Fernando Puma Martínez, el campeón del mundo argentino que lucha para comprarle una casa a su mamá

Argentina es un país ineludible a la hora de reseñar la historia del boxeo. En los Juegos Olímpicos y en el profesionalismo extremo, los rings del mundo vieron consagraciones espectaculares de los púgiles nacionales en varias categorías. Pero este presente es de vacas flacas y el país apenas disfruta de un hombre que es campeón mundial. Vaya entonces si tenía Fernando Martínez la responsabilidad de defender su título supermosca de la Federación Internacional de Boxeo (FIB) en Estados Unidos. Y se hizo grande el “Puma” al vencer por puntos, en un fallo unánime, al filipino Jerwin Ancajas, a quien le había arrebatado esa corona en febrero pasado.

 

Si aquella vez había destronado al asiático en Las Vegas con tarjetas de 118-110, 118-110 y 117-111, en la noche del sábado la victoria del invicto bonaerense de 31 años en el Dignity Health Sports Park de Carson fue más amplio: 118-110 (Tiffany Clinton), 119-109 (Ellis Johnson) y 118-110 (Zachary Young).

“Yo le quiero pelear a los grandes campeones y unificar títulos. Quiero hacer historia. Que queden todos bien atentos porque acá hay un Puma que ruge”, bramó Martínez con la adrenalina a pleno sobre el cuadrilátero estadounidense.

El mensaje del monarca de las 115 libras, quien quedó con un récord de 15 triunfos, incluidos ocho nocauts, sin empates ni derrotas, tuvo varios destinatarios. En primer lugar, los tres campeones de las otras principales categorías del boxeo mundial: el japonés Kazuto Ioka (OMB), dueño de un récord de 29-2-0 (15 KO), y los estadounidenses Jesse Rodríguez (CMB; invicto en 17 peleas, con 11 nocauts) y Joshua Franco (AMB), con récord de 18-1-2-1 (8 KO).

Fernando Martínez y Jerwin Ancajas, en la previa de la revancha,
Foto: Ester Lin - Showtime BoxingFernando Martínez y Jerwin Ancajas, en la previa de la revancha, Foto: Ester Lin – Showtime Boxing

Claro que también las palabras de Martínez sobre una pelea más “picante” pueden ser entendidas como dirigidas a otros dos rivales de peso: el mexicano Juan Francisco Estrada Romero (43-3-0; 28 KO) y el nicaragüense Román González (51-3-0; 41 KO), quienes pelearán entre sí el 3 de diciembre, en Glendale.

Las grandes luces pueden enceguecer. Ya lo han hecho con púgiles de muchos países, con historias de vida difíciles, cuando no sufridas, y que pueden verse avasallados cuando llega el momento del triunfo. De “los amigos del campeón”. Pero el “Puma” Martínez tiene bien en claro su objetivo, más allá de su carrera.

Sigo luchándola para poder comprarle la casa a mi mamá y sacarla adelante con un par de defensas más. Estoy en un peso chico y la paga no es muy buena”, dejó en claro el argentino, profesional desde 2017 y representante olímpico argentino en Río de Janeiro 2016, quien le propinó a Ancajas su tercera derrota, para quedar con un récord de 33-3-2 (22 KO).

“Es un muy buen rival, un gran campeón. Nos conocíamos e iba a ser un choque terrible”, reconoció Martínez sobre el ring, donde fue abrazado por su promotor, el ex campeón mundial Marcos “Chino” Maidana.

Defender el título es más difícil que ganarlo por primera vez. Ahora vamos por todos los campeones de la categoría”, se entusiasmó el “Puma”, el fanático de Boca que les agradeció a los Bomberos Voluntarios de ese barrio por el apoyo como sede durante su preparación hecha cerca de sus afectos y que también tuvo como escenario al club Renunciamiento de Dock Sud.

Tan bien se había entrenado que su equipo contrató a dos sparrings extranjeros -el venezolano Michell Banquez y el puertorriqueño Carlos Caraballo– y, según su entrenador Rodrigo Calabrese, tenían “un plan A, un plan B y hasta un plan C para una pelea dura”.

