Brasileños, hijos nuestros

Argentina tiene un rica historia sobre los rings, mientras que Brasil se enfoca en las artes marciales mixtas. Por eso mismo, los duelos importantes son contados con las manos: apenas hubo seis enfrentamientos por títulos mundiales entre los vecinos. Y son bastantes teniendo en cuenta que los brasileños solamente tuvieron cinco campeones, con Popo Freitas como sobresaliente.

La historia se remonta a 1969, un año antes de que la Verdeamarelha presente uno de los mejores equipos de la historia en el Mundial México 1970: en el mítico Luna Park, Nicolino Locche (117-4-14, 14 KO) venció en fallo unánime a Joao Henrique (48-4-1, 33 KO), quien disputó cuatro peleas mundialistas y perdió todas. Para el Intocable fue su segunda corona del cinturón super ligero AMB.

En 1996 llegaría la segunda vez, de la mano de Marcelo Domínguez (48-8-1, 25 KO). En Ciudad Jardín, por la vía rápida, sentenció a José Arimatea da Silva (26-7, 20 KO) y retuvo el cetro crucero, que dos años después perdería frente al cubano Juan Carlos Gómez (55-4, 40 KO). En total, el Toro fue rey de la categoría durante dos temporadas.

Rápido, como en las épocas de Ronaldo y Ronaldinho, Brasil empató de las manos pesadas de Acelino Popo Freitas (41-2, 34 KO). El mítico campeón sacudió y cacheteó a dos de los nuestros, en una carrera que incluyó cinturones súper pluma y ligero. En septiembre del 2000, en Canadá, noqueó en el noveno asalto a Carlos Ríos (53-11-3, 34 KO). Para el Toro de Santa Fe fue su última chance grande. Tres años más tarde protagonizaría una batalla con Rodrigo La Hiena Barrios (54-4-1, 36 KO), al que le ganó en el último round.

El que le devolvió la ventaja a nuestro país fue Omar Nárvaez (49-4-2, 25 KO), quien aplastó en el tercer asalto a Reginaldo Martins Carvalho (20-19-1, 12 KO), en su defensa del cetro mosca OMB. Castaño, con una clase de ataque y defensa en California, metió el cuarto nacional.

Argentina ya se puso 4-2 y son los brasileños, con los ojos morados, piden la hora. En las piñas, no hay rival. Y como canta Charly García: “La alegría no es sólo brasileña”.

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