El hombre que no le teme al Covid-19

Por Mauro Mairani – Diario Olé

Descendiente de croatas que llegaron a Canadá huyendo del hambre de Europa de principios del siglo pasado, George Chuvalo se crió en una casa de laburantes. Sin ningún tipo de lujos y con muchos faltantes, el pequeño pasó una infancia difícil, pero “feliz”, según él mismo aseguró. Uno de los pocos regalos que recibió fue un par de guantes de boxeo, los cuales le cambiaron la vida por completo. Acá, la dura historia del campeón sin corona que, a los 82 años, atraviesa la pandemia sin “ningún tipo de miedo”, ya que no tiene “mucho más que perder”. Las drogas le quitaron todo.

Chuvalo nació en 1937, en Toronto, y vivió la época dorada del boxeo. La mandíbula más fuerte de la historia debutó en 1956 y desde jovencito mostró todo su talento hasta convertirse en el mejor de su país. Eso le permitió disputar el título mundial por primera vez en 1965:cayó por decisión unánime frente a Ernie Terrell, en el Maple Leaf Gardens, que fue la casa del equipo de hockey sobre hielo de la ciudad durante casi 70 años. Apenas cuatro meses después, le llegaría lo que definió como la “oportunidad de su vida”: Muhammad Ali. El más grande de todos los tiempos, que se presentaba con récord de 22 triunfos en la misma cantidad de peleas, defendió por tercera vez con éxito su cinturón pesado en una batalla que fue una paliza: Muhammad ganó 13 de los 15 rounds. Ese mismo año, en el Madison Square Garden de Nueva York, Chuvalo perdería en fallo mayoritario contra Ringo Bonavena, otro campeón sin corona.

Ya sin título en juego, el canadiense enfrentó a pesados de nombre pesado:Joe Frazier y George Foreman, por ejemplo. Su última proeza, seis años antes del retiro, fue un nuevo combate contra Ali, el que volvió a vencerlo en fallo unánime de parte de los jurados. Ese día, Muhammad inmortalizó una frase que se volvió cabecera para Chuvalo: “Es el tipo más duro con el que he peleado”.

En 93 peleas, George nunca fue noqueado, lo que es récord. Sus estadísticas marcan que perdió dos combates por KOT (vs. Frazier y Foreman), pero en ninguno de los dos besó la lona.

Lo que podría considerarse una tragedia deportiva, por ser considerado uno de los mejores sin nunca llegar a campeón, quedó pequeño al lado de lo que le tocó vivir tras el retiro en 1978. Los golpes más duros de su vida no los recibió en el ring…

Casado con Lynne, Chuvalo formó una gran familia en Canadá: producto de la relación nacieron Steven, Jesse, Georgie Lee, Mitchell y Vanessa. Después de colgar los guantes, George se dedicó a cuidar lo logrado en su carrera, aunque no pudo con el virus que terminó destruyendo su vida: la heroína.

En 1985, el propio boxeador descubrió el cuerpo de hijo Jesse, que a los 20 años se había suicidado de un disparo en la cabeza. Ante la imposibilidad de poder pelear contra las drogas, el joven tomó el camino corto. Ocho años después, la tragedia volvería a tocar la puerta de la familia: Georgie Lee murió de sobredosis a los 30 años.

Acostumbrado a los golpes, el púgil soportó el dolor, pero quien no lo aguantó fue su esposa Lynne. Cuatro días después de enterrar a su segundo hijo, tomó un frasco entero de pastillas que la mató. Chuvalo, según contó en el documental Facing Ali, estuvo varios meses en cama y sobrevivió gracias a sus otros tres hijos: Steven, Mitchell y Vanessa.

Para buscar cerrar la herida, George comenzó a visitar escuelas para concientizar. En uno de los videos que tanto mostraba, aparecía su hijo Steven, como un caso en que era posible escaparle al calvario. Sin embargo, la fuerza del joven no fue suficiente: recayó en la heroína y también falleció de sobredosis, en 1996, luego de haber estado en prisión.

Más allá de su avanzada edad y los problemas propios de la vejez, Chuvalo continúa siendo una referencia en las calles de Toronto. Su voluntad por ayudar a los más débiles fue mucho más grande que la guapeza que desplegó en los rings. Incluso, sus colaboraciones continúan vivas en plena pandemia.

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