Cerrillos, a pocos kilómetros al norte de Santa Rosa de Calchines, en el departamento Garay, la ruta provincial Nº 1 Teófilo Madrejón presenta una muy larga recta que, en esa época, no tenía pintadas las clásicas líneas blancas demarcatorias de las banquinas –muchas de ellas descalzadas, es decir, con una diferencia de altura entre el asfalto y la tierra–, ni el andarivel que separa a ambos carriles de la misma.

 

En el kilómetro 51, el auto que Carlos Monzón conducía a casi 140 km/h realizó una maniobra inexplicable, ya que primero se desvió hacia la izquierda (sobre la mano contraria) y, luego, hacia la derecha, por el carril en el que transitaba en dirección norte-sur. Tras morder la banquina con su rueda delantera derecha, el vehículo voló, dio casi siete tumbos, sobrepasó un zanjón de unos dos metros de ancho, arrancó de cuajo un ceibo y, recién a unos 35 metros de la ruta, detuvo su descontrolada marcha.

 

Tras ser despedido del auto y, por el devastador impacto, Carlos murió en el acto y, en estas trágicas circunstancias, cerca de las 17.50 y, en la misma ruta por donde había llegado a Santa Fe más de 40 años atrás, la Provincia Invencible perdió al mejor deportista de su historia, que solo tenía 52 años, cinco meses y un día.

 

Mottura también falleció y, la única sobreviviente, fue la cuñada de Escopeta, quien viajaba con él porque así daba cumplimiento a lo establecido en el decreto ley N° 412/58 (Ley Penitenciaria Nacional), ya que “un familiar acompañará en sus salidas al detenido que acceda a este beneficio”. Al tener cumplida la mitad de su condena (la que completó el 14 de agosto de 1993, ya que los cinco años y medio se computaban desde el 14 de febrero de 1988, fecha de la muerte de Alicia Muñiz), Monzón pudo acceder a una salida transitoria los sábados y domingos cada 15 días y, merced a su buena conducta, este beneficio se amplió a todos los fines de semana.

Hasta pudo solicitar salidas laborales, ya que se dedicó a enseñar boxeo en un gimnasio especialmente acondicionado en el club de campo de la UPCN, ubicado en el kilómetro 2,5 de la ruta provincial Nº 1, en Colastiné Norte.

La noticia en la que nadie creía

Fernández ya había arribado a su casa y, en la misma, se enteró de la mala nueva. “Cuando llegamos a Santa Fe, el comisario Bonetto, padre de la chica que jugaba con mis hijas, me contó: «Juan, se mató Monzón» «¿Pero cómo se va a matar si hoy nos sacamos una foto con él?», le respondí. Lamentablemente, poco después llegó la confirmación de su muerte y se armó un revuelo enorme. Me quedé helado. Como amante del boxeo, y gran admirador de Monzón, me costó creer que se había matado. Es más, si él y Mottura hubieran tenido colocado el cinturón de seguridad, se habrían salvado, porque el auto no se prendió fuego, nada. Se accidentó en una recta, y dio varias vueltas porque venía muy rápido. Quizás una mala maniobra provocó que se saliera de la ruta, y hasta sobrepasó la cuneta…”, estimó.

 

Fernández explicó cómo la imagen llegó a los medios nacionales y, a partir de ahí, a todo el mundo. “Al día siguiente, lunes 9, mientras era el velorio de Monzón en la Municipalidad, también se entregó (Mario) Fendrich (NdeR: el ex tesorero del Banco Nación de Santa Fe, que el viernes 23 de septiembre de 1994 robó U$S 3.200.000 de esa sucursal, y había estado prófugo 109 días). Yo vine al taller a trabajar, y también hice revelar el negativo; al final, salieron las dos fotos que nos sacamos con él. Yo soy padrino de uno de los hijos de un amigo del barrio, que trabajaba en el banco Bica; él sabía que tenía el negativo y me dijo que me comunicara con (el periodista Luis) Mino, ya que en la ciudad solo se hablaba de la muerte de Monzón. Eran casi las 11.50, y me dio el teléfono de LT9, para que me comunicara con su programa. Hablo a la radio, y les digo: «Mirá, yo soy el que me saqué una foto con Monzón poco antes de que muriera»”, afirmó.

 

Y señaló: “Con las últimas personas con las que Monzón había hablado, era con los de la estación de servicio de Cayastá donde cargó nafta antes de volverse a Santa Fe pero, la última foto en vida, se la habíamos sacado nosotros. «¿Cómo, cómo?», me dijeron en la radio y, ahí nomás, me pasaron con Mino. Y le conté que tenía la foto que nos tomamos con él en Cayastá. Y, la entrevista, continuó después de las 12, que era la hora en que terminaba su programa. Tal es así que, además, quedamos de acuerdo –para el miércoles 11– en grabar en Canal 13, un programa del ciclo Para conocernos, con Mino y Julio Juan Cantero (NdeR: periodista deportivo, árbitro de boxeo, biógrafo personal de Monzón, y que lo bautizó Escopeta)”.