Durante su preparación para esta pelea, Fernando Martínez guanteó con el venezolano Michell Banquez (izquierda) y el puertorriqueño Carlos Caraballo (derecha). (Foto: Chino Maidana Promotions)Durante su preparación para esta pelea, Fernando Martínez guanteó con el venezolano Michell Banquez (izquierda) y el puertorriqueño Carlos Caraballo (derecha). (Foto: Chino Maidana Promotions)

La historia de Fernando es una historia de padecimientos, resiliencia, lucha y sonrisas finales, no sin sufrimientos previos. Como la pérdida de su primo Sebastián. El “Puma”, claro. “Por meterse con una piba que no tenía que meterse, lo mataron. Él era más grande, pero nos parecíamos mucho, así que me quedó el apodo incluso antes de empezar a boxear. Él soñaba con ser campeón, así que ahora yo le voy a cumplir el sueño a él y a toda la familia”, le había dicho a Clarín en febrero, antes de ser campeón en Las Vegas.

Calabrese lo conoció hace 16 años, lo entrena desde hace 7 y le saca la ficha como nadie. “Rodri es más que un entrenador, es como un hermano más. Está todo el tiempo conmigo, es un gran apoyo y trata de sacarme todos los problemas para que yo esté tranquilo para entrenarme. Somos un equipo”, declaró entonces Martínez.

En Calabrese depositó su confianza Abel Martínez, el padre de Fernando. “Cuidalo bien porque va a ser campeón del mundo”, le pidió en 2014, una semana antes de morir. Ese golpe, que llegó cuando el Puma integraba el seleccionado argentino y tenía en la mira el Preolímpico para Río de Janeiro 2016, estuvo a un paso de arrancarlo del deporte.

Cuando falleció mi viejo, yo no quería saber nada con la vida. Me tiré muy abajo. Quería largar todo a la mierda porque estaba muy mal. Él había sido el que había estado siempre apoyándome, corrigiéndome, acompañándome”, recordó en febrero.

Fernando Martínez, retratado por Clarín este año.
Foto Martín BonettoFernando Martínez, retratado por Clarín este año. Foto Martín Bonetto

¿Cómo salió adelante? “Gracias a Rodrigo, a mi vieja y a mi tío, que me hablaban mucho y me decían que tenía un futuro. Me di cuenta de que eso no me podía comer la vida. No podía dejar que mi viejo me viera así -fue al hueso-. Porque yo siento que él sigue estando conmigo. Cuando tengo una pelea, siempre sueño con él unos días antes. Siempre sentí que tenía que hacerlo sentir orgulloso haciendo lo que más me gusta y me apasiona”.

Abel, Silvia y sus 12 hijos, entre ellos Fernando, vivían en un conventillo de la calle Olavarría, a dos cuadras de la Bombonera, hasta que fueron desalojados cuando el “Puma” tenía 14 años y se mudaron a Avellaneda. Fanáticos del boxeo, sus padres hacían pizza y en familia veían las peleas de Mike Tyson entre los pesados. “Miraba al público, lo veía salir a Tyson, todo de negro y con cara de asesino. Esa previa era muy emocionante. Y después, una mano y ¡pum! Se terminaba todo. Yo quería ser como él”, reconoció.

Fernando contó que fue el 18 de diciembre de 2002 cuando comenzó en el boxeo, algo que ansiaba de más pibe aún. Su padre entró al Club Unidos de Pompeya y preguntó si podía llevar a su hijo de 11 años. Al día siguiente el pibe se compró un botinero en Constitución y con una toalla, una remera y un pantaloncito se fue a entrenar a la tarde. No paró más.

Así fue como pasó el tiempo, pasaron las peleas y un buen día, en febrero pasado, se convirtió en el quinto argentino en consagrarse campeón mundial en Las Vegas, la ciudad del pecado y del boxeo a todo trapo. Antes lo habían logrado Hugo Rafael Soto en 1998, Marcos Maidana en 2011 y Lucas Matthysse Sergio “Maravilla” Martínez en 2012.

Ahora el “Puma” revalidó su presente en su primera defensa del título mundial supermosca de la FIB y sigue vigente su sueño de mejorarle la calidad de vida a su madre. Al pilar que le quedó a su lado. Y hacia el futuro va Fernando Martínez, quien hace rato que no sabe de obstáculos.

Por Diario Clarín

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