 

Y reveló cómo la imagen llegó a otro medio. “Mientras hacía la entrevista en la radio, la revista Gente se enteró que yo tenía la foto, y supieron la dirección del taller en la nota. Llegaron acá, y me preguntaron: «Nosotros escuchamos que usted se sacó una foto con Monzón. ¿No tendría los negativos?» Hasta me ofrecieron dinero a cambio. Les dije que no y, entonces, me pidieron que los dejara sacarle una foto a mi hijo. Les dije que sí y, el fotógrafo, se paró delante de él, que sostenía la foto que ya habíamos revelado. Pero, lo que les importaba, era la imagen que teníamos con Monzón, y no la de mi hijo sosteniendo la misma.

 

Eso fue pasadas las 12. Me fui a mi casa, que está a 150 metros del taller y, como a las 13.30, vinieron otra vez los de la revista Gente. «Mire, quisiéramos sacarle de nuevo la foto. Pasa que la primera que tomaron, no había salido bien», y les respondí que no había problema”. Entonces, sacaron otra «foto de la foto», como antes lo habían hecho con mi hijo”.

Y, una enorme sorpresa para Fernández, llegó dos días después. “El miércoles 11, la revista Gente sacó una edición extra; estaba la foto de Monzón muerto y, también, la que nos sacamos con él. No me imaginé que la iban a publicar. Y cómo será la repercusión que tuvo, que muchos de mis amigos, incluso hasta de Brasil, me llamaron por teléfono al ver la foto publicada. La verdad, la foto recorrió todo el mundo”, destacó.

 

“¿Que cuántas veces tuve que explicar y contar esta historia? Y, cada vez que algún medio quiere recordar esto, me contacta a mí… A mi señora y a mis hijos también le preguntaron, y aún le preguntan, por esta foto. «¿Tu marido es de la foto?» «¿Así que tu papá es el de la última foto con Monzón?» A esta pregunta se la hicieron muchas, muchas veces… Es algo que no se vive todos los días, y nos tocó protagonizarlo a mí y a mi hijo. ¿Qué te vas a imaginar que, después de la foto, iba a pasar lo que pasó? Quedó para la historia. Pasó de generación en generación, porque hasta mis nietos lo saben…”, apuntó.

Su admiración por el gran campeón

A los 68, Fernández continúa con su labor en su taller de camiones, ubicado en Aristóbulo del Valle al 10400 de nuestra ciudad, y que lleva su nombre. Hace 43 años se casó con Norma Rosa Núñez, y tuvo tres hijos: Vanina (42), Gisela (37), y Juan Carlos, al que todos llaman Nene (36), y disfruta de sus cuatro nietos: Agustín, Santino, Juan Cruz, y Laureano. “Hace tres años que me jubilé, y hoy administro el taller, y el que lleva adelante el mismo es mi hijo, Nene”, destacó.

 

Hincha de Unión, al igual que el menor de sus descendientes (“aunque ya casi no voy más a la cancha”, aclaró), no solo es amante del boxeo y las carreras de autos y motos, por las que viajó a Brasil e Italia para seguirlo a Ayrton Senna da Silva en la Fórmula 1, o a las Termas de Río Hondo para ver MotoGP: también lo es de los automóviles antiguos, ya que posee un Ford V8 de 1942 –curiosamente, el año en que nació Monzón–, de 4000 cc, y dos Ford A: uno de 1929, y otro de 1931.

“El boxeo me gustó desde siempre. Aparte, cuando peleaba Monzón, se paralizaba Santa FeNo volaba una mosca. Nada. El Negro paraba el país, lo veían todos. Yo era arquero de un equipo de una liga comercial. Atajaba para Previsora Santa Fe, que estaba en Rivadavia y Obispo Gelabert. ¿Y qué pasaba? Justo después de un partido, era la hora de una de las peleas que tuvo con (el francés Jean-Claude) Bouttier, y nos quedamos a verla, porque era sagrado. Peleaba Monzón, y se paraba todo. En Santa Fe no se hacía otra cosa que ver sus peleas. Y hasta apostábamos a ver en qué round caería su rival, porque era tal el poderío que tenía en su pegada… Donde pegaba, tumbaba. No había un alma en la calle. Es que fue tan grande, que uno se va hoy a Japón, y lo conocen… Y se retiró como campeón, cuando quiso… A (el cubano-mexicano José Ángel) Mantequilla Nápoles, otro gran campeón, lo pasó por arriba…”, recalcó.

 

Pero, hasta su encuentro en Cayastá, nunca había podido saludar a su ídolo. “Así y todo, no había tenido la oportunidad de cruzarme con él. A los 15 años, yo entré en un taller que estaba sobre avenida López y Planes, esquina Iturraspe, donde ahora hay una concesionaria y, a los 18, me acuerdo cuando Monzón andaba con un Torino Comahue, descapotable. Ahí lo conocí, y él después se fue a Buenos Aires. Siendo joven, él iba a un bar frente a la cancha de Unión, donde ahora hay una estación de servicio. Siempre lo veía pasar pero, tenerlo bien, bien cerca, lo tuve esa tarde en Cayastá. Es la foto del ídolo con su admirador. Uno de los tantos y tantos que tuvo. No todos los días uno está con Monzón, o con (Diego Armando) Maradona, o con (Juan Manuel) Fangio…”, dijo.

Se hizo bien de abajo, como Monzón

Con las lógicas diferencias del caso, Fernández repasó sus muy humildes orígenes –al igual que Escopeta en su San Javier natal–, y cómo consagró su vida al trabajo. “Yo nací de la nada. Pasé por todas las etapas de la vida, y por la miseria. Mi vieja, analfabeta; mi viejo, alcohólico… Yo me recibí en la escuela Belgrano, siendo mi vieja analfabeta… Desde muy chico salí a pelearle a la vida. Como había estudiado en una escuela técnica, entré a trabajar en un taller. Al mío lo tengo hace 42 años. Primero trabajé en uno en Sarmiento 5544. Trabajaba en el de López y Planes y, a la noche reparaba camiones. También armé una herrería de obra, porque mi viejo era herrero. Era un animal trabajando. Llegué a hacerlo hasta 16 horas por día. Dormía cuatro horas, nada más. Y lo hacía hasta sábados y domingos. Cuando era el cumpleaños de alguno de mis hijos, yo iba al mediodía de ese domingo, buscaba un poco de asado y torta, y me volvía al taller a seguir trabajando”.

 

Y recordó: “Primero, trabajaba en el fondo de mi casa. Después me compré el terreno del taller, fui edificando, hice el techo, y así. Yo trabajaba con mis empleados hasta las 19.30, o 20. Después, me quedaba armando motores de camiones hasta las 4 de la madrugada. Siempre, siempre, le pedí a Dios, y se lo agradezco, de tener salud. Siempre le pedí: «Dame salud, del resto me encargo yo». Y así fue. Luche, luché… Me fundí dos veces, pero volvía pelearla y a levantarmeComo era Monzón sobre el ring: a matar o morir, pero jamás rendirse”, comparó.

“Ahora estoy hecho, tengo mi familia perfecta, mis nietos, tengo para irme a pescar… Entonces, vivo el día a día y estoy hecho por todo lo que pasé en mi vida”, agregó.

Su recuerdo de Escopeta

Fernández no tuvo la oportunidad de conocer a algún hijo de Monzón, aunque sí con su hacedor. “A (Amílcar Oreste) Brusa me lo crucé cuando inauguraron el monumento a Monzón en la Costanera, en 1996, en la esquina del Quincho de Chiquito, donde vinieron boxeadores y dirigentes de todo el mundo, como el presidente del Consejo Mundial de Boxeo (el mexicano José Sulaimán Chagnón)”, contó.

 

Y, a la hora de evocar al indiscutido rey mediano de los 70, expresó: “Cada vez que llega el 8 de enero, que es el aniversario de su muerte, me viene a la memoria lo que vivimos esa tarde en Cayastá. Aunque pasen los años, el recuerdo permanece. Nos sacamos una foto con una gloria del deporte mundial, que fue la última en vida de él. Encima, a esta foto la vieron en todo, todo el mundo”.

 

Y, sobre su trágico final, agregó: “La historia de él no la borra nadie. A su condena la cumplió, y pagó su deuda con la sociedad. Hasta (el actor francés) Alain Delon y (el actor estadounidense) Mickey Rourke vinieron a visitarlo en Las Flores. Fue un grande en serio. Así y todo, nunca fui a ver su tumba en el cementerio Municipal. Soy reacio a ir a esos lugares, ni siquiera para visitar a familiares. Me quedo con sus recuerdos. Soy muy sensible, y prefiero quedarme con la imagen que tenía, como era en la foto que nos sacamos con él. Fue la última. Esa foto con Monzón es el final de la película de su vida”, concluyó emocionado.

